Coyuca, Ixtapa, Iguala, Chilpancingo y Acapulco

El potencial del campo mexicano es enorme. La actividad agraria nacional concentra alrededor de 52% de la producción de alimentos que se consumen en el país. El año pasado, se registraron exportaciones por 11 mil 824 millones de dólares. En octubre del mismo año las exportaciones agroalimentarias, las cuales contemplan las agropecuarias y las agroindustriales, se tradujeron en 22 mil 332 millones de dólares. Por su parte, la pequeña unidad campesina genera alrededor de 40% de la producción agropecuaria nacional.

Sin embargo, las cifras negativas que envuelven el campo mexicano también son altas. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social en 2014, 32% de la población rural contaba con rezago educativo; 80% carecía de acceso a la seguridad social; y 57.9% no tenía acceso a los servicios básicos en la vivienda. Aunado a ello, la remuneración de los campesinos es ínfima comparada con el trabajo que realizan. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, su ingreso anual es de 11 mil 985 pesos. ¿A qué se debe esto?

Si bien el gobierno federal cuenta con programas que apoyan el campo, los beneficios no llegan a quienes deben; se culpan entre sí de lo que ocurre. Por una parte, los campesinos culpan al gobierno federal, en específico a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), de obstaculizar la venta de sus productos en sociedad. Como vendedores individuales, lo máximo que pueden obtener, por ejemplo, por un kilo de maíz son 2.70 pesos; en sociedad pueden obtener hasta 3.70 pesos.

Por otra parte, las autoridades señalan a las organizaciones campesinas y productores que reciben los recursos federales, de operar en bajo la “opacidad, la corrupción, el burocratismo y la manipulación”; la Sagarpa beneficia un padrón de más de 700 organizaciones. La culpa recae en la legislación actual, la cual les permite administrar recursos y ejecutar los programas de apoyo.

Esta serie de complicaciones ha obligado a los campesinos a diversificar sus cultivos e inclinarse por cosechas que les generen un mayor ingreso. Desafortunadamente, muchos se desvían hacia la cosecha de materias primas ilegales; la marihuana y la amapola, también conocida como “adormidera”, son los narcóticos más cultivados en el país.

De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Autónoma Metropolitana, que abarca el periodo de 1994 a 2003, el estado con mayor densidad de sembradíos de marihuana (por km2) era Oaxaca, seguido por el Estado de México (Mexicaltzingo), Michoacán (Acuitzio) y Sinaloa (Badiraguato). En cuanto a la amapola, la lista la encabezaba Guerrero (Zapotitlán Tablas), seguido por Oaxaca (Santa Cruz de Bravo).

El pentágono de la amapola

Hoy, Guerrero es el principal productor de amapola; concentra entre 40% y 60% de la producción nacional. Su cultivo se da en el área conocida como “el pentágono de la amapola”, área de la serranía guerrerense, rodeada por los poblados de Coyuca, Ixtapa, Iguala, Chilpancingo y Acapulco. Las condiciones del terreno son propicias para llevar a cabo su cultivo hasta tres veces al año; el ciclo de siembra y cosecha toma alrededor de cuatro meses. El producto que extraen de la amapola es la goma de opio, base para la producción de heroína y morfina.

Es la venta de la goma la que genera ingresos para los campesinos; por un kilogramo, reciben entre 900 y mil dólares. Por otra parte, una hectárea de amapola sirve para producir 800 grs. de morfina u 80 grs. de heroína; autoridades estadounidense estiman que en el país se cultivan 12 mil hectáreas de amapola. Es importante recalcar que el papel de los campesinos es el de proveer la materia prima; el consumo de la goma o sus derivados no se da en la región. El ingreso estimado para las comunidades guerrerenses, de acuerdo con una fuente militar anónima de Excélsior, es de 23 millones de dólares por cosecha, y pueden alcanzar hasta los 69 millones al año.

A pesar de esto, son quienes menos se benefician en la cadena productiva. El precio final de la droga aumenta a lo largo del trayecto que recorre, desde las manos de los campesinos hasta las manos de sus compradores. El precio de un kilo de heroína refinada en el mercado, de acuerdo con el mismo medio, puede llegar hasta los 87 mil dólares.

El principal productor de goma de opio a escala mundial es Afganistán, el cual de acuerdo con Antonio Mazzitelli, representante de la Oficina de la ONU contra Drogas y Delitos en la Ciudad de México, concentra 92% de la producción. En 2007, su valor total de exportación se estimaba en 4 mil millones de dólares, de los cuales únicamente la cuarta parte era el ingreso para quienes la cultivaban; el resto era para los traficantes (DrugFreeWorld.org). México ocupa el segundo lugar en la producción de opio y heroína, y es el principal distribuidor de Estados Unidos; el cartel de Sinaloa es señalado como proveedor de 80% de la heroína que circula en dicho país. Esta situación se deriva de dos factores.

El primero y más obvio es la cercanía geográfica entre ambos países. Resulta más fácil para Estados Unidos recibir droga proveniente del país, a un precio mucho más competitivo y con un mínimo de riesgo, que importarla desde Oriente Medio. Los huecos existentes en la frontera, además de la corrupción y el dominio territorial de los grupos narcotraficantes al norte, facilitan su exportación.

El segundo factor tiene que ver con las recientes medidas para legalizar la marihuana en aquel país, y la ley de la oferta y la demanda. Al tratarse de una droga legal en ya 22 estados (y Washington, D. C.), acceder a ella, con todo y las restricciones que implica, es mucho más fácil. En consecuencia, al existir una competencia en el país vecino, los traficantes se verían obligados a ofrecer precios más competitivos.

La marihuana se ha devaluado

Como resultado, el precio de la marihuana ha sufrido una caída en el Triángulo Dorado, espacio que componen los estados fronterizos de Chihuahua, Durango y Sinaloa. De acuerdo con The Washington Post, su costo se ha devaluado en 75% durante los últimos 5 años: de costar 100 dlls., el kilo de marihuana se cotiza en 25 dlls. Por su parte, el kilo de goma de opio se vende hasta en mil 500 dólares en el mismo lugar. Aun así, México se encuentra en el segundo lugar mundial, junto con Marruecos, en la producción de marihuana.

Al tiempo que la exportación de marihuana disminuye, la demanda de heroína crece potencialmente. Un indicador claro de ello son las cantidades decomisadas en la frontera norte; entre 2008 y 2012 se registró un aumento de 550 a 1855 kg, de acuerdo con un reporte de la Drug Enforcement Administration (DEA). La tendencia hacia el cultivo de amapola es un hecho; de acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), en 2014 se decomisaron 3 mil 600 kg de semilla de amapola, contrastada contra los 871 kg incautados el año anterior.

Otro fenómeno que ha beneficiado a México es el rampante incremento de usuarios de heroína en Estados Unidos. De acuerdo con un informe de la DEA, entre 2010 y 2011, aumentó de 142 mil a 178 mil. Aunado a ello, los consumidores son cada vez más jóvenes: entre 2009 y 2011, la edad promedio pasó de los 25 años, a ubicarse por debajo de los 21 años. ¿Cuál se considera la puerta de entrada al uso de morfina y heroína? El abuso de opiáceos adquiridos con receta médica.

De acuerdo con la Comisión Nacional contra las Adicciones, el número de usuarios de heroína en el país (ENA 2008-2011), que se encuentran entre las edades de 12 y 65 años, es de 106 mil 939. Por su parte, en 46% de los casos, el consumo inicial se presenta entre los 18 y 25 años; la mayoría se da en el rango de los 26 a los 34 años de edad. Los cimientos en los que se fundamentan los programas de desintoxicación son el “manejo adecuado del síndrome de abstinencia y el intercambio de jeringas cuyo objetivo es evitar el contagio de otros padecimientos como el VIH, tuberculosis, hepatitis, etcétera”.

Es un hecho que la cadena productiva del narcotráfico genera bajas en varios frentes. El primero de ellos, es en los enfrentamientos de los grupos criminales con las autoridades. De acuerdo con un informe del International Institute for Strategic Studies, México ocupó el tercer lugar en decesos por conflictos armados, en su mayoría derivados de la presencia del crimen organizado. El saldo en 2014 fue de 15 mil muertos, colocándose tan sólo por debajo de Irak.

3283sangerman2Muertos y desplazados

Otro de los daños colaterales de la producción de amapola son la extorsión y muerte de civiles, a quienes se les exige una cuota para poder continuar con su vida diaria. Quienes se negaron se encuentran ya muertos en medio de la calle o en fosas. De la mano está el desplazamiento de poblados enteros, resultado de la inseguridad y violencia que se vive en el país. La cifra de desplazados entre enero de 2013 y julio de 2014, arrojadas por el gobierno estatal de Guerrero, ascendía a 2 mil 897. No obstante, podría tratarse de una suma conservadora.

Ello deja ver que, en primer lugar, el gobierno carece de las condiciones para ofrecer empleos que satisfagan la demanda laboral nacional y contribuyan a la producción de bienes. Los grupos que se ven forzados a convivir con el crimen organizado, ya sea por el dinero o porque se encuentran cerca de la cadena productiva, son vulnerables a cualquier tipo de violencia y ataques. Las instituciones no cuentan con la capacidad para salvaguardar la integridad de la población y proveerla de lo necesario para sobrevivir, ambas funciones básicas del Estado.

El otro frente en donde se generan bajas es aquél en donde marchan los consumidores. El número de muertes por sobredosis de heroína en Estados Unidos (2014) fue de más de diez mil, de acuerdo con el National Institute on Drug Abuse. De manera contrastante, el número de muertes por sobredosis de analgésicos opiáceos prescritos superó los 18 mil. Éste es un indicador de que el problema no es la legalización de la droga o el acceso a ella, sino una falta de cultura en cuanto a su uso y consecuencias.

En el caso mexicano, las muertes por sobredosis son prácticamente inexistentes. En 1997, el Servicio Médico Forense registró muertes por uso de drogas, con el alcohol como principal substancia, en cerca de mil 496 casos, con un rango de edad de los 20 a los 30 años. Las muertes en las que se detectó la presencia de marihuana fueron por heridas ocasionadas por armas de fuego. La heroína ni siquiera figura en las causas, y los casos que se han registrado a lo largo de los años son mínimos; la mayoría de ellos se deben a enfermedades transmitidas (como la hepatitis B/C o el VIH), por el uso de jeringas.

Como puede verse, la diferencia entre ambos países es abismal. A pesar de su papel como productor y la oportunidad de acceder a la droga que existe, el consumo de heroína no ha desplazado al de la marihuana. Las muertes en México se dan en el proceso de producción y distribución de la droga.

La oferta legal no satisface la demanda

Por un lado, Estados Unidos es pionero en la legalización de las drogas como la marihuana, y al mismo tiempo es el principal comprador de substancias ilegales como la heroína. ¿Qué deja ver esto? La oferta legal está muy lejos de satisfacer la demanda de este tipo de substancias en su población. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Continuar con la persecución y erradicación de los grupos traficantes; canalizar a los consumidores hacia nuestro país, en donde puedan “surtirse” en un espacio fuera de la ley y luego volver a sus hogares; o plantear la posibilidad de iniciar un nuevo proceso de legalización?

La inclinación de la balanza hacia el país vecino ha despertado ya la presión diplomática. En el marco de la reforma a la Ley General de Salud y el Código Penal Federal, para aumentar el gramaje de la dosis de marihuana considerada legal, Barack Obama recalcó la necesidad de la colaboración bilateral en la reducción del consumo y producción de heroína.

Además de tratarse de un problema que pone en duda la capacidad de ambas naciones para salvaguardar a la población, y mostrar la habilidad del crimen organizado para desarrollar un Estado alterno, también pone de relieve la importancia y la necesidad de contar con la infraestructura en lo que, evidentemente, puede (si no es que ya lo es) convertirse en un problema de salud pública. Y es que no solamente los gobiernos mexicano y estadounidense deben poner sobre la mesa planes de trabajo en torno a la situación. La Drug Freeworld Organization estima que 13.5 millones de personas en el mundo consumen opiáceos, de los cuales 9.2 millones consumen heroína.

Es una vez más el fuego cruzado, la existencia de un conflicto, lo que obliga a poner atención a las carencias de los habitantes. Más allá de eso, debería también obligar a fortalecer y revisar las relaciones diplomáticas con el continente americano en su totalidad. Ahora más que nunca, está vigente el famoso “México: tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

Sin duda el campo mexicano tiene un gran potencial; esta situación permite explorar todas las posibilidades que ofrece. Se trata de un lugar que puede proveer de mayores ingresos a quienes lo trabajan, los olvidados del gobierno mexicano, pero también se trata de un lugar en donde las organizaciones criminales actúan con impunidad, además de ser un campo de batalla en potencia y una de las más grandes fosas comunes en la actualidad.