En pleno siglo XXI, y a pesar de los avances científicos y tecnológicos, erradicar la pobreza, el hambre y la marginalidad continúa siendo parte de los principales desafíos a nivel mundial.
A pesar de que el Millennium Project de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció que cinco años antes se cumplió con la meta de reducir a la mitad las tasas de pobreza extrema, esto dentro del Objetivo 1 (“Erradicar la pobreza extrema y el hambre” entre 1990 y 2015), alrededor de 1,200 millones de personas en todo el mundo aún se encuentran en esa situación y sus ingresos son inferiores a 1,25 dólares diarios.
En tanto, de acuerdo con las estimaciones vertidas por el Banco Mundial en su último informe del año 2015, el número de personas que vivían en la pobreza extrema en el mundo estaba por debajo del 10%. Esto es, unas mil millones de personas que sobrevivían con solo 1,90 dólares al día en 2015.
La diferencia de 200 millones de personas se debe a que cada organismo utiliza un parámetro diferente de ingresos para considerar que una persona está o no en situación de pobreza extrema. El propio Banco Mundial reconoce que en el mundo existen muchos países cuyas poblaciones viven por debajo del umbral de la pobreza y con un PIB per cápita muy bajo.
Peor aún, para este sector de la población el alcanzar un empleo pleno, productivo y decente tanto para mujeres como para los jóvenes, sigue siendo más un inalcanzable que una realidad tangible. Cifras de la propia ONU exhiben que para 2012 la desigualdad de género en la tasa de empleo alcanzaba una diferencia de 24,8 puntos porcentuales entre hombres y mujeres.
Aunado a esto, se calcula que en todo el mundo hay 842 millones de personas desnutridas y todavía más de 99 millones de niños menores de cinco años están desnutridos y tienen un peso inferior al normal.
Esto demuestra que la brecha entre ricos y pobres continúa siendo abismal, la riqueza en el mundo está repartida de forma inequitativa. Mientras dos tercios de la población viven en la extrema pobreza, una minoría de personas cuenta con mayor riqueza día a día.
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), empleado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como indicador para medir el nivel de pobreza en cada país, analiza, además de parámetros económicos, los años de escolarización, mortalidad infantil, nutrición, acceso a electricidad, agua potable, higiene de los hogares y acceso a radio o televisión.
De acuerdo con este Índice, los tres países más pobres del mundo en 2015 son Níger, Etiopía y Malí. No es ninguna casualidad que los tres pertenecen al continente africano.
Níger
Este país que está catalogado no sólo como el más pobre de África, sino del mundo de acuerdo con el PNUD, también ha sido determinado en estado casi permanente de inseguridad alimentaria ya que ha sufrido cuatro fuertes crisis alimentarias durante la última década debido a sus severas condiciones climáticas (continúas sequías).
Lo anterior es reflejo de una nación en la que tres cuartas partes (76 por ciento) de su población viven con menos de dos dólares al día y dos terceras partes viven bajo el umbral de la extrema pobreza.
Níger cuenta con una población que ronda los 18 millones de personas, una tasa anual de crecimiento poblacional de 3.3 por ciento y un PIB per cápita de apenas 678 dólares.
Aunado a esto, la esperanza de vida en esta nación es de apenas 44 años, casi la mitad de países de primer mundo como Japón (84 años), Suiza (83 años), Francia (82 años) o Alemania (81 años), de acuerdo con estadísticas del Banco Mundial.
La mortandad infantil en esta nación africana es de 117 por cada mil, mientras que su tasa de natalidad asciende a 7.37 hijos por mujer y 51,6 nacimientos por mil habitantes.
Al respecto, la organización Save the Children alerta de que 1,2 millones de niños se encuentran en riesgo de sufrir malnutrición y 378.000, malnutrición severa, donde uno de cada seis niños pierde la vida antes de cumplir los cinco años.
La pobreza de Níger contrasta con su abundante riqueza en minerales, particularmente de uranio, del cual es el tercer productor a nivel mundial, aunque ello no se vea reflejado en las condiciones de vida de su población, que económicamente subsiste del pastoreo y la agricultura aun cuando apenas el 3.9 por ciento de su territorio es apto para esta y las consecuencias de la falta de agua origina una constante destrucción de cosechas y la inevitable muerte de muchas cabezas de ganado.
Además de las deplorables condiciones en que vive la gran mayoría de la población, el país ha sido sacudido por varios golpes de Estado desde su independencia en 1960 como colonia francesa y sufre la violencia del grupo terrorista Boko Haram, quien tiene la intención de instaurar la ley islámica en todos los estados nigerianos.
Aunado a lo anterior, en Níger impera una enorme corrupción y la falta de respeto a los derechos humanos como consecuencia de lo que el PNUD ha calificado como la mala gestión de la independencia africana.
Etiopía
La República Democrática Federal de Etiopía está situada en lo que se conoce como el cuerno de África, al oeste de Somalia. Sus alrededor de 90 millones de habitantes la ubican como el 14° país más poblado del mundo y el segundo de África después de Nigeria.
Al igual que su vecina Somalia y Níger, la severa sequía y sus consecuentes hambrunas son dos de las principales características que describen a este país, además de las guerras constantes con la nación vecina, Eritrea.
La esperanza de vida es de 52 años y el promedio de hijos por mujer es de 6,2, de las tasas más altas del mundo, por lo que se prevé que la nación tendrá graves problemas económicos y ambientales.
En materia educativa, apenas el 42,7% de la población está alfabetizada. En salud las cifras revelan que alrededor del 1,25 por ciento de la población estaría infectada con el virus del VIH.
La economía etíope es fundamentalmente agrícola, actividad que representa un 45 % del PIB, un 90% de las exportaciones y alrededor del 80% de la mano de obra. Su principal producción es de café, destinado en gran parte a la exportación y del cual vive alrededor de una cuarta parte de la población.
Por otra parte, de acuerdo con cifras recientes de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 10.2 millones de personas padecen inseguridad alimentaria tras las sucesivas malas cosechas y la mortandad generalizada del ganado provocadas por la sequía originada por El Niño desde principios de 2015.
Peor aún, a pesar de que la FAO ha solicitado con urgencia fondos por diez millones de dólares para ayudar a los agricultores a sembrar y evitar que las zonas del país golpeadas por la sequía y el atraso en las lluvias se vean más afectadas por el hambre, la respuesta ha sido decepcionante y sólo se ha cubierto el 15 por ciento de lo solicitado, lo que “seguramente empeorará la seguridad alimentaria y la autosuficiencia de las familias en 2016”.
Otro dato interesante es que la nueva escala del Índice de Pobreza Mundial del PNUD, ubicó a esta nación en el segundo lugar en este rubro, lo que contrastó con las cifras y metodologías que mostraban al país como una de las economías que más crecían en el mundo. Los nuevos datos pusieron en duda las cifras otorgadas por el gobierno de Addis Abeba y las proporcionadas por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
MALÍ
La República de Malí está situada al oeste de Níger. Su población es la más baja de los tres países más pobres del mundo, con unos 15 millones, de los cuales el 50% vive bajo el umbral de la pobreza y según estimaciones, nueve de cada diez son sunníes.
Aunque los índices de desarrollo social, económico y humano están mejorando, el Índice de Pobreza Multidimensional continúa ubicando a Malí como uno de los países más pobres del mundo debido a que, al igual que Níger y Etiopia, la desnutrición, la falta de condiciones higiénicas básicas y el daño causado por enfermedades como la malaria, forman parte de los problemas cotidianos de la mitad de la población.
La mortandad infantil es de 104 niños por cada 1000 y su alfabetización de 33%. Su esperanza de vida es de 54 años.
La economía de este país que obtuvo su independencia de Francia en 1959 y se democratizó en 1991, también está basada en la agricultura, cuya producción principal es de algodón, arroz, mijo, maíz, tabaco y la cosecha de árbol.
La inestabilidad política, los conflictos étnicos y el terrorismo yihadista y de los grupos terroristas del norte de Malí son otros de los grandes problemas que enfrenta el país. El 22 de marzo de 2012 las fuerzas militares de Malí dieron un golpe de Estado, disolvieron las instituciones y asumieron el control del país alegando una falta de firmeza del gobierno para combatir la insurrección tuareg en el país desde enero de 2012.
Más recientemente, a inicios de mayo de este año la prensa internacional daba cuenta de un enfrentamiento entre las etnias fulani y bambara, en la zona central de Mali, el cual dejó un saldo de más de 30 muertos.
Tres días antes, tras una visita al país el secretario general adjunto de la ONU en las operaciones de paz, Herve Ladsous, definió como prioridad una aceleración de la aplicación del Acuerdo de Paz en Mali y aseguró que “la amenaza terrorista no ha disminuido” y “al contrario, ha aumentado”.
Para el ministro español de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, la crisis en Malí puede “desestabilizar el norte de África” y provocar que Europa tenga “una frontera con Al Qaeda en el mar Mediterráneo”, siendo extraordinariamente grave que el país se convierta en una plataforma terrorista como se intentó en Somalia y Afganistán.
Ante esto, el Gobierno de España ha pedido a la comunidad internacional que respalde a Mali en su legítima reivindicación de erradicar el yihadismo y así reestablecer el orden constitucional y la democracia, lo que ayudaría a frenar los fuertes problemas de gobernabilidad que enfrenta el país, así como los movimientos migratorios causados por el conflicto, el hambre y las sequías.
*Consultor político y académico de la FCPyS, UNAM.
@mperezwong