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Ahora lo impensable es no criticar al presidente de la república.
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Libertad de expresión
Desconfía de la persona que lo ve todo bien,
y de aquél que lo ve todo mal.
Anónimo
Desde hace tiempo —quizá desde la elección de 2012—, hay quienes intentan convencernos de que hay un riesgo real de lo que llaman “restauración autoritaria”. Pamplinas.
Ésa es una falsa premisa de quienes, a pesar de decirse devotos de la democracia, son incapaces de digerir las derrotas que, al igual que los triunfos, son connaturales a la democracia.
Es una falacia, porque es negar los innumerables cambios aprobados por las recientes legislaturas del Congreso de la Unión, cambios que abren espacio al escrutinio público de la gestión gubernamental, pero sobre todo, han acotado las facultades presidenciales y poco, si no es que nada, de aquellas famosas “facultades metaconstitucionales” de que gozaron los presidentes de la república durante la mayor parte del siglo pasado.
Ahora, como en todas las democracias, el presidente de la república debe negociar sus programas de gobierno con las diversas fuerzas políticas representadas en el Congreso y consensuarlas con los distintos y tan diversos grupos de poder, económicos, políticos y sociales. O sea, debe hacer política.
Pese a todo, hay quienes, atrapados en un pasado que hace más de dos décadas que se fue, argumentan “manipulación de los medios” o simplistas quejas de “cerco informativo” y hablan de limitaciones a la libertad de expresión. Otra mentira.
El mejor ejemplo es la libertad con que se critica y hasta se calumnia a la figura presidencial. Hace 25 años era impensable tal crítica, salvo en medios de comunicación aislados. Ahora lo impensable es no criticar al presidente de la república. Muchos aprovechan la libertad de expresión para criticarlo con cualquier pretexto. Es su manera de ser valientes ante la mayoría de los ciudadanos, una mayoría que aún cree en la leyenda de la omnipotencia presidencial.
Igual que El gesticulador, de Usigli, son simuladores oportunistas.
Y así como hubo en un tiempo quienes todo lo veían bien, así los gesticuladores del siglo XXI lo ven todo mal. Práctica deleznable, pero mediáticamente muy rentable.
jfonseca@cafepolitico.com