Los últimos días se ha intensificado el fuego cruzado entre candidatos y líderes de los partidos políticos. No es mas que resultado de la carrera electoral; hacer lo posible para quedar mejor parado frente a los votantes. Sin embargo, los partidos y coaliciones cuentan con estrategias propias para tal objetivo.

Por una parte se encuentra el PRI, encabezado por Manlio Fabio Beltrones. Su postura ante las elecciones por las gubernaturas es firme y confiada. De los 12 estados que se disputan, en 6 se encuentran con una competencia muy por encima de cualquier otro partido o alianza, y en otros 3 están en “posición de triunfo electoral”.

Prefiere explotar los atributos de su partido, los compromisos que ha cumplido (como asegura lo ha hecho Duarte “en buena parte”), a expresarse negativamente de la competencia. Explota la pulcritud del candidato por Veracruz, Héctor Yunes, frente a la reputación de Miguel Ángel Yunes Linares, quien va por la coalición PAN-PRD. Para el dirigente nacional del partido, tanto el PAN como el PRD necesitan de alianzas para sobrevivir. Asegura que a diferencia del PRI, quien en las elecciones busca gobernar de la mejor manera, a los otros solamente se interesan en ganar.

El único “ataque” perpetrado en contra de sus competidores, es señalarlos como violadores del espíritu de la ley. Tanto Anaya como López Obrador, han tomado ventaja frente a otros competidores al interior de su partido, con la intensa promoción mediática. Por su parte, Beltrones asegura que su accionar se enfoca en ser líder del partido; no se postulará como candidato. El favorito, entre habladas, es Osorio Chong. Beltrones no lo confirma, pero tampoco lo niega.

La estrategia del PAN, encabezado por Ricardo Anaya, se enfoca en desmentir los ataques en contra de su partido, y buscar evidencia para hablar mal de los otros y lograr desviar la atención. Se le acusa de formar parte del complot para que en 2012, la entonces candidata a la presidencia Josefina Vázquez Mota, no llegara a la silla. La acusación provino de la ex panista y ahora candidata a la gubernatura de Veracruz por el PT, Alba Leonilla Méndez. Al igual que Yunes Linares, otra ex militante aprovecha la oportunidad para echar tierra en el momento más propicio del hervor electoral.

Anaya desmiente las acusaciones, y promueve la recabación de evidencia (a través del sitio vigilantedecampañas.org), para exponer las ilegalidades electorales de los partidos. En esta ocasión, los presuntos culpables son el PRI y el Programa Prospera de inclusión social. Se les acusa de condicionar la entrega de ayuda proveniente del programa a cambio de votos. Además se presume la utilización de recursos provenientes de Prospera, para montar una oficina que utilizaría el partido en Veracruz.

El otro actor en juego: López Obrador. Centra su discurso en señalar como responsables directos de los males que aquejan a la sociedad a los partidos que han gobernado, para después presentarse como la solución, la verdadera diferencia. Recurre a la memoria: que los mexicanos no olviden qué es en verdad lo que les han hecho los otros partidos, para que no haya más de lo mismo.

La diferencia en las estrategias, deriva de la diferencia en la posición con la que cuentan dentro del terreno electoral. Con la actual presidencia, y la posibilidad de tener 22 estados bajo su gobierno, el PRI se muestra seguro y confiado. Prefiere concentrarse en preparar el terreno para las elecciones de 2018, porque se ve ganador en los próximos comicios por las gubernaturas. Mientras el adversario se distrae con intentos de cambiar lo que parece ya escrito, el PRI piensa ir un paso adelante. Siempre certero de que tiene “cómo y con quién ganar”.

La certeza del Revolucionario Institucional y la inseguridad en los otros partidos, se demuestra con las alianzas que han decidido hacer. Sin duda alguna, el unirse ha traído consigo buenos resultados: 5 estados que pertenecían al PRI, fueron ganados por la coalición PAN-PRD. Sin embargo, el criterio que definirá si la fórmula ha sido eficiente, serán las cuentas que entreguen a los gobernados. De ser positivas, representará un buen augurio para las alianzas propuestas en los estados que se disputan. Incluso podría considerarse para la carrera presidencial.

Ahora bien, las continuas desacreditaciones de la competencia se pierden en el mar de ataques, de aspectos negativos y resultan inútiles. La mejor apuesta parece ser hablar de manera positiva y resaltar las acciones del mismo tipo, que sirvan como carta de presentación ante los votantes. Cuando los ataques vienen del contrincante, los seguidores de cada partido los toman como un intento por hacerles quedar mal y los desacreditan de inmediato; ponen en práctica la sordera selectiva. Son los adeptos a quienes se debe mantener y los indecisos a quienes se debe convencer. Que se trasladen de un partido a otro, resulta una apuesta inútil.