Desde hoy, Dilma Rousseff ya no es presidenta en funciones de Brasil. La peor pesadilla de la economista de 68 años, se cumplió y este mismo día, el vicepresidente, Michel Temer, asumirá las riendas del poder en esa nación gravemente lastimada por la crisis política que cursa.

Como tanto temió la mujer y como mucho se anticipó en las encuestas, los senadores brasileños decidieron quitarle la silla por un periodo de 180 días, en lo que se lleva a cabo el proceso de juicio político a la mandataria.

Los senadores fueron claros y por mayoría, 55 votos a favor y 22 en contra, le quitaron la presidencia que ganó y que ocupaba desde el primero de enero del 2011, en lo que fue su segundo mandato.

Rousseff sería enterada de la decisión tomada tras una larga, muy larga sesión. Los senadores sabían que a pesar de las encuestas y de todo el juicio político que ya cursaron en medios y redes sociales, tenían que justificar perfectamente su decisión ante el pueblo brasileño.

Y es que no todos los habitantes de ese país estaban de acuerdo con quitar a Dilma Rousseff de la presidencia. Lo expresaron incluso a través de marchas y enfrentamientos con las autoridades, exigiendo que se le permitiera a la sucesora de Lula Da Silva, concluir su mandato constitucional.

El golpe de estado fue bien orquestado por los opositores a Dilma, a Lula y a su otrora feliz partido político, el Partido del Trabajo.

La vida política de Dilma quedó en manos de los 81 senadores que votaron por mayoría a favor de la apertura del juicio político en su contra, que será encabezado por el llamado líder del Supremo Tribunal Federal (STF), Ricardo Lewandowski, en una sesión plenaria que marcará, de nueva cuenta, la historia de Brasil.

Y mientras unos festejaron hasta con fuegos artificiales la decisión del senado, otros, como el Partido del Trabajo, calificó la decisión como un golpe a la democracia y a la constitución. Lo que la propia Rousseff venía acusando desde que se planteó la posibilidad de su retiro.

De continuar por esta ruta, todo parece indicar que el retiro definitivo de Dilma será un hecho en Brasil. 

La comisión tiene 180 días para determinar si es destituida o no, definitivamente, del cargo; tiempo suficiente también para que los detractores de la primera presidenta brasileña demuestren con hechos que estaban en lo cierto y que lo único que esa nación ocupaba, era un cambio de gobernante.

Tras 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores, analistas políticos auguran un panorama político mucho más complicado en Brasil con la llegada del vicepresidente Michel Temer, considerado un político conservador pero también, un traidor que difícilmente sabrá llevar las riendas de la nación.