REPORTAJE
“Lo único esperanzador es la amapola”: Luciana, indígena de Chilapa
El escritor Emiliano Monge, en su novela El cielo árido, describe un paisaje que puede ser cualquier lugar del campo mexicano: “un desértico altiplano y una pobreza en la que lo único que había de sobra era hambre, frío y hartazgo”. Así es la realidad de pueblos enteros en la Montaña y en la Sierra de Guerrero: la tierra está enferma y la violencia se recrudece por las balas de Guerreros Unidos, La Familia Michoacana y Los Rojos.
La vida no es justa en la montañosa Santa María Tonaya, municipio de Tlapa; ni en los siete municipios exportadores de heroína a Estados Unidos: Cocula, Cuetzala del Progreso, Chilapa, Eduardo Neri, Huitzuco, Iguala y Teloloapan. La única forma de sobrevivir de cientos de familias es sembrar amapola o alquilarse de jornaleros agrícolas para cosechar chile en Sinaloa o fresa en Guanajuato. Decenas de familias guerrerenses se desplazan a otros estados para huir de la pobreza y desigualdad de sus comunidades.
En la crónica “Mejor no estar allá”, que se publicó hace un año en las páginas de la revista Siempre!, el testimonio del campesino Daniel García es angustiante: “El gobierno estatal nos ha dado la espalda. Más que nada hay que buscar la vida. Allá de donde venimos no tenemos agua ni drenaje, la luz nos llega cara. Vivimos como si fuéramos unos animales”.
A pesar de que Guerrero se convirtió en el estado más vigilado del país, luego de la tragedia de los 43 normalistas, la droga se sigue produciendo y exportando sin parar a Estados Unidos.
El jefe del Comando Norte, el almirante William Gortney, pidió un mayor apoyo de México para confrontar el trasiego de heroína que, según senadores, generó una epidemia de muertes por sobredosis en suelo norteamericano.
Amapola, sustento económico
“Necesitamos esperar más del gobierno mexicano y todas sus agencias… Las fuerzas armadas mexicanas erradicaron alrededor de 270 mil hectáreas de marihuana y 570 mil hectáreas de amapola. No es suficiente y, como resultado, adquirieron más helicópteros para incrementar el esfuerzo de erradicación de amapola”, detalló Gortney en una comparecencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado que se realizó en marzo pasado.
Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, entre 2005 y 2009, México alcanzó el segundo lugar en producción de heroína, atrás de Afganistán. La ONU ha registrado que la siembra de amapola en México creció más de 70% entre 2007 y 2012: de seis mil 900 hectáreas a más de 12 mil, en el sexenio de Felipe Calderón.
La amapola es el sustento económico de mil 287 comunidades en Guerrero, cuyas ganancias, tras el cultivo y la cosecha, ascienden a mil 200 millones de pesos. Actualmente, Guerrero es el productor número uno en amapola en el país y el segundo de marihuana. Tan sólo el año pasado, el municipio de Coyuca de Catalán ocupó el primer lugar en la siembra de amapola, donde el Ejército ubicó mil 134 hectáreas sembradas, las cuales fueron destruidas.
La siembra de amapola no es un gran negocio para el campesino, pero es mejor que cultivar durazno, manzana, maíz o frijol. Si un campesino obtiene 15 mil pesos por cada kilo de goma de opio, cinco mil se designan a gastos de producción de medio año: mano de obra de peones, bultos de abono y regaderas de agua, entre otros materiales. Los que ganan son los narcos: un kilo de heroína en México vale 35 mil dólares y en Estados Unidos 71 mil dólares.
¿Legalizar la amapola con fines medicinales logrará reducir la violencia y la pobreza en Guerrero como propone el gobernador Héctor Astudillo? ¿Existen políticas públicas serias y viables para rescatar el estado de la desigualdad y la marginación? Si se erradican los cultivos de amapola, ¿de qué vivirán las 50 mil personas de la montaña y de la sierra que dependen del cultivo de la planta?
![G02021544.JPG TECPAN, Gro.- Narcotráfico-Guerrero.- Al norte y al sur de la sierra guerrerense se encuentra el “Pentágono de la Amapola”, una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado [unos 27 mil kilómetros, como la República de Haití]. En la imagen puede verse un transbordador de autos del río Balsas, por donde cruzaron los reporteros que realizaron esta investigación, tras recibir una advertencia de riesgo. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Luis Cortés/RCC](http://www.siempre.com.mx/wp-content/uploads/2016/05/tecpan-guerrero-amapola-1.jpg)
Al norte y al sur de la sierra guerrerense se encuentra el “Pentágono de la Amapola”, una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado [unos 27 mil kilómetros, como la República de Haití]. En la imagen puede verse un transbordador de autos del río Balsas, por donde cruzaron los reporteros que realizaron esta investigación, tras recibir una advertencia de riesgo. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Luis Cortés/RCC
Morir de hambre
Guerrero sigue atrapado entre la miseria y la inseguridad. Es el segundo estado con mayor porcentaje de personas en extrema pobreza, sólo por arriba de Chiapas, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social; además es la entidad más violenta del país, así lo confirman datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
En este ambiente infernal sobrevive Luciana, indígena náhuatl, quien tuvo que dejar su pueblo llamado El Epazote, en Chilapa (uno de los siete municipios exportadores de heroína a Estados Unidos), para continuar estudiando la preparatoria en Tixtla y la carrera de ingeniero agrónomo fitotecnista en el Centro de Estudios Profesionales, en Cocula.
La familia de Luciana se dedica al campo y siembra en sus tierras maíz, frijol, chile y calabaza para autoconsumo. Un par de vacas, dos caballos y unas cuantas gallinas complementan el paisaje de sus parcelas. La joven de 25 años tiene 10 hermanos y todos se dedican a la agricultura. Jorge, el hermano mayor, tuvo que ir a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades.
La siembra de amapola es algo normal para los campesinos de la Sierra y la Montaña guerrerense, por lo menos desde hace medio siglo. La gente cultivaba la planta porque era bonita y llamativa, pero con la creación del mercado de las drogas y su consolidación en la década de los años 80 y 90, la flor roja se convirtió en un verdadero tesoro y la única forma para sobrevivir en medio del olvido gubernamental.
Luciana y su familia no escaparon de esta costumbre de sembrar amapola. Los padres de Luciana alquilaban sus tierras para cultivar la planta y así obtener la goma de pasta de opio, que es la base para producir la heroína.
Esa flor es la única esperanza
“Si mi familia sólo se dedicara al maíz o al frijol —dice Luciana—, nos hubiéramos muerto de hambre. La amapola es el único ingreso para mucha gente. La mayoría cree en Dios pero con el paso del tiempo ya sólo cree en esa flor, la única esperanza”.
Estudiar una licenciatura no ha sido nada fácil para Luciana, sufrió bullying por no hablar bien el español y ahora sueña con graduarse, regresar a su pueblo para intentar que la tierra sea productiva. Está convencida de que Guerrero necesita a más ingenieros agrónomos para replantear una estrategia de rescate del campo, porque la legalización de la amapola no solucionaría el grave problema de desnutrición y desigualdad profundas.
Otro factor a considerar es el tipo sustancia que usa el Ejército mexicano para fumigar los plantíos de amapola que afecta gravemente la calidad de la tierra, y que en un futuro ya no dará buenos rendimientos para el cultivo de otros productos agrícolas.
“En los pueblos de la sierra y de la montaña —dice Luciana— no hay futuro, por eso muchas personas huyen a Estados Unidos y envían dinero, o salen a otros estados a trabajar en la pizca de fruta y hortalizas. Hay gente que organiza a grupos de jornaleros, los contratan y se ausentan de sus hogares por varias semanas”.
Así lo explica, también, Roberto Cabrera Solís, secretario general de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos.
“El fertilizante que regala el gobierno estatal en su momento —dice Cabrera— se pensó que era una buena solución para el campo, pero la tierra se empezó a echar a perder, al suelo si no le aplicas fertilizante, no produce, eso trae como consecuencia que se encarece la producción y cuando se cosecha, el grano se abarata”.
Otra problemática habitual es que mientras los campesinos se envejecen, los jóvenes de las zonas rurales han preferido sembrar marihuana y amapola: dinero seguro. Asimismo, los bajos recursos que recibe el campo guerrerense y los cambios climatológicos han provocado una crisis aguda. Mientras que en 2015 se autorizó un presupuesto de 933 millones de pesos, el presupuesto que ejercerá el gobierno federal en este año será de 741 millones de pesos, lo que representa un decremento del 20% de los ingresos para el campo estatal.
Dan ganas de llorar
El Epazote es un pueblo pequeño con alrededor de 800 habitantes. Las expectativas de vida de Luciana eran nulas, sólo conocía el calor asfixiante de 30 grados que reina la vida cotidiana del lugar. “Cuando eres niño —dice— no distingues si las cosas están bien o mal”, y Luciana nada más sabía que su padre trabajaba duro la tierra y tenían comida necesaria para alimentar a los 13 miembros de la familia.
Después todo cambió. Ella y sus hermanos tuvieron que ayudar a las tareas del campo e incluso se alquilaron como peones para la siembra de la amapola. La carestía llegó para quedarse: por 10 horas de labor en los plantíos, a la jovencita de 14 años le pagaban entre 70 y 100 pesos.
“Estar en medio de tanta pobreza —dice Luciana— es triste, dan ganas de llorar, pero también me sirvió como un detonante de motivación para salir adelante y ayudar a mi comunidad. Mi sueño cuando termine mis estudios como ingeniera es producir alimentos de calidad y sembrar algo distinto, como jitomate y jamaica”.
En el pueblo de El Epazote las balas del narco llegan con más frecuencia, la gente vive con miedo por los secuestros y extorsiones del cártel de Los Rojos, quienes se disputan Chilapa con Los Ardillos por la siembra de la amapola y el control del corredor del tráfico de droga. Chilapa es territorio clave para el narcotráfico porque conecta la región centro con la Montaña de Guerrero.
Luciana admite que existe una extraña sensación de frustración y terror entre la gente. Cada vez que va a visitar a su familia de Cocula a Chilapa, el temor se apodera de su mente. Es inevitable preguntarle sobre el caso de los 43 normalistas y sus efectos en la vida cotidiana de las personas de aquellos municipios, donde las autoridades y el narco son sinónimo.
Hay que recordar que una de las recomendaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, antes de concluir su labor en México, es no cerrar la investigación del quinto autobús, ya que la zona es un lugar de comercio y transporte de drogas, especialmente la heroína, con destino a Estados Unidos.
“Pienso —concluye Luciana— que los estudiantes ya no están vivos, y lamentablemente las autoridades no han hecho nada al respecto. La impunidad y la muerte es algo normal en estas tierras, no hay camino hacia el consuelo”.