Una mirada… al genial ciego
En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París por el pintor doctor oriental D. Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del también oriental D. Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornida carga a la bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señora de Tal, el moreno que asesinó Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe.
Además: la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.
Tomado de Historia universal de la infamia (Alianza, 1971), a treinta años del fallecimiento de su autor, Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899– Ginebra, 14 de junio de 1986).
En el “Prólogo a la edición de 1954”, el propio Borges escribió: “Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esa mínima parte del universo que es este libro. Patíbulos y piratas lo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar. El hombre que lo ejecutó era azas desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo; ojalá algún reflejo de aquel placer alcance a los lectores”.
Premia Zacatecas a Juan Villoro
Juan Villoro (1956) es el escritor galardonado este año con el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde que concede el gobierno de Zacatecas y que año con año se entrega en homenaje al gran poeta jerezano. Villoro dedicó a López Velarde su discurso de ingreso a El Colegio Nacional (25 de febrero de 2014), en el que recordó que Jorge Luis Borges memorizó “La suave Patria”, y alguna vez preguntó a Octavio Paz qué era la chía y a qué sabía; “a tierra”, respondió Paz.
“El sentido de la Patria de López Velarde se concentra en esa palabra: la Patria es la tierra que bebemos sin darnos cuenta”, apuntó Villoro en su discurso.
Novedades en la mesa
Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara) de Lucía Berlin (Lucía Brown, Berlin, Alaska 1936–Los Ángeles, 2004), que reúne los cuentos de esta escritora maldita cuya literatura se mantuvo ignorada hasta el año pasado.