Laura María Orozco Medina y su madre ahora están solas. Son víctimas del crimen organizado y de la guerra contra el narcotráfico que inició el ex presidente Felipe Calderón en Michoacán. Su padre está desaparecido desde hace siete años y tampoco se sabe algo de dos de sus hermanos, a quienes vio por última vez en el año 2009 y 2012 respectivamente. Sólo uno de ellos se alcanzó a despedir.

La delincuencia les ha robado hasta el miedo y por eso rompe el silencio la joven originaria de la comunidad de Nuevo Zirosto, municipio de Uruapan, Michoacán, zona operativa aún del cartel de Los Caballeros Templarios.

Laura María tiene 26 años de edad, y señala que la cogobernabilidad del crimen organizado en complicidad con autoridades de los tres niveles de gobierno, les ha arrebatado a sus seres queridos y despojado de sus bienes patrimoniales que en su mayoría no han podido recuperar.

La joven responsabiliza a los “levantones” de los grupos armados del crimen organizado, “paramilitares”, elementos de la extinta Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y a personal militar.

No confía ni ve una mínima esperanza en el actual operativo de seguridad implementado en Michoacán, pues afirma la desaparición forzada la comenten funcionarios públicos o particulares y actúan con el apoyo, autorización, tolerancia y cooperación de autoridades.

La abogada de profesión narra que el 3 de julio del 2008 civiles armados, que se identificaron como policías ministeriales, ingresaron a su casa y sacaron con violencia a su padre Leonel Orozco Ortiz.

Nunca les dijeron con exactitud cuáles eran las imputaciones, pero días después personas desconocidas les exigieron una suma importante de dinero y la entrega de sus propiedades para liberarlo.

Meses antes, en el año 2007, había iniciado el abismo para esa familia. José Iván Orozco Medina, otro de sus hermanos, es detenido y presentado como un “gran capo” en el marco de la guerra de Estado contra el narco.

Elementos del Ejército Mexicano irrumpieron en su domicilio y se llevaron a Iván, lo que generó que don Leonel interpusiera varias denuncias, presentara amparos y recabara pruebas para la liberación de su hijo mayor. Ya había encarado a las autoridades militares en varias diligencias.

Tras reunir todas las evidencias a favor de su hijo y dos días antes de presentar esas pruebas que evidenciarían el actuar de los militares ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos en la desaparición forzada, el jefe de esa familia productora de aguacate fue “levantado” frente a su esposa y su hijo el menor; éste último junto con uno de sus tíos pidió el apoyo del puesto de control militar del municipio aledaño de Peribán.

“El comandante nos dijo que ya ni le moviéramos, que no iba a aparecer y hasta se burlaron de nosotros a pesar de que vieron pasar a los que se habían llevado a mi papá”, describió Laura Orozco.

La historia se repite y Leonel Orozco Medina de 17 años de edad, el menor de esa dinastía, desapareció el 18 de abril del 2009; fue subido a un vehículo no rotulado, pero por personas que se identificaron como elementos de la entonces AFI.

A decir de su hermana, Leonel estudiaba la preparatoria en el municipio de Cotija y ese día regaba el jardín de la casa de su hermano José, recluido en un penal federal dos años antes. De ahí se lo llevan los supuestos AFIs, no sin antes amenazar a los vecinos que presenciaron todo. Les dijeron que si hablaban los matarían, describe.

El infierno aún no termina ahí. “Como resultado de la lucha, de no callarnos y de exigir a las autoridades investigaciones serias, también se llevan a mi otro hermano Moisés Orozco Medina, el 22 de Mayo del 2012”.

Moisés fue perseguido mientras corroboraba una información que les habían proporcionado y que indicaba que en el municipio de Apatzingán podrían estar secuestrados su padre y hermano menor. Alcanzó a hacer su última llamada antes de que desapareciera.

Investigar por su cuenta le costó caro. “Me habla y me dice: sabes qué, pide ayuda por que la policía municipal (de Apatzingán) me está siguiendo y me van a secuestrar. Así me lo dice y en ese momento se corta la comunicación y nunca más volvimos a saber nada más de él. Ya eran tres los desaparecidos”, relata.

Laura explicó que justamente tan solo unos días antes de que el tercer miembro de su familia desapareciera, les avisan que Iván –el detenido- estaba a punto de salir absuelto de prisión, luego de librar la batalla jurídica en los tribunales federales.

A partir de ese momento y tras interponer las denuncias penales pertinentes ante las instancias de procuración de justicia, Laura se vuelve activista en una Organización No Gubernamental de búsqueda de personas no localizadas, bajo la figura de desaparición forzada y exige el regreso con vida de sus familiares.

“Es una primera consigna de dignidad, porque nuestros familiares no eran, no son delincuentes y porque son personas honestas que siempre nos hemos dedicado a trabajar al cultivo del aguacate”, remata Laura María Orozco, a ocho años de enfrentar, junto con su madre, el temor, la incertidumbre y la tragedia.

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