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Antes de escribir un libro nunca pienso en cómo lo escribiré sino en cómo lo construiré.
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Charla con Luis Panini | Autor de La hora mala
La sociedad mexicana ha optado por la indiferencia para poner distancia entre ella y el horror que se ha vuelto cotidiano. Indiferencia por el dolor ajeno. Apenas una exclamación cuando se escucha en la radio que han encontrado otra cabeza cercenada, otro colgado. El joven Luis Panini ha escrito una novela lúdica, filosófica y con mucho humor negro que parte de esta conducta: La hora mala.
Arquitecto de oficio, cosa que se manifiesta en la impecable construcción de los diálogos y los cuadros casi teatrales que componen con la novela, señala que hay otro tema ligado al de la indiferencia.
La anécdota de la que parte es engañosamente sencilla: un hombre cae de lo alto de un edificio. Como suele suceder en estos casos, una pequeña multitud empieza a revolotear en torno al cuerpo. Pasada la sorpresa, los personajes en torno al cadáver elucubran respecto a si fue un accidente o un suicidio y terminan juzgando moralmente al difunto… si merecía o no haber sido asesinado, si de casualidad no sería el mismo que había violado a una niña en días recientes. Todo esto ocurre en apenas una hora.
Lectura en voz alta
¿Cómo logra Panini “cronometrar” esa hora en 168 cuartillas?
“Mediante un ejercicio de lectura en voz alta —dice— que realicé cientos de veces. Para dividir cada capítulo tuve que, como bien lo dices, cronometrar cada uno de los diálogos, no incluir las acotaciones narrativas y estimar el tiempo que tomaría cada una de las acciones de los personajes. De esta forma la novela quedó dividida en minutos”.
“La novela comienza a las 3 pm y termina a las 4 pm —continúa el también autor de El uranista—. La historia de los personajes se reduce a ese microcosmos. Lo que hicieron antes del inicio y lo que harán después es irrelevante para la novela y representó otro reto porque es difícil enganchar a los lectores cuando los personajes no cuentan con antecedentes que pudieran justificar la toma de decisiones de cada uno. La manera cómo intento acercar al lector a los personajes es mediante una suerte de espejos. Son arquetipos. Cada lector podrá verse reflejado, aunque sólo sea fugazmente, en uno de ellos”.
Le digo a Luis que estoy de acuerdo con el también narrador Antonio Ramos Revillas cuando dice que su novela va mucho más allá del lugar común de las temáticas generalmente abordados por autores del norte, excepto por ese tercer elemento, también muy presente, que es el miedo. Es evidente que estos personajes lo sienten, aunque se trate de un cadáver.
“En mi escritura —dice— un lector no podrá encontrar las estéticas frecuentadas en la llamada literatura del norte. No quiero decir que las rechazo, simplemente no emanan de mí porque no forman parte de mi imaginario. Sería deshonesto de mi parte emularlas porque ya no podría vincular esa escritura con el cauce natural de mi creatividad. Mientras escribía La hora mala no pensé en la violencia aplastante que ha sumido a la nación en una especie de círculo infernal cartografiado por Dante. O quizá estoy equivocado. La indiferencia que permea las páginas del texto es, hasta cierto punto, nuestra incapacidad de asombro que hemos desarrollado después de estar expuestos a niveles de violencia que sólo deberían existir en la ficción”.
La escritura activa es fugaz
La tendencia a creer que los extraños son una amenaza latente, que nada bueno puede esperarse de alguien que sufra una muerte violenta… un suicidio… un asesinato. Los mismos medios de comunicación se muestran suspicaces ante este tipo de circunstancias. ¿Qué nos dice La hora mala al respecto?, le pregunto a Luis.
“La velocidad con que recibimos la información el día de hoy, aunada a la cantidad abrumadora de datos, nos obliga constantemente a generar opiniones y juicios de valor casi de forma instantánea. Muchas veces no contamos con tiempo o ánimo para estimar si la información que nos llega proviene de fuentes fidedignas. La ausencia de compasión y falta de empatía nacional es culpa de todos. Tú mismo la fomentas cuando no le cedes el paso al peatón en un paso de cebra; cuando encuentras una cartera tirada y asimilas ese hecho como un suceso afortunado sin pensar en las consecuencias que podría tener para quien la perdió. Como individuos aún podemos hacer algo al respecto, como sociedad estamos más allá de la solución”.
La arquitectura y yo
Pregunto a Panini hasta qué punto influye en su escritura —estructuralmente hablando— el hecho de ser arquitecto.
“Antes de escribir un libro —responde— nunca pienso en cómo lo escribiré sino en cómo lo construiré. La arquitectura es una presencia constante en mi escritura, incluso a nivel urbano. El espacio físico en mis textos tiene una carga casi protagónica debido al simbolismo que tiendo a concederle. Esa «casi esquina» de La hora mala no es un espacio arbitrario. Fue el resultado de pensar una y otra vez por qué la historia funcionaría mejor en ese lugar tan específico y no en una esquina o a mitad de la manzana. Esa escritura pasiva, ese «pensar» la historia exige una labor de años en contraposición con la escritura activa, que es fugaz”.
En la contraportada de La hora mala se dice que Luis sigue los temas de Kafka y Juan José Arreola, pero el autor que me “asaltó” durante mi lectura fue Samuel Beckett.
“El humor negro y el absurdo —comenta Luis— son dos pilares en mi escritura. Mi capacidad para reírme de la muerte es lo que me identifica como a un autor inequívocamente mexicano a pesar de sólo haber residido en el país la mitad de mi vida (actualmente reside en Los Ángeles). Más de una vez me han preguntado cómo definiría a mi escritura en una sola palabra y la respuesta siempre es la misma: hiperbólica”.
“Alguna vez se destacó —agrega— que tiendo a trivializar lo dramático y a dramatizar lo trivial. En este sentido algo le debo a Kafka, aunque el checo transformaba la pesadilla en la norma y viceversa. Beckett es grandioso, sí. También lo es Ionesco. En las obras de ambos existe un andamiaje de erudición envidiable. Menciono lo anterior porque muchos autores que favorecen el absurdo buscan, invariablemente, salidas fáciles y rutas falsas. Y si algo sostiene al absurdo es la lógica imperante. Si vas a transgredir la lógica tienes que comprender cabalmente la situación absurda que deseas plantear. El absurdo que no va más allá del absurdo es aburrido y reprochable”.
Luis Panini nació en la ciudad de Monterrey en 1978 y La hora mala está publicada por Tusquets, México, 2016.

