Por Bernardo González Solano

En 134 días se sabrá quién es el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América. La Unión Americana ya ha contado con un católico y con un mulato (afroamericano dicen los exquisitos), como mandatarios, pero todavía no con una mujer después de 56 elecciones presidenciales. Es posible que el 8 de noviembre próximo —martes de comicios como acostumbran al norte del río Bravo—, una mujer pueda llegar a la Casa Blanca, 97 años después de que se reformó la Constitución estadounidense para que las mujeres pudieran votar. En 1919 se incluyó esa enmienda y ese año, precisamente, fue cuando nació la madre de Hillary Clinton —Dorothy Howell Rodham, (4 de junio de 1919 —1 de noviembre de 2011); el padre fue Hugh Ellsworth Rodham, (2 de abril de 1911—7 de abril de 1993—), de la virtual candidata presidencial demócrata, Hillary Diane Rodham Clinton (Chicago, 26 de octubre de 1947), por el partido político más antiguo en la tierra del Tío Sam. Desde 1887, cuando Susana Madora Salter fue la primera alcaldesa de Kansas, ninguna otra mujer estadounidense había llegado tan lejos en la política de Estados Unidos como Hillary Clinton.

Gane o pierda, Hillary Clinton, la esposa del 42º presidente estadounidense William (“Bill”) Jefferson Clinton (né William Jefferson Blythe III, 19 de agosto de 1946, en Hope,  Arkansas), que al terminar su mandato dejó un superávit de 559,000 millones de dólares y una aprobación a su gestión de 76%, la más alta para un mandatario de EUA desde la Segunda Guerra Mundial, ya pasó a la historia. Nada más, nada menos. Hillary sería candidata demócrata cuando la nomine la Convención de Filadelfia (Pensilvania), entre el 25 y el 28 de julio próximo. Lo mismo sucedería con el aspirante del partido del elefante, Donald Trump, en la Convención Republicana en Cleveland (Ohio), del 18 al 21 de julio. Solo que sucediera una catástrofe (Dios no lo quiera), ambos candidatos no llegarían al último round.

En contra de lo que Hillary esperaba, su candidatura se complicó por la competencia del senador Bernie Sanders que aunque sabe de antemano que la ex Secretaria de Estado ya cuenta con el número suficiente de delegados (2,765 de los 2,383 necesarios), decidió luchar hasta la convención, aunque ya declaró que hablará con su competidora para concertar una lucha a fondo para vencer a Trump.

La verdad sea dicha, no le ha sido fácil a esta empecinada mujer conseguir la nominación demócrata. Lleva más de 40 años en las lides políticas. En 1992, cuando Bill ganó la presidencia, la futura primera dama decía a los electores que “votaban a dos por el precio de uno”: “una copresidenta”.

En el 2000, un año antes de los atentados terroristas en la Gran Manzana, fue electa senadora por Nueva York, y en 2008 intentó ser la abanderada del Partido Demócrata a la Casa Blanca. Partió como favorita, pero le salió al camino un senador por Illinois, Barack Hussein Obama, que rápidamente ganó la simpatía popular gracias al descontento con el statu quo, que la derrotó de calle para convertirse en el primer “afroamericano” que llegó a la sede presidencial en Washington. El país de la esclavitud de los negros y la segregación racial cerraba varios capítulos de su historia, aunque no por ello se le perdonaban todos sus pecados. El presidente Obama, no quiso desperdiciar las capacidades de Hillary Clinton y para su primer periodo la nombró Secretaria de Estado.

Por voluntad del destino y el apoyo de los miembros del Partido Republicano (PR), el rival de Hillary en los próximos comicios de noviembre es la antítesis de los valores y la visión de EUA y el mundo que Rodham Clinton representa. La misoginia, la insolidaridad, el aislacionismo y la arrogancia en política exterior son los principios que no solamente defiende sino de los que presume el boquiflojo Donald Trump. A lo largo de estos largos meses de precampaña, la inteligente abogada aprendió que no hay que minusvalorar a Trump; 16 contrincantes republicanos no lo entendieron así y uno tras otro fueron derrotados. Hillary sabe que tiene en la bolsa la candidatura demócrata, pero aún tiene que ganar la última batalla: la de la Casa Blanca, donde espera vivir a partir del mes de enero próximo, acompañado de su esposo Bill Clinton. Lo importante no es solo que la señora Clinton sea la primera mujer en ser candidata presidencial sino que culmine su carrera como titular del poder Ejecutivo.

Para Hillary, ganar la primaria en el estado de California, el más poblado y progresista del país, fue el colofón a una campaña de más de un año y un largo y complicado proceso de asambleas electivas (caucus) y primarias. Toda esta cadena comenzó el mes de febrero pasado en las heladas llanuras de Iowa y acabaría definitivamente el martes 14 de junio —día que redacto esta crónica—, con unas primarias testimoniales de la capital, Washington.

La postulación de la ex senadora neoyorquina por lo menos colocará a la Unión Americana al nivel de muchos otros países, como el Reino Unido, Israel, Alemania, Argentina, Chile, Brasil, Costa Rica, Liberia, etcétera.

Aunque en muchos sentidos EUA ha sido ejemplo para el avance de la mujer en la vida familiar y en la pública, tratándose de la presidencia está rezagado, no obstante que Victoria Woodhull fue la primera estadounidense candidata a la Casa Blanca  en 1872,  apoyada por un pequeño grupo cuando las mujeres de este país todavía no tenían el derecho a votar en las elecciones presidenciales. Si Hillary gana sería la primera presidenta en los 240 años de historia de la Unión Americana. La anterior fue ella misma cuando perdió en 2008 frente a Barack Obama.

Inexplicablemente el sector femenino en el país del Tío Sam  ocupa menos del 25% de los cargos legislativos del Congreso de la Unión y de las legislaturas estatales, y poco mas de diez de las 100 grandes urbes del país cuentan con alcaldesas. Para Ripley. De acuerdo a la organización Fair Vote, al ritmo actual, Estados Unidos alcanzaría la paridad en 500 años. Tras conocer los datos del último ciclo electoral, la directora del Centro por las Mujeres Americanas en Política (CAWP), denunció en 2015: “Las mujeres siguen estancadas en el mismo sitio donde han estado en los últimos 240 años…Para que lleguen más alto necesitamos más candidatas”.

Los datos lo dicen todo: en Estados Unidos hay 84 legisladoras (el 19.3%) en la Cámara de Representantes, 20 (el 20%) en la de Senadores y seis gobernadoras de un total de 50 Estados. La primera mujer negra que intentó ser candidata a la presidencia fue Margaret Chase Smith que buscó la nominación republicana en 1964 y recibió 227,000 votos en las primarias, y fue derrotada ante Barry Goldwater. Por ese tiempo, Hillary, a los 17 años de edad, fue voluntaria en la campaña de Goldwater.

Es decir, la ahora aspirante demócrata no empezó ayer su carrera política. En suma, 35 mujeres han intentado convertirse en presidentas de los Estados Unidos de América, incluyendo a la esposa del famoso Bill Clinton. Por ello, cuando Hillary supo que contaba con los delegados suficientes para ser nominada, recordó emocionada a su madre y dijo: “Ojalá pudiera estar aquí para ver a su hija ser la nominada por el Partido Demócrata”.

Mientras Hillary cuenta con el apoyo del Partido Demócrata, de un ex presidente, Bill Clinton, su esposo, y de un mandatario en funciones, Barack Obama, que harán campaña en su favor, sólo le falta que su adversario en las primarias y caucus, el senador por Vermont —uno de los estados más pequeños de EUA—, Bernard “Bernie” Sanders (Brooklyn, 8 de septiembre de 1941), admita oficialmente su derrota y la apoye en la dura campaña que la enfrentará con el republicano Donald Trump.

Por su parte, aunque Donald Trump fue la “sensación” en esta precampaña electoral, actuando fuera de las reglas tradicionales de la política republicana, su triunfo ha dividido al Partido Republicano y a la propia ciudadanía estadounidense. Al principio muchos se burlaban del estrambótico personaje, ahora le temen y en un descuido podría, incluso, llegar a la Casa Blanca.

No obstante, los dos últimos ex presidentes republicanos, George Bush, padre e hijo, y el fallido aspirante, ex gobernador de Florida, otro Bush, Jeb, así como el último candidato republicano, Mitt Romney, no quieren saber nada del jaquetón empresario Donald Trump, y los dirigentes del PR lo apoyan sin mayor entusiasmo. Como sea, Trump y Sanders sirvieron para que esta campaña presidencial no fuera aburrida como en ocasiones anteriores.

Cuando los dos partidos más importantes de Estados Unidos saben quiénes serán sus candidatos presidenciales, el país entró en estado de shock el pasado 12 de junio, por la mayor matanza en la historia de ese país después de los atentados terroristas en las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001. Por lo menos 50 personas fueron asesinadas y heridas otras 53, en un club para homosexuales en Orlando, Florida, por un joven de 29 años de edad, Omar Siddique Mateen, estadounidense hijo de afganos, que disparó infinidad de ocasiones en contra de los que estaban en el local con armas de alto poder.

La masacre, ocurrida en medio de la campaña presidencial, en una oleada homofóbica en casi todo EUA, origina todo una serie de consecuencias políticas sin fin, lo que agrega otro elemento a la elección del sucesor de Obama. Y, el Estado Islámico, por si faltara algo, se apropió de la masacre y Donald Trump trata de sacar raja de este absurdo derramamiento de sangre. Y faltan 134 días para llegar al desenlace: ¿quién será el próximo presidente de Estados Unidos? VALE.