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Los ciudadanos (por fin) se dieron cuenta de que son ellos y sólo ellos quienes pueden poner y quitar los partidos y a sus candidatos.
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Elecciones 2016

En tiempos electorales, sobre todo cuando la voluntad ciudadana ya se manifestó en las urnas, es muy común leer o escuchar aquel aforismo que reza: “el éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano”. Y así es. A casi una semana de que se llevaron a cabo elecciones en 13 entidades, una vez dados a conocer los resultados que ya todos conocemos, es fácil identificar, por sus actitudes y sus discursos, a quienes ganaron y a quienes perdieron.

Sin embargo, más allá de los triunfos y las derrotas, resulta de particular importancia darle una lectura asertiva al nuevo tablero político que se empezará a manifestar en México a partir de septiembre próximo, mes en el que muchos de los gobernadores, alcaldes y diputados electos comenzarán a ocupar sus nuevas posiciones. Y es que, aunque muchos lo duden, lo que ocurrió el pasado domingo 5 sí tendrá un efecto contundente de cara a lo que se vivirá en 2018.

¿Por qué ganaron los que ganaron y por qué perdieron los que perdieron? Es una pregunta que ya muchos analistas y especialistas respondieron a lo largo de la semana que recién transcurrió. Pero hay algo que muchos de aquéllos que editorializan a través de su voz o de sus plumas a lo que no le han dado preponderancia alguna: hoy como nunca, y a las pruebas me remito, aquél que en México posee una credencial para votar con fotografía entiende la importancia y el enorme peso que implica el poder de sufragar. Hoy como nunca, en nuestro país los ciudadanos (por fin) se dieron cuenta de que son ellos y sólo ellos quienes pueden poner y quitar los partidos y a sus candidatos. Hoy como nunca, el activo más importante que posee la política no son los partidos ni sus abanderados, como durante décadas lo habían creído. ¡Nada de eso! El activo de mayor relevancia en la política se llama Juan Pueblo.

Con su voto y con su expectativa, los ciudadanos dejaron muy en claro que quieren un cambio (de forma y de fondo) en Aguascalientes, en Chihuahua, en Durango, en Oaxaca, en Quintana Roo, en Sinaloa, en Tamaulipas, en Veracruz. Está más que claro que acudieron a las urnas cargados de ilusión y de expectativa, pero también movidos por la desilusión, porque en mayor o menor medida a ellos les queda claro que no se les cumplió de la misma manera como se les prometió.

Los actuales son momentos en los que aquéllos que ganaron celebran (algunos eufóricos y otros mesurados) y aquéllos que perdieron reflexionan y analiazan las causas por las cuales fueron doblegados a golpe de sufragios. Sin embargo, para los triunfadores también debe ser éste un parte aguas para hacer una introspección en la que deben concederle espacio a que en varios de los casos ganaron elecciones formando binomios ideológicamente inconcebibles y también echando mano de personajes que hasta no hace mucho pertenecían a los ejércitos de aquéllos que hoy derrotaron y que consideran sus enemigos mortales.

yalessandrini1@gmail.com

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@yalessandrini1