[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h5″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=“#000000 icon=” icon-quote-left” ]
El triunfo de los Yunes y los Murat es resultado de la despolitización general.
[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]

Elecciones 2016

Por supuesto, el partido más vapuleado en las recientes elecciones ha sido el PRI, en tanto que Acción Nacional se presenta como ganador absoluto. Sin embargo, el PAN resultó defenestrado en Sinaloa, Oaxaca y Tlaxcala, lo que más allá de los números muestra un profundo malestar ciudadano y una más que inestable política de alianzas.

No cabe minimizar la contundente derrota del PRI, pero parece por lo menos injusto cargarle todo el costo a Manlio Fabio Beltrones, líder del expartidazo. La ciudadanía expresó su hartazgo por la corrupción, la ineptitud gubernamental, la inconsciencia e inconsistencia de autoridades que no atinan a entender dónde y cómo están paradas.

En Veracruz, los priistas pagaron el precio de encumbrar a un inepto como gobernador, un tipo indolente e impolítico que ha sido repetidamente señalado como corrupto; un hombre que debe responder por el asesinato de periodistas, por su pretensión de ahogar financieramente la Universidad Veracruzana y por su proverbial valemadrismo hacia la opinión pública.

Ya en el cargo, Javier Duarte dio tempranas muestras de su incompatibilidad con el cargo, pero fue hasta el último año cuando se especuló que sería “renunciado” para que el tricolor salvara del naufragio lo salvable. Pese a todo, se consideró que dejarlo ocasionaría menos daño, lo que constituyó un error craso si nos atenemos a los resultados.

El PAN debe saber que hay triunfos que no deben celebrarse. El de Veracruz es de ésos. Su candidato ganador, para más señas expriista, tiene una fortuna que no empata con sus ingresos de toda la vida, lo que despide un fuerte tufo a corrupción. Para colmo, son bien conocidas sus ligas con la red de pederastia de Succar Kuri y socios, lo que tampoco permite entender su triunfo. Para colmo, su campaña fue una nutrida guerra de lodo y excremento de la que salió más que embarrado. Y aún así, se dice que los veracruzanos votaron por él.

En Sinaloa y Oaxaca, los mandatarios expriistas llevados al cargo por la coalición PAN-PRD cambiaron de chaqueta a mitad del viaje y optaron por pactar con el gobierno federal. No resolvieron nada, pero sí se malquistaron con sus aliados sin conseguir un apoyo efectivo del priismo. Los números hablan elocuentemente de su fracaso, como también se observa en Tlaxcala.

En general, los fracasos del PRI se explican porque el derroche, la ostentación y el desastre administrativo contrastan con la pobreza generalizada del país, donde dos de cada tres familias viven con menos de siete mil pesos mensuales. El triunfo de los Yunes y los Murat es resultado de la despolitización general, de la sobrespotización de un sistema electoral diseñado no para exponer y debatir propuestas, sino para ocultar las intenciones de partidos y candidatos.

¿Y el PRD? Bien, gracias, perdiendo votos y ganando dinero, revolcándose en el estercolero de su ya imparable corrupción. Contrasta Morena porque otros son sus pecados, como el mesianismo, su antidemocracia interna, su verticalidad, su tendencia a recoger basura para construir candidaturas, como lo ilustra el caso de Carlitos Payán, viejo vividor de las causas de izquierda.

En fin, que ni a cuál irle.