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Quien encabece el nuevo gobierno tendrá que afrontar una deuda obligatoria y a tiempo por 8 mil millones de euros.
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Atacará a prevaricadores y delincuentes

 

 

 

Somos el fuego y la leña, somos la llama y la pavesa.

Somos la luz y el calor que hacen retroceder la oscuridad, la humedad y el frío.

Michel Tournier, El rey de los alisos

 

 

 

Madrid.- Del inmovilismo absoluto, paquebote abandonado por viejo e inservible, Mariano Rajoy quiere convertirse en acróbata y aprovecha estos días para brincar por todos lados y direcciones para de un brochazo cambiar el sofá por el avión y el automóvil y echarse unas cervezas con los lugareños de los cuatro puntos cardinales del país.

El presidente en funciones —“yo siempre obedezco a lo que me dice mi director de campaña”— es ahora un atleta veinteañero, juvenil, juguetón, alegre y apapachante con los habitantes de los pueblos que nunca ha visitado y charla con ellos como si fueran amigos de toda la vida con los que se toma un chato y ríe a carcajadas las ocurrencias de sus contertulios.

Con esta actitud, el jefe del Ejecutivo a plazos quiere amarrarse otros cuatro años más como inquilino de la Zarzuela y volver a su habitual estatus donde lo espera el sillón acogedor de toda su vida política.

Por su parte, los partidos que aspiran a manejar el país no se dan abasto y participan en cuanta charla, reunión, junta, entrevista, tertulia y coloquio, también hacen de las suyas. Se suben en taburetes, se sientan frente a una mesa de cristal con el adversario ideológico y convierten el enfrentamiento en dialéctica pasada de moda, conocida, que repiten una y otra vez, todas las que pueden.

La gente, la gente somos nosotros, los que los aguantamos; tenemos una alternativa: no hacerles caso o vivir insomnes interpretando los sesudos comentarios de nuestros posibles dignatarios.

Para variar, el socialista Pedro Sánchez es quien lo tiene más difícil. Tiene que hacer frente a tres vertientes dentro de su propio partido: la presión de las “viejas glorias”, también barcos sin brújula que lo abandonaron para sentar precedentes en prósperas empresas; el ala más radical pero menos idealista del grupo lo representa Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía. Enamorada de los preceptos que defendió en su momento el fundador Pablo iglesias, no se cansa de repetir que el principio único y absoluto de la izquierda es la social democracia que dignamente representan los que encabezan algunas formaciones comunitarias repartidas por la nación.

Por último, Pedro enfrenta a su propio yo que es quien más le reprocha porque tiene que verse con él a diario en el espejo de su casa. Se reclama, el madrileño, si habrá sido conveniente hablar mucho, agredir con razón al PP y ser radical con la derecha inamovible pero a la que se asoció en coalición con Ciudadanos.

Sabe Sánchez que los votantes del PSOE disminuyen lentamente. La suma de ellos no será una catástrofe pero nunca, tampoco, un triunfo arrollador. Si su partido obtiene las 90 curules que logró en las pasadas elecciones puede darse por satisfecho. Pero puede estar casi seguro de que no ocurrirá así. Lo sabe, lo siente, lo palpa, le revolotea en el interior de la cabeza y lo llama a la reflexión y a la lógica.

¿Por qué? Aquí no hay aritmética posible, simplemente porque se han asociado Podemos y la izquierda de Garzón para formar unas nuevas siglas (Unidos-Podemos), que están lanzando zarpazos, no sorpassos, como se dice para menguar el impacto que resulta de tal confrontación cada vez menos clara.

Sánchez tiene, desgraciadamente, todo en su contra. O al menos casi todo porque a su favor sólo estarían aquéllos que huyesen de las garras del neoliberalismo de la nueva ola tan limpiamente representado por el estupendo y varonil Albert Rivera.

Éste lo sabe, le echa leña al fuego, combate a socialistas y Podemos por igual. Descarta afiliarse con alguno de ellos. No quiere hacerlo con Rajoy pero sí con quien pudiese sustituirlo si es que lo encuentran.

Quizá Soraya Sáenz de Santamaría podría ser una solución de última hora que despejase el camino para que los populares pudiesen volver a manejar la nación tan magníficamente como lo han hecho durante los cuatro últimos años.

Esta posibilidad apenas se prevé entre alguno de los populares “pensantes” que se dedican a analizar concienzudamente el porqué de la situación y la forma de cambiar la decisión de los votantes que es tanto como pedir que el sol salga de noche, cuando no le toca.

Los adjetivos peyorativos que se lanzan los contendientes en esta lucha con amarres sedentarios y sonrisas bonachonas ya nadie los escucha. Más bien, no les hace caso, se ríe y el comentario más benigno es “lo de siempre, compadre”. Volvemos a lo de todos los comicios anteriores. Y eso que íbamos a cambiar el país y a fortalecer nuestra presencia geográfica y profética en la Unión Europea.

Por cierto que esta última institución no se acerca a España pero bien que la multa. Ya hemos recibido dos avisos por no cumplir con el déficit y por sobrepasar alguna de las condiciones legales a que deberíamos habernos sujetado.

Sin embargo, será la propia UE la que nos haga salir del marasmo. Después del 26 de junio. Pocos días después u horas, habrá gobierno, sí o sí… o el desastre, pero bien se encargarán los dirigentes europeos que manejan nuestras neuronas de que no ocurran tales desaguisados y que las cosas no lleguen a mayores y no se desborde el río que ya discurre bastante caudaloso.

Los precandidatos, o si quieren ya los candidatos —porque lo son desde hace varios meses aunque no oficialmente—, saben que quien encabece el nuevo gobierno tendrá que afrontar una deuda obligatoria y a tiempo por 8 mil millones de euros que es lo menos que adeudamos al consorcio económico.

Por abajo las manos; por arriba el pensamiento de los funcionarios unitarios trabaja en estos momentos en la manera de buscar una fórmula que el golpe contra España sea el menor aunque sí importante porque no se puede jugar con 28 naciones “democráticas”, “ejemplo de dignidad” en el caso de los refugiados.

Rivera es el más plano de los cuatro. A las damas que cosen y planchan las distrae; a las que trabajan en dos o tres partes, las aturden y no alcanzan a comprender su afán de poder pero la gente madura, sentada ya en otro sillón parecido al de Rajoy, sabe muy bien que el catalán busca la presidencia del gobierno, no ahora sino dentro de cuatro años.

Además, intenta minar en el hemiciclo y durante las sesiones de Congreso todos los argumentos que la derecha presente y atacará ferozmente a los prevaricadores y delincuentes (que son los mismos que se llevaron el dinero muy lejos de España o que lo tienen escondido en algún desván de los abuelos).

Estas dos últimas semanas de escarceos y ditirambos sólo servirán para fortalecer a los electores que, en su mayoría, ya tienen previsto su candidato.

Nunca descartemos lo que pudiese ocurrir en el último momento. Lo imponderable es un argumento, casi un tópico, pero posible, más en esta espera que desordena simpatías, aleja a amigos y puede originar problemas más graves.