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Ningún partido por sí solo puede ganar la elección; por lo que tendremos que ver alianzas de todo género.
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El panorama político ha cambiado sensiblemente a partir de dos reformas: la primera, que tiene que ver con la modificación al artículo 35 constitucional que abrió la puerta, aun cuando acotada, a las candidaturas independientes; y la segunda, con la aparición de dos nuevos partidos políticos: Encuentro Social y Morena, particularmente este último que ha crecido exponencialmente en los últimos meses.
Aunado a estos actos jurídicos, se presentan consideraciones coyunturales relacionadas con el problema magisterial, con la derrota del PRI en las elecciones para gobernadores, y con el cambio de presidente en los partidos PRD y PRI. Todos estos fenómenos tienden a la dispersión del voto popular y al cambio de percepción de la ciudadanía frente a la elección de 2018.
Afirma Giovanni Sartori que —con el propósito de legitimación política— a un régimen pluripartidista le corresponde la segunda vuelta electoral, cuestión de difícil aprobación en este momento. Esta circunstancia nos permite establecer una primera premisa: ningún partido por sí sólo puede ganar la elección; por lo que tendremos que ver alianzas de todo género, incluso algunas que nos pueden sorprender.
Al parecer el tema de fondo es López Obrador contra el establishment y, en este juego político, pueden suceder hechos inesperados, por ejemplo: que los dos tradicionales rivales en la historia contemporánea, el PRI y el PAN, pudieran llegar a una candidatura presidencial común; pues, a pesar de sus diferencias, en el fondo han coincidido en los últimos años apoyando las reformas neoliberales que llaman “estructurales”.
El Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social muy probablemente se sumarían a ese proyecto; Movimiento Ciudadano no tiene claridad, aunque pudiera volver a mantener una alianza con el PRD o con Morena. El propio PRD pudiera aliarse con Morena, aun cuando se ve difícil. El PT jugará el papel que el gobierno le asigne, pues una vez que la administración federal lo salvó de la pérdida del registro, volvió a ser un partido al servicio del mejor postor.
Como un daño colateral al conflicto magisterial, se han visto lesionadas las candidaturas de Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño. El cambio de presidente de los institutos políticos implicó nuevas alineaciones: en el PRD la presencia de Alejandra Barrales está influida por el grupo que encabeza Ángel Mancera, y en el PRI la designación de Enrique Ochoa Reza se sitúa en la influencia de Luis Videgaray.
¿Cómo podrían juntarse el agua y el aceite?, es decir, ¿cómo podría darse una coalición PAN-PRI? Esto sólo podrá suceder si las fuerzas internas y externas calculan una posible victoria de López Obrador y, para frenarla, aparezca ese raro bloque.
Sin embargo, ¿quién podría unificar esa coalición? La respuesta no es difícil, el único personaje cercano al presidente Peña Nieto y que permanece sin definir su militancia partidaria es José Antonio Meade Kuribreña, quien además de estar acreditado con las importantes responsabilidades que ha tenido, ha sido un servidor público honesto y capaz.
Parece una fantasía o hasta una locura hacer este ejercicio de prospectiva política, sin embargo, si analizamos los factores y la estructura, podríamos estar adivinando el porvenir.