Le dicen Guerra de Irak, pero en realidad fue una invasión. Sin embargo, en ella también participó Gran Bretaña y fue la primera ocasión que lo hizo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Fue en 2003 cuando el primer ministro Tony Blair pidió a la Cámara de los Comunes apoyar un ataque multinacional al lado de Estados Unidos para supuestamente desarmar a Saddam Hussein, de quien se decía había acumulado suficientes armas de destrucción masiva como para hacer volar Medio Oriente. Tras la incursión militar ocurrida en marzo de ese año, los inspectores de las Naciones Unidas constataron no haber encontrado el arsenal. Este miércoles, se presentó el Informe Chilcot, que resume siete años de investigaciones sobre la participación británica en la campaña de Irak. Entre otras cosas, John Chilcot, encargado de las investigaciones, destacó que Blair prácticamente “arrastró” al Reino Unido a un guerra sin antes haber agotado las opciones pacíficas, motivado por informes dudosos y en apoyo a una política belicista del entonces presidente estadounidense, George W. Bush, a quien en una carta enviada ocho meses antes de la ocupación, le aseguraba “Estaré contigo pase lo que pase”.

Blair pidió disculpas y expresó su arrepentimiento, sin embargo, también se defendió argumentando que, en ese momento, Saddam Hussein “era capaz de realizar acciones impredecibles y catastróficas”.

Por su parte, el actual primer ministro David Cameron, salió en defensa de Blair al afirmar que “todos los que votamos a favor de atacar Irak, debemos asumir nuestra parte justa de responsabilidad”. A su vez, el líder laborista, Jeremy Corbin, señaló que la decisión ocasionó una división en la Cámara y enemistó al gobierno con la mayoría del pueblo británico, el cual no quería apoyar lo que se consideraba como un “acto de agresión militar basado en un pretexto falso”. Corbin también indicó que esta acción trajo como resultado que el terrorismo se extendiera en la región, en lugar de proteger al pueblo iraquí. El equipo de expertos que participó en el análisis y evaluación del Informe Chilcot, tuvo que revisar más de 15 mil documentos del gobierno británico, esencialmente durante la administración Blair.