Y ocurrió como una mala broma, después de que le habían fabricado un traje a medida y de una campaña de medio, una mayoría pírrica, pero mayoría al fin, decidió que el Reino Unido debe salir de la Unión Europea y entonces se encendieron las alarmas y es que la Gran Bretaña no es Grecia y puede significar el inicio del fin de un proyecto en el que las élites europeas, han invertido mucho y en el que está en juego su supervivencia en el nuevo escenario global.
El pasado 23 de junio se llevó a cabo el histórico referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea y a pesar de que la propaganda y las encuestas pronosticaban un ligera ventaja a la opción de permanecer en la Unión, ganó la opción de salir (Brexit) con un 51,9 por ciento.
El golpe político y económico  fue enorme y repercutió en todas las bolsas del mundo, pero sobre todo incrementó la incertidumbre sobre la viabilidad de la Unión Europea, incluso los escenarios más catastróficos pintaban el desmoronamiento europeo y el regreso de los estados nacionales, entre otros componentes del pasado. Y es que el Reino Unido representa al segundo socio más importante en ese proyecto europeo, club al que pertenecen las élites más relevantes de viejo continente.
No es poca cosa, es un proyecto que tiene varias décadas (seis) y que, pese a que privilegia los componentes económicos y financieros, sobre lo social y humanitario, ha permitido a sus estados socios, convivir en paz y enfrentar unidos los procesos de la globalización, en un sistema económico depredador que vive en constantes crisis.

El modelo se ha seguido aplicando, pese a las protestas de mayorías nacionales que han sido marginadas. Grecia es un claro ejemplo, pero ahora le tocó a un socio esencial, con una importancia estratégica en lo económico, lo financiero y en lo militar y por lo tanto, las convulsiones serán más duras.

Al igual que el caso griego, la opinión expresada en las urnas, será transformada, no como con el pueblo heleno, porque su peso específico es menor y la arrogancia de los poderes que dominan Europa se ensañaron con ese país, pero desde luego que harán lo imposible por tapar el boquete que se abrió con la consulta.

El esquema ya se dibuja, David Cameron, primer Ministro inglés, anunció su dimisión para octubre, pero advirtió que no activará el ahora famoso artículo 50 del Tratado de la Unión Europea que establece un periodo de dos años para que un socio negocie su salida del club. Dos años parecen poco para negociar más de 60 mil hojas de acuerdos que han firmado los socios, muchos de los cuales el Reino Unido ha sido impulsor. Dos años también es un buen periodo de tiempo para darle la vuelta a la tortilla y cambiar el actual escenario desolador y para ello la maquinaria ya está en marcha. Mientras algunos gritan que se vayan y otros se lamentan, la mujer más poderosa del planeta, la canciller alemana Ángela Merkel, fue muy clara, al señalar que el voto en contra es “un punto de inflexión”, pero se debe actuar con “calma y moderación”.

La votación dejo una cosa clara, el Reino Unido es un país dividido, en el que tres cuartas partes de la población joven entre 20 y 50 años quiere permanecer en la Unión Europea y una mayoría de adultos mayores quiere regresar a un pasado nacional, libre de movimientos migratorios que trastoquen su sentimiento de “seguridad”.
Curiosamente, fue el  presidente ruso Vladimir Putin quien más fríamente lo expresó al referirse al Brexit, dijo a la prensa que “nadie quiere alimentar y subvencionar economías débiles, mantener a otros Estados y pueblos enteros” y agregó, “parece que la gente está descontenta con las decisiones en el ámbito de la seguridad, que el día de hoy se ha acentuado bruscamente debido a los potentes flujos migratorios. En efecto, muchos en Europa creen que la inmigración es el principal culpable de la reducción del estado de bienestar, de la escasez de trabajo y la reducción de salarios.

Algunos piensan que la globalización es reversible, que se puede regresar a los viejos estados-nación, cuando es evidente que la tierra se nos hizo pequeña y hace tiempo que las viejas estructuras ya no funcionan. Con Grecia quedó claro que la democracia en Europa ya poco importa
La maquinaria ya se mueve para controlar el desperfecto, si es necesario se aflojara un poco la cuerda neoliberal que aprieta los cuellos de los estados miembros, pero el proyecto seguirá. El Reino Unido es una pieza fundamental de la alianza atlántica que comanda Estados Unidos y a pesar de las voces que hablan de reversibilidad, el Reino Unido se va en este lapsus que puede durar dos años, pero se queda en la realidad. Al tiempo.