Como era de esperarse y después de allanarle el camino, la Convención Demócrata recibió la aceptación de Hillary Clinton a la nominación presidencial. Con un discurso salpicado de elementos históricos, en los que destacó a los padres fundadores de Estados Unidos, quiso inducir a una lucha frontal contra su rival republicano Donald Trump, quien por el momento la supera en popularidad. Una situación que tendría que torpedear desde este momento si es que busca al menos equilibrar la balanza. “¿Tiene Donald Trump el temperamento para ser comandante en jefe?”, dijo. “Sólo imagínenlo en el Despacho Oval enfrentándose a una crisis real”.

Trump ha sido señalado como una persona inexperta en política exterior, lo que muchos expertos consideran que podría ser su talón de Aquiles. Ante ello, Clinton aprovechó ese elemento para exhibirlo por su ineptitud geopolítica al recordar acciones de personajes de la política estadounidense como Jackie Kennedy y la crisis de los misiles de Cuba. O como Franklin Delano Roosevelt de quien, tomando ejemplo de su serenidad para enfrentar la Segunda Guerra Mundial, dijo: “No tenemos miedo. Estaremos a la altura del desafío, como siempre lo hemos estado”.

Clinton calificó las elecciones más como un referéndum contra Trump, que como un proceso electoral directo. Algo así como un Trumpxit, en alusión al Brexit, donde el pueblo estadounidense decidirá si se queda dentro de la propuesta del magnate rubio. O toma su distancia y se aleja en beneficio de una real y auténtica posesión estadounidense que busca la permanencia en la hegemonía bajo un liderazgo firme, en un momento en que el mundo se debate en la turbulencia global.

La respuesta de Trump no se hizo esperar. En un mensaje por redes sociales, el millonario republicano ventiló a la ex secretaria de Estado como una persona temerosa que no es capaz de reconocer que el modo de vida americano está bajo amenaza del Islam radical. “Clinton no logra ni siquiera pronunciar esas palabras”, dijo en un tuit. También la destapó como una propiedad de Wall Street, de ese poderoso “establishment” al que ella prometió y aseguró que va a reformar y controlar. La Casa Blanca ya abrió las apuestas.