El proceso electoral en Estados Unidos entró en su segunda etapa al celebrarse las Convenciones Nacionales de los partidos Republicano y Demócrata. Lo que hasta hace seis meses parecía lejano e improbable se consumó ya: Donald Trump es el abanderado Republicano a la presidencia.

La candidatura presidencial de Donald Trump es una mala noticia para el mundo, pero lo será aún más para las y los mexicanos, los latinos, los indocumentados y otras minorías que viven en Estados Unidos. Ese personaje encarna la extrema polarización política que crece cada día en nuestro vecino del norte. Su ascenso político le da mayor fuerza a las visiones ultraconservadoras alimentadas por un discurso de rechazo a la globalización y pluralidad cultural, que deviene en proteccionismo y racismo de una parte de la sociedad norteamericana que, en noviembre próximo, conoceremos si es o no mayoría en las urnas.

Los ejes discursivos del abanderado Republicano se han centrado en mostrar que él es la única opción para afrontar las amenazas internas y externas que pesan sobre Estados Unidos. A pesar de las resistencias durante la Convención Republicana, ésta aprobó la plataforma política que incluye la polémica propuesta de construir un muro fronterizo con México; impulsar una política más proteccionista; rechazar el matrimonio homosexual y combatir otras amenazas como la pornografía.

El tema de los indocumentados, principalmente latinos, marca una distancia insalvable entre el electorado hispano y el Partido Republicano, situación que ocupó muchas horas a los estrategas de este partido porque en las dos últimas elecciones presidenciales, este sector demográfico creció y también su importancia electoral, que se inclina mayoritariamente del lado Demócrata.

Los latinoamericanos representan el 17 por ciento del total de la población de los Estados Unidos, con 55 millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños que viven en ese país. Se espera que más de 14 millones de latinos acudan realmente a votar en noviembre próximo.

Trump redujo considerablemente el apoyo hispano con su discurso que culpa a la población latina, mexicana en particular, de entrar a los Estados Unidos para robar, cometer violaciones y otros delitos, además de quitar las fuentes de empleo que le corresponden a los “auténticos norteamericanos“.

La construcción de un muro a lo largo de toda la frontera con México, a cargo, según Trump, de los propios mexicanos mediante el bloqueo o creación de un impuesto a las remesas que se envían desde Estados Unidos, no es más que un nivel extremo del discurso conservador que el Partido Republicano ha tenido desde hace décadas, apoyando la construcción de estas estructuras como medida para frenar la inmigración ilegal.

Los diversos muros fronterizos que ya existen en California, Nuevo México, Arizona y Texas, algunos desde hace 25 años, no han reducido el ingreso de indocumentados, por el contrario, acentúa el tráfico de  personas, incluso ahora de niños, y hace más riesgoso el cruce.

El proteccionismo y aislacionismo que pregona Donald Trump aflora cuando amenaza con sacar a Estados Unidos del TLCAN, usando de pretexto que provocó el cierre de fábricas y pérdida de empleos. Lo que legalmente podría iniciar Trump sería un proceso que pasa por las dos Cámaras del Congreso estadounidense, para invocar el artículo 2205 del Tratado y anunciar su retiro con seis meses de anticipación.

La posibilidad de que Donald Trump llegue a la Casa Blanca se ve reducida según la encuesta más reciente de Reuters/Ipsos que le da ventaja a Hillary Clinton, 46 por ciento, sobre Donald Trump, 33 por ciento; con un 21 por ciento de probables electores que aún no deciden su voto. Atrás de él se concentra la necesidad de culpar a “otros” de los males propios, se aglutina la retórica contra los inmigrantes y la comunidad latina, haciendo abstracción del enorme aporte económico que representa para las economías de muchos estados de la Unión Americana.

*VICEPRESIDENTE DEL SENADO DE LA REPÚBLICA.

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