Muchas veces la ficción toma ejemplo de la realidad. Si usted recuerda películas como K2, Límite Vertical o la más reciente de 2015 titulada Everest, se daría cuenta de que las expediciones alpinas juegan un papel muy importante no sólo a nivel personal o deportivo, sino por las ventajas que los expertos obtienen de la exploración geográfica, la cual ayuda a determinar el grado de desgaste que ocasiona el cambio climático en las montañas, a precisar cambios orográficos o simplemente para captar imágenes de vistas que pueden tener valor artístico, científico y hasta estratégico.

Lo decimos porque nuestro país vive una tragedia alpina, luego que dos montañistas mexicanos fueran declarados desaparecidos durante un ascenso al monte Huascarán, ubicado en Perú, el cual es considerado como uno de los más altos del mundo. Este jueves, se dio a conocer que tres mexicanos formaban parte de un grupo de ascenso a este macizo montañoso, el cual fue iniciado el martes pasado. Los integrantes de la expedición son los montañistas chihuahuenses Carlos Belkotosky Rascón, José Mendoza Paulín y Rubén Jaén Castaño. El terceto azteca se encontraba en tierras peruanas para concluir una expedición iniciada el 12 de julio pasado, la cual incluyó las montañas Urus y Tocllaraju, previamente, y esperaban concluir este miércoles con el ataque al Huascarán. El equipo inició su movilización el martes por la madrugada, acompañados por algunos guías, asistentes de guías y personal de carga. La ruta que escogieron era la más difícil conocida como La Canaleta y, por ello, la culminación de un gran esfuerzo. Pocas horas después de iniciar el ascenso, la expedición hizo contacto con una avalancha (10:15 a.m.) a casi 6 mil metros de altura.

Según reportes de la Organización Chihuahua al Huascarán, tanto el grupo de connacionales como otra expedición española se vieron afectados por el fenómeno natural. El resultado fue la desaparición de dos de ellos, Carlos Belkotosky Rascón y José Mendoza Paulín, mientras que Rubén Jaén Castaño, quien resultó lesionado, pudo ser rescatado por un grupo de alpinistas austriacos que descendía tras concretar su ataque. La última ubicación fue en la región conocida como Ancash, al noreste de Perú, específicamente a 6 mil 768 metros de altura.

Entre los deportes más peligrosos del mundo, el alpinismo se encuentra en el tercer lugar, sólo superado por el rodeo y la inmersión submarina. Cualquiera que haya intentado tan sólo escalar el Popocatépetl en un montañismo recreativo sabe lo valioso que es realizar hazañas como éstas. La disciplina previa a la formación física, la cultura de la comunidad alpina, la emoción que se siente al instalarse en los refugios, la selección del equipo a portar, la adrenalina del primer paso que se da para atacar el ascenso, la solidaridad de los alpinistas cuando se encuentran en problemas, etcétera. Ante ello, el staff de Siempre! considera que estos tres connacionales deberían recibir un homenaje no una condolencia para sus familiares.

SRE