Referirse a una cruzada hace venir a la mente los tiempos medievales en los que el Papado gozaba de una gran influencia y capacidad de convocatoria por ser el eje del cristianismo en Europa. Hay referencias históricas de largas filas de jinetes, guerreros y muchas veces aventureros que buscaban riquezas materiales o espirituales atravesaban el territorio europeo hasta llegar a las costas mediterráneas donde se embarcaban hacia Chipre y después a Jerusalén. Toda guerra tiene un objetivo y, en este caso, más que la liberación de los lugares santos, era mantener el control de Medio Oriente como una zona de protección ante el avance del Islam.

No podemos decir que las guerras entre estas dos religiones provengan desde ese entonces, pero sí el encuentro de estos dos mundos que desde hace más de diez siglos han estado en constante fricción e interacción. Algo que pocos recuerdan es que las cruzadas no sólo fueron lanzadas contra musulmanes, también a quienes consideraban herejes como los gitanos, eslavos y en otras ocasiones por motivos políticos como sucedió en el norte de la misma Europa, donde se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos.

Una cruzada también fue responsable del exterminio de los cátaros albiguenses en 1209. Otras más fueron lanzadas para detener el avance de los germanos, es decir, era expediciones militares que se acomodaban a los intereses de los señores feudales y de los Papas.

Si hiciéramos un mapa sobre el islamismo en Europa, nos sorprendería el gran avance que ha tenido esa religión en lo que no siempre ha sido considerado como suelo cristiano.

El Islam en realidad se expandió desde el siglo VII en Europa. Su presencia era notable en la Península Ibérica, principalmente en España, donde se encontraba Al-Andalus, cuya capital era Córdoba.

De hecho se dice que Madrid tiene un origen musulmán y la palabra original es Madjirit. Asimismo, permeó la cultura franca en la Galia en entre los siglos VIII y XV, sobre todo en Toulousse y Borgoña. Posteriormente, muchos musulmanes se refugiaron en el este de Francia para huir de la Inquisición española. Aquí es donde uno pensaría, si Francia quisiera invadir algún lugar hacia el sur, esto sería el Norte de Africa, es decir, algo que se conoce en la lengua árabe como Magrehb, donde precisamente estableció colonias en lo que ahora es Marruecos, Argelia y Túnez.

Esos tres países tienen como lengua oficial el francés y el árabe. Por ello mismo, Francia es uno de los países europeos que no sólo tiene una gran población islámica producto del comercio islámico y del colonialismo de ultramar, sino que tienen un amplio conocimiento del Islam, al grado que expertos analistas franceses para referirse a esa religión, coinciden en que es mejor hacerlo bajo la denominación de “Islam de Francia”. Según datos oficiales hay entre 12 y 15 millones de musulmanes en Europa occidental, esto es, 5 millones en Francia, 3 millones en Alemania, alrededor de 350 mil en España.

Durante la Primera Guerra Mundial, Francia recibió el apoyo militar de esas colonias. Los soldados marroquíes fueron una pieza fundamental en la campaña bélica contra Alemania y Austrohungría. Durante la Gran Guerra, fueron desplegados casi 40 mil soldados marroquìes en el frente europeo y durante la Segunda Guerra Mundial participaron más de 300 mil de ellos en apoyo de las Fuerzas Francesas Libres en diferentes frentes, desde Africa del norte, Italia, el Este de Francia e incluso en Alemania.

Los alemanes los conocían por el apodo de “Todesschwalben” o golondrinas de la muerte, pues al parecer eran buenos tiradores y combatientes cuerpo a cuerpo, algo comparables con los fuerzas gurkas nepalíes que peleaban al lado de los ingleses.

Las fuerzas marroquíes llegaron incluso a ser conocidas como Cuerpo Expedicionario Francés en Extremo Oriente durante la guerra de Indochina, donde Francia poseía colonias en Vietnam e Indonesia. Para todo esto, Francia tuvo que aceptar que la presencia islámica no sólo era una realidad, sino algo definitivo y permanente.

Es por ello que su cultura se abrió a la integración de estos grupos al grado que la cultura islámica se ha convertido claramente en una herencia de sus usos y costumbres, que incluso han influido en su gastronomía, arte y cultura.

Desde 2012, Francia ha sufrido una serie de ataques terroristas que la han puesto prácticamente de cabeza ante una posible evolución islamista del cual ahora no tiene conocimiento pleno.

El Islam extremista ha sido consecuencia de todos esos años de interacción, de un postcolonialismo que hoy le está cobrando la factura por las falsas promesas hechas al final de la Primera Guerra Mundial, así como a la integración de la población musulmana a las teorías democráticas y liberales, consideradas por ellos como herejes y que sólo han sido asimiladas por musulmanes europeos, no tanto por los originales de Medio Oriente.

En gran parte, Francia ha comenzado a conocer una nueva fase de la presencia del Islam, al reconsiderar una conexión con su propia población islámica, la cual podría ser una solución a la prevención de los ataques terroristas de los que ha sido víctima en los últimos cinco años. Hay que recordar que los ataques sufridos por Francia, han provenido del exterior y se iniciaron por cuestiones más ortodoxas del Islam, como el fue el caso del atentado contra la revista Charlie Hebdo. En esa ocasión murieron doce personas, incluyendo a varios caricaturistas a quienes consideraban infieles por haber ridiculizado a Mahoma en una  imagen publicada en ese semanario de tendencia satírica.