“El trabajo libera” se lee en una inscripción forjada en letras de hierro a la entrada de Auschwitz. No se trata de una fábrica sino de un campo de concentración al que fueron enviados a la muerte un millón tres cientos mil prisioneros, la mayoría judíos. Este viernes, el Papa Francisco visitó este tétrico lugar. Ahí oró por la víctimas sacrificadas por “tanta crueldad” practicada por el hombre hacia sus semejantes.
El pontífice hizo el recorrido con un pequeño auto eléctrico, que lo trasladó hasta el “Bloque 11”, donde se encuentran las celdas subterráneas en las que se encerraban a los prisioneros para que murieran de hambre y sed.
Allí se reunió con once sobrevivientes. también entró al mismo lugar donde el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe se ofreció para morir a cambio de un padre de familia que iba a ser fusilado. Kolbe fue beatificado por Pablo VI en 1971; a la fiesta asistió Franciszek Gajowniczek, precisamente el hombre por el cual se habían sacrificado. El sacerdote franciscano fue canonizado por Juan Pablo II en 1982; por un Papa polaco en suelo polaco.
En penumbra, Jorge Mario Bergoglio permaneció sentado durante unos diez minutos. Esta es la tercera ocasión que un jerarca católico visita las instalaciones de este campo de concentración. Juan Pablo II lo hizo el 7 de junio de 1979 y Benedicto XVI el 28 de mayo de 2006, pero, a diferencia de ellos, Francisco prefirió hacerlo en silencio.
Bergoglio concluyó la visita de 50 minutos dejando escribiendo en el libro de visitas dos frases escritas en español: “Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad”.
Posteriormente, visitó el hospital pediátrico de Prokocim, donde se reunió con 50 niños que se encuentran hospitalizados. Ahí, hizo un llamado a la comunidad internacional para que no se olvide de los niños enfermos.
Fotos: AFP