Los relevos de las dirigencias

Recientemente, el PRD y el PRI llevaron a cabo sendos relevos en sus dirigencias nacionales. En el partido del sol azteca se registró la salida de Agustín Francisco de Asís Basave Benítez y la llegada de María Alejandra Barrales Magdaleno; mientras que en el tricolor tuvo lugar la partida de Manlio Fabio Beltrones Rivera y el arribo de Enrique Ochoa Reza. Estos dos movimientos forman parte ya de las estrategias que ambos partidos perfilarán de cara a los futuros procesos electorales que se registrarán en el país: la elección a gobernador en el Estado de México, para 2017, y el relevo presidencial de 2018, comicios en los que este par de dos se estarán jugando mucho. Muchísimo.

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Una vez concluidas las elecciones del pasado 5 de junio, donde contra todos los pronósticos el PAN se alzó como el gran ganador, reconfigurando dramáticamente el mapa político electoral actual del país, era de esperarse que tanto en el PRD como en el PRI se dieran cambios drásticos, primero en las cabezas principales de sus respectivos organigramas y, ahora, en el futuro inmediato, en la forma y fondo de cómo piensan actuar estos dos partidos políticos pensando en revertir la incómoda posición en la que se encuentran en su respectivo momento histórico.

Con Barrales Magdaleno encabezando al perredismo, lo primero que se espera de ella es que todas sus tribus logren unificarse y presentarse en 2017 y 2018 como una verdadera alternativa de izquierda y no como una comparsa aliancista que sólo acabaría beneficiando al panismo, como ya lo vimos en los comicios más recientes y haciéndole el caldo gordo a un Morena con un “bipolar” Andrés Manuel López Obrador que un día los desprecia y al día siguiente les hace ojitos para que se le unan.

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Sin embargo, antes de pensar en irse con melón o con sandía, Alejandra tiene la difícil misión de construir frente a todos los suyos (tanto los que la apoyan como los que no) un liderazgo contundente que se desmarque de la medianía y la tibieza que caracterizó a Agustín Basave y a Carlos Navarrete, sus más recientes antecesores, cuyas gestiones fueron entre azul y buenas noches, agudizando la crisis filosófica y de identidad que hoy acusa el PRD.

Por su parte, Enrique Ochoa Reza llega a la parte alta del PRI con todo el apoyo de Los Pinos y con el espaldarazo de los priistas de mayor peso específico en estos momentos. Pero esto no significa que el otrora director general de la Comisión Federal de Electricidad vaya a tener una gestión facilita al frente del tricolor. Al contrario. Porque por principio de cuentas a él le corresponderá realizar el diagnóstico de lo que provocó la debacle priista el 5 de junio pasado y que causó perder las gubernaturas de Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz, y a partir de éste, implementar todas las estrategias necesarias que permitan hacer una limpia urgente en un partido que en 87 años de historia jamás había sido zarandeado de tal forma en las urnas.

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