Cuanto más rica en recursos naturales es una nación, paradójicamente se encamina más rápido hacia la pobreza, sobre todo cuando la nación se halla dividida o esa división es propiciada por potencias que ambicionan dicha riqueza. México, por ejemplo, no existió antes de la conquista. Un cúmulo de naciones divididas, y a menudo en guerra, fue conquistado por los españoles (en principio, con ayuda de los indígenas que odiaban a los mexicas). España se convirtió así en el imperio donde no se ponía el sol, pero la división racial y de castas continuó en el interior. El 13 de octubre de 1811, Morelos afirma textualmente: “siendo los blancos los primeros representantes del Reino, y los que primero tomaron las armas en defensa de los naturales de los pueblos y demás castas, uniformándose con ellos, deben ser los blancos por este mérito el objeto de nuestra gratitud y no del odio que se quiere formar contra ellos”. Aquí el héroe de la independencia privilegia a los blancos. Esta división interna será aprovechada por Estados Unidos, que a menudo privilegiará el factor indígena apoyándose en la “leyenda negra” contra España. La hispanofobia se volvió constante y Poinsett, embajador yanqui en la segunda década del siglo XIX, promotor de la logia de los yorkinos, fue uno de los pilares del odio contra lo español, pues España constituía la competencia imperial para Estados Unidos, además de que son precisamente el idioma español y la tradición religiosa factores de unidad popular que los estadounidenses desearon destruir, según el principio de “divide y vencerás”.

Con el presidente Thomas Jefferson se inició el ansia expansionista del vecino país. Fue él quien afirmó: “España es nuestro enemigo natural y siempre estará en abierta o secreta hostilidad contra nosotros”. Esta fobia contra lo español, primero resaltada por los criollos, ha sido recalcada y perpetuada por la política norteamericana, sobre todo por la insistencia en recordarnos la conquista y las matanzas de indios, sin que los estadounidenses recuerden sus propias atrocidades contra sus indígenas. En el país del norte, la hispanofobia fue sustituida después de 1898, aunque con muchos antecedentes, por la mexicanofobia, una variante del viejo miedo a la otredad, y en particular a los inmigrantes extranjeros o a quienes permanecieron siendo otros después de 1847.

Ahora el discurso mexicanofóbico y xenofóbico se aviva con el empresario Donald Trump, aunque la historia se nos olvide. Todo tiene una raíz, y esa raíz o se muere o se reaviva. Por lo general, resulta lo segundo cuando el hartazgo por modelos fracasados encuentra un pretexto para probar “nuevos” modelos sin saber que son igualmente viejos y fracasados. Así subió Hitler. Quince años después de la caída de este sicópata, George Lincoln Rockwell fundó (con sus antecedentes en los 50), el American Nazi Party (Partido Nazi Estadounidense), dirigido hoy por Rocky J. Suhayda. En 2012 este partido obtuvo un primer cabildero (actividad protegida por la Constitución de los EUA) nada menos que en Washington.

Tras el desequilibrio mundial producido por la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, la ultraderecha, el neonazismo, el fascismo en general, los movimientos ultraconservadores e intolerantes emergen a pasos cada vez más cínicos, intentando demostrar a las masas plenas de frustración y resentimiento social que ellos podrán sacarlas adelante. El olvido histórico, la ignorancia y los prejuicios raciales son sus aliados.