A fines del mes de mayo pasado, Abu Mohamed al Adnani, vocero del autoproclamado Estado Islámico (EI), también conocido como Daesh, o ISIS, instó a sus simpatizantes y seguidores dispersos por todo el mundo, a aprovechar el mes de ayuno, el Ramadán, que concluye antes del 10 de julio, para acelerar su activismo tal y como los exhortó en 2015 por las mismas fechas: “Musulmanes, deben prepararse para apresurar el paso hacia la Yihad. Muyahidines (guerreros santos) de todo el mundo, corran y muévanse para convertir el Ramadán en un mes de desastre para los infieles”.

El noveno mes del calendario islámico está cargado de simbolismo: es el único citado en el libro sagrado, en el Corán, y contiene la Lailat al Qadr (La noche del destino) en la que por vez primera le fue enviada a Mahoma la revelación divina. Es más, en el ideario yihadista, cumplir con la Yihad (guerra santa) es una obligación que durante el Ramadán se premia con abundancia. Y vaya que en este 2016, los yihadistas se han empleado a fondo. El baño de sangre reivindicado rápidamente por ISIS (con excepción de los atentados en el aeropuerto Ataturk de Estambul, Turquía, pero que todo indica que fueron cometidos por órdenes de Daesh aunque ocultado por cuestiones tácticas de la organización terrorista), clausura una semana negra que se inició en la histórica ciudad turca, siguió en la capital de Bangladesh, Daca, y llegó a dos barrios de Bagdad, sobre todo en Karrada, en las proximidades de una exclusiva nevería preferida para disfrutar helados en las calurosas noches del Ramadán, causando más de 125 muertos y 150 heridos.

De último momento, al escribir esta crónica las agencias de prensa dan cuenta de sendos ataques suicidas en otras tantas ciudades de Arabia Saudita: Medina y  Yida. En la primera el ataque se cometió en las cercanías de la mezquita Al Masyid al Nabaui (La Mezquita del Profeta), una de las más sagradas del Islám; en la segunda, frente al consulado de Estados Unidos de América. El número de víctimas en ambos atentados era incierto.

A lo largo del mes que recién terminó, Daesh diseminó el terror con ataques suicidas en Jordania, Yemen y en un pueblo cristiano libanés. De acuerdo con datos distribuidos por ISIS, durante el mes de junio los seguidores de Abu Bakr al Bagdadi han llevado a cabo un centenar de acciones suicidas: 56 en Irak, 41 en Siria y tres en la ciudad libia de Sirte. Al respecto, no es mera coincidencia que en estos días se cumplan dos años del proclamado nuevo Califato.

Sin duda, la nueva Némesis de la cultura occidental está representada en el Estado Islámico, por lo que muchos estudiosos del problema aseguran que la derrota del yihadismo terrorista y bárbaro es cuestión de tiempo, pero también de voluntad política, por lo que los actores regionales e internacionales tendrán que dejar de lado sus particulares intereses y sus estrategias de corto plazo.

De tal suerte, no menos cierto es que dos años después de proclamar su califato, el citadísimo Estado Islámico sigue siendo un ente prácticamente desconocido en su área de influencia y del otro lado del Atlántico. Miles de artículos se han escrito sobre sus atrocidades –como degollar ante las cámaras a prisioneros extranjeros y destruir antigüedades arqueológicas patrimonio de la Humanidad, etcétera–, pero poco o casi nada se conoce sobre su ideología. Por lo mismo es interesante el análisis del profesor de Estudios Arabes, Ignacio Alvárez-Ossorio, titulado “La furia apocalíptica del ISIS”, en el que explica: “La Yihad es el principal pilar del ISIS, que la considera una obligación para todos los musulmanes. Esta Yihad no sólo es defensiva, sino sobre todo ofensiva. Además de contra los occidentales, debe dirigirse contra los musulmanes reacios a aceptar el credo wahabí…El ISIS combate tanto al enemigo interior como el exterior. El primero lo representan los gobernantes que no aplican la sharía, que son tachados de tiranos y deben ser derrocados…la lucha contra ellos es más importante que la lucha contra los cruzados ocupantes…El segundo enemigo son los occidentales, a los que el propio Abu Umar (otrora el líder del EI en Irak) tachó de “infieles a los que se debe atacar en su propio territorio”.

Agrega Alvárez-Ossorio: “quizás uno de los elementos más desconocidos del ISIS es su visión apocalíptica del mundo, ya que interpreta que está librando un combate crucial entre musulmanes e infieles que precederá el fin de los tiempos. Esta batalla, según ciertas profecías apócrifas, tendrá lugar en la localidad siria de Dabiq…y se desarrollará tras el restablecimiento del califato algo que Abu Bakr al Bagdadi hizo hace ahora dos años. Tras este episodio se librará una devastadora guerra que terminará con la llegada del Mesías”.

Al respecto, el citado portavoz Al Adnani arengó a los fieles yihadistas para que “estuviesen preparados para la batalla final contra los cruzados” en el curso de la cual “conquistaremos Roma, destruiremos sus cruces y esclavizaremos a sus mujeres con el permiso de Dios”.

El atentado del pasado martes 28 de junio en el principal aeropuerto del país, el de Atatürk, en Estambul, que causó más de 44 muertos y 239 heridos, golpeó a Turquía en pleno proceso de redifinición de su política exterior e inmerso en una polarización política cada vez más intensa. El terrorismo de ISIS ha realizado seis atentados con víctimas mortales en lo que va de año. Por ejemplo, el 12 de enero un suicida asesinó a diez personas en el centro de Estambul, y el 10 de octubre cuatro terroristas suicidas asesinaron a 99 personas e hirieron a más de 200 durante una marcha por la paz en Ankara.

Desde el mes de junio del año pasado, Turquía ha vivido una cadena de atentados de Daesh o ISIS y de los grupos armados kurdos que han dejado un reguero de víctimas. Lo cierto es que el gobierno de Ankara tiene que lidiar además con el conflicto entre los nacionalistas kurdos y el Estado, que se ha recrudecido en sureste de Anatolia, provocando más de 1,500 muertos. Sin contar con los ataques mutuos entre kurdos y yihadistas, y con una nebulosa de grupos radicales de extrema izquierda que atentan ocasionalmente. Todo un laberinto.

Por otra parte, el asalto de un comando terrorista que tomó como rehenes a los clientes de un restaurante de Daca, la capital de Bangladesh, terminó el sábado 2 de julio, con 20 de los detenidos muertos. La mayoría eran extranjeros: 9 italianos, 7 japoneses, un estadounidense y un indio. Además, murieron dos agentes de la policía local.

En la noche del viernes 1 de julio, un grupo de hombres armados atacó el restaurante Holey, en el barrio diplomático capitalino, y tomó como rehenes a clientes y empleados. Después de una larga noche de tensión, al amanecer el ejército liberó a 13 rehenes, mató a seis de los atacantes y detuvo a uno. ISIS reivindicó el ataque el mismo viernes por la noche. Este acto supone un salto cualitativo en los ataques yihadistas en Bangladesh, cuya mayoría de habitantes son musulmanes. Sin embargo, el gobierno acostumbra negar que ISIS opere en el país.

Como colofón de una semana sangrienta, Daesh provocó una espantosa masacre con 125 muertos y 150 heridos en Bagdad. Un conductor suicida hizo estallar, en la noche del domingo 3 de julio, un camión frigorífico cargado de explosivos que detonó cerca de la nevería Yabar Abu al Sharbat, en medio de la multitud que celebraba otra noche del mes de Ramadán a punto de terminar. El estallido fue de tanta potencia que afectó varios locales comerciales y particulares en la zona. Poco después el EI se arrogó la factura de la masacre, una de las más sangrientas registradas en Irak en 2016.

El comunicado de la autoría dice: “En el marco de las permanentes operaciones de seguridad de los soldados del califato en la ciudad de Bagdad, el muyahidín (soldado de la guerra santa) Abu Maha al Iraqi logró hacer estallar su camión bomba en una concentración de renegados (aludiendo a los musulmanes chiíes)”.

No terminaría ahí el atentado de Daesh en Bagdad. Otro coche bomba estallaría después del de Al Karrada. Esta explosión tuvo lugar en el mercado de Shalal, al noreste de la urbe iraquí, donde la mayoría de los habitantes también son chiítas. El resultado fue de cinco muertos y otros 16 heridos.

La serie de atentados cometidos en los últimos días por fuerzas del EI, podrían aducirse a las pérdidas militares que ha sufrido la organización terrorista en Irak y en Siria. No obstante, el investigador iraquí, Fanar Haddad, del Instituto de Oriente Próximo de la Universidad Nacional de Singapur, declaró que “Daesh es una organización muy descentralizada y por desgracia los autores de los ataques pueden estar inspirados en el grupo y atacar en su nombre sin haber recibido órdenes directas”.

Las suposiciones de Haddad no están en el vacío, pues a pesar de los atentados terroristas que ha realizado ISIS, perdieron Faluya, el primer bastión iraquí en caer en sus manos a principios de 2014 y cuya liberación anunció hace quince días el ejército de Irak tras 35 días de fortísimos combates. La pérdida dolió a los yihadistas pues Faluya se había convertido en el cuartel desde el que lanzaba sus ataques contra Bagdad.

Por esto, agregó Haddad, “Irak sufrirá muchos más atentados como este…No cabe duda que las fuerzas de seguridad destruirán el ‘protestado’ que llamamos Estado Islámico, pero el IS sobrevivirá como una organización terrorista. Y, en ese caso, resulta más incierta la posibilidad de que sea controlada en poco tiempo”.

Infortunadamente la carrera terrorista desatada por Daesh no terminará fácilmente. Se ha convertido en el talón de Aquiles no sólo para Irak y Siria, sino para todos los países de la zona. El problema va para largo. Sin solución a corto plazo. VALE.