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Si los partidos y los candidatos gastan a manos llenas, ¿por qué los funcionarios y empleados del INE no pueden darse ese gusto?
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El palacio del INE
Mientras la Secretaría de Hacienda recorta el presupuesto un día sí y otro también, ya sea por el Brexit o por la falta de éxit(o), hay quien gasta a manos llenas como si viviéramos en Jauja y no, como es en realidad, en un país donde dos terceras partes de las familias hacen milagros con menos de siete mil pesos mensuales.
Felipe Calderón, con su proverbial irresponsabilidad, ordenó la compra del nuevo avión presidencial que le costará al país casi seis mil millones de pesos, o más si continúan las devaluaciones. La aeronave es lo mejor que se pudo conseguir en el mercado para satisfacer los delirios de grandeza de aquel individuo que convirtió México en un océano de sangre.
En la misma línea, el Instituto Nacional Electoral (INE) se hará construir una nueva sede que nos costará por lo menos mil cien millones de pesos. Se trata de todo un monumento al derroche, pero se arguye que al convertirse el viejo IFE en INE crecieron sus responsabilidades y su burocracia, la que necesita con urgencia un buen techo.
Antes de que ocurriera el acto de travestismo, el IFE sólo se encargaba de organizar las elecciones federales cada tres años, pero contaba por lo menos con unos quince mil empleados que cobraban en época electoral (unos seis meses de cada trienio) y en los dos años y medio que había entre unos y otros comicios. Era un inmenso aparato burocrático totalmente inútil durante la mayor parte del tiempo, pero se argüía que el gasto era el tributo que exigía la diosa democracia.

Ahora, con responsabilidades en los procesos locales, el INE tiene más pretextos para continuar con el derroche, pero debidamente aumentado. Ya contaba con una muy buena sede, pero como nunca evitó el crecimiento de su burocracia, pronto aquel espacio fue insuficiente y ahora la situación es peor porque la nómina crece en forma imparable.
El inmenso ejército sigue creciendo y ya necesita nueva casa. En una decisión tomada a espaldas del país y sus necesidades, los señores consejeros han decidido construirse un par de rascacielos y tres edificios más que con otras instalaciones ocuparán la Plaza de la Democracia (je, je). A favor de la ecología, las nuevas instalaciones contarán con gimnasio, zona deportiva, un “bosquete” (pequeño bosque, suponemos), un huerto de árboles frutales y un sembradío de hortalizas y otras instalaciones indispensables para hacer valer el voto (de los consejeros, desde luego).
Es un gasto bárbaro, absurdo, ofensivo, pero ¡caray!, si los partidos y los candidatos gastan a manos llenas, ¿por qué los funcionarios y empleados del INE no pueden darse ese gusto? Gastemos en obras faraónicas, al cabo que la economía está boyante. Gastemos, aunque al país se lo cargue Pifas y se hunda con su democracia imperfecta y tramposa, pero eso sí, la más onerosa del mundo. Otro récord para estar orgullosos, dirán los consejeros.


