Lenguaje de la sequedad pero no del misterio, ni de la desnudez de la mirada en su transparentarse, en su pura lumbre que acusa el hueco, antes de la caverna.
Lenguaje de la herida que se reconoce en sus costas de sal rosada y sus playas largas de piedra en rompiente y acantilado, antes de ser tocada en su cifra oculta.
Lenguaje de lo otro, del reverso, de lo ido, de lo que anuncia su estancia en la partida. Flor azul, pétalo oscuro que acoge en su no.cáliz el aliento, antes del vacío.
Lenguaje que no es lenguaje ni silencio ni oquedad, arrullo que se desea cuando el viento a hurtadillas va ganando cielo, ciudad y desierto…
Lenguaje devastado de su oropel, que renuncia en su pronunciar a doblegar al contrincante y que desliza sus líneas sobre la blancura del papel sin saber de dónde emana el negro que conforma su trazo geométrico, ¿o es acaso la huella del fuego que transmite el pensar a la mano y la mano a la escritura?, ¿o será al revés y la cuestión es que los ojos adivinan las letras y la mano se deja guiar en su bordado?
Lenguaje de la arena y de la calle, de cabeza de perro amarillo deslavado de Goya, o del que olfatea los escombros en su orfandad.
Lenguaje de la noche y el firmamento que ahoga el brillo de la lejanía mientras punzan los ojos por lo añorado, y asombran la cauda de los años que se acumulan dentro del cuerpo dislocado en su pérdida, y el mundo se aquieta, quedando tan callado, tan inerme en su pausa, que en ese hueco pareciera imposible la vida.
Lenguaje del límite en cuyo corte se dirime la dualidad tan apreciada en el destilar del argumento, pero la intensidad se desbroza en la no contención, en el entre sostenido por las orillas, donde se prueba el vuelo y se aprecia la llamada del vértigo, cualidad de pájaro tan calladamente adormido.
Lenguaje de alba, de lo inaugural, de la palabra en siendo sin todavía germinar, don del recuento y del paria, errancia que va estrenando el vientre del mundo, que suelta las amarras de la barca nodriza para perderse en la niebla y ganar el vaticinio del canto: palabras en caudal que antes de nombrar escriben el cuerpo y lo echan a rodar; cuerpo chinilla recorriendo la senda, que todo nacerse, contrariamente a lo creído, no es del labio al alumbramiento, sino del desprenderse en transparencia, pura verticalidad: gota del susurro.

