Ahora que todo ya está en el pasado, parece casi como si a los deseos aquellos te hubieses entregado —cómo brillaban, recuerda, en los ojos que te miraban; cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
Constantino Cavafis
En 1767 Lawrence Sterne, autor inglés, terminó de publicar su gran novela Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, o mejor conocida como el Tristam Shandy, después de casi diez años de haberla comenzado. Escrita en nueve volúmenes y, como su título lo indica, trata de la vida del caballero Tritam Shandy desde mucho antes de su nacimiento hasta la actualidad del momento. La riqueza de dicha novela, con una gran carga ensayística, así como su innovación literaria, radica en el uso constante de la anamnesis, es decir, los recuerdos. Con elegancia, Sterne nos adentra en la sociedad burguesa de Inglaterra del siglo XVIII, utiliza saltos en el tiempo, llamadas de atención a sus “lectoras educadas”, las regresa páginas, les impide continuar y bromea con ellas por seguir leyendo, así como hojas completamente en blanco o en negro. Se dice que la novela no iba a perdurar por su innovación, por su estructura complicada y, casualmente, es por esto mismo que se le recuerda y estudia. Sterne se adentra a imitar, lo que en teoría literaria se conoce como mímesis, la realidad, principalmente cómo funciona el cerebro humano, el monólogo y, sobre todo, la gran cantidad de recuerdos que se tienen registrados en el día a día.
Por lo anterior, no es gratuito que existan textos literarios en donde el recuerdo se utiliza como recurso primigenio para la concepción literaria. Como ejemplo está la novela Andar ligero (Ediciones Godot) de Emilce Strucchi, autora argentina, en donde la historia principal se va diluyendo con el paso de las palabras y las hojas por ese huracán de recuerdos que Patricia Leritti cuenta mientras recoge unos análisis clínicos y espera que los interpreten, pero por cuestiones ajenas a ella, esa cita médica se tiene que posponer.
También, dentro de ese recorrido, se observarán artificios lingüísticos, por parte de Emilce; dentro del nombre de los personajes encontraremos el parentesco con Patricia. Existen un constante diálogo entre Patricia, Adela, quien es su abuela, y Etelvina, su madre; y para no escribir de esta forma “la abuela Adela”, Emilce propone un híbrido de palabras como “Adelabuela” y “Etelvinamadre”. Siguiendo este orden de ideas, no sólo está la unión de las palabras en los nombres, sino que expresiones que los personajes dicen se unen en una sola para darle otro tipo de lectura, como si asemejara, nuevamente entrando en la mímesis, al habla cotidiana.
Dentro de sus reflexiones, Patricia cree que en la vida se debe de andar ligero o nadar ligero ¿o era nadando ligero y andando ligero? Cualquiera de las dos opciones presenta un pequeño cambio en el orden de los fonemas “a” y “n” o “n” y “a”, lo que nos lleva al conocimiento del lenguaje, así como el juego que puede existir proponiendo un nuevo significado con el simple hecho de cambiar de orden un solo elemento.
A Patricia la conoceremos a partir de esos viajes a su pasado, su diálogo constante con ella misma, produciendo una novela intimista, tipos de textos que tuvieron su auge después de un golpe de estado como en España o la propia Argentina, en donde el yo se volverá parte primordial de la narración. Entenderemos el tipo de gustos, decisiones, visiones, así como su carácter no por una enunciación de palabras o adjetivos, más bien, es un personaje que actúa y se da a conocer por esa actitud. Aristóteles en su Poética habla de la anagnórisis, esto es, la revelación de algo ante el personaje principal que determinará un cambio drástico en su identidad. Sin embargo, el autor griego emplea este término para el teatro con sus dos variantes, la tragedia y la comedia. En el caso de la tragedia, se ve claro cuando el destino se le revela a quien gira la obra, como en el ya conocido caso de Edipo rey, de Sófocles, en donde Edipo descubre que muchos años antes mató al rey Layo, su padre, y que está casado con Yocasta, su madre. Por otra parte, en la comedia, la anagnórisis se presenta cuando el espectador se siente identificado con uno de los personajes al que hacen burla. Aunado a lo anterior, está también la catarsis, esto es, la purificación emocional-espiritual que el personaje experimenta. Similar ocurre con Andar ligero, este reconocimiento y limpieza que tiene a lo largo de la novela, se da justo por esa visión hacia el pasado de Patricia.
No sólo del recuerdo se desarrolla la novela, la intensidad de la misma radica en la constante aparición de las emociones y nuevamente no están enunciadas, se ve a Patricia expresando y reaccionando a partir de su día a día. Este tipo de recursos permite que el lector se identifique aún más con el personaje al que le acontecen las cosas, porque se encuentra inmerso en situaciones comunes, como la visita al médico, el estar esperando en la sala mientras toca su turno, o la ola de gente dentro del transporte colectivo en hora pico.
Norman Mailer, autor americano, en Un arte espectral, libro que reúne entrevistas, así como ensayos donde plasma su poética narrativa menciona que: “Parte del arte de ser un novelista es jugar el delicado juego de obtener experiencia sin falsificarla mediante el acto de la observación”. Existe una anécdota en donde Pío Baroja, autor español de finales de siglo XIX, se encontraba sentado fuera de su casa con las manos en la cabeza, un vecino suyo al pasar frente a él le preguntaba si estaba descansando, a lo cual Baroja respondía: “No, trabajando”. Así por varios días. En una ocasión, el mismo vecino y conociendo ya la respuesta del escritor le preguntó si estaba trabajando y Baroja respondió “No, descansando”. La anécdota termina ahí, sin embargo está la observación explícita que Mailer hablaba. Sin duda alguna, Emilce es una gran observadora, ya que son puntuales las descripciones que envuelven a Patricia tanto en los pocos días que transcurre la novela, como en sus recuerdos.
Entonces, utilicemos la fuerza de la memoria al remitirnos a un momento ya pasado, dejémonos llevar por ese abismo de imágenes para así poder ver y sentir lo que Patricia experimenta, andemos y nademos ligero de su mano, junto con Emilce, para así entender, tal vez un poco más, cómo funcionan nuestros propios recuerdos.

