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México y los mexicanos hemos superado adversidades peores que cualquiera que pueda ocurrir hoy.
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Indignación por las horas oscuras

 

 

Hay velas que alumbran todo, menos

su propio candelabro.

Friedrich Hebbel

 

 

Hay mucha indignación, nos dicen en todos los medios. Y vale hoy repetir la pregunta hecha en este generoso espacio de Siempre! hace ya casi un año: ¿por qué no habría indignación cuando por las razones más disímbolas a diario se cultiva esa indignación?

Unos lo hacen con propósitos político electorales. A nadie debe sorprendernos que desde la oposición se lancen fulminantes condenas por los errores, las tropelías y abusos de gobernantes de otros partidos. De eso se trata, después de todo, la lucha por el poder en las democracias, de señalar los defectos del adversario, en una cotidiana práctica de ver la paja en ojo ajeno.

Otro sector lo hace como una suerte de catarsis para sus prejuicios ideológicos largamente albergados, los cuales no se atrevían antes a externar. Ahora aprovechan la gran libertad de expresión que tenemos para desahogarse.

Son quienes dicen defender a la democracia al advertirnos sobre la “regresión priista”, a sabiendas de que en las actuales circunstancias es imposible restablecer el régimen de partido dominante que tuvimos durante casi todo el siglo pasado.

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Lo saben, porque algunos de esos neodemócratas de alguna manera formaron parte del engranaje del poder del siglo pasado. Ahora, como todos los conversos, pretenden ser más demócratas que los norteamericanos Founding Fathers que crearon la democracia republicana y representativa que, de una u otra manera, ha sido el referente institucional para nuestro sistema político.

Son los mismos que, como los conservadores del siglo XIX, no conciben que los mexicanos seamos capaces de resolver nuestros ancestrales problemas de pobreza, desigualdad y atraso. Para ello proponen que abramos las puertas a instituciones extranjeras que vendrán a iluminarnos y a enseñarnos cómo hacer las cosas.

Ahora tratan de convencernos de que estamos en un callejón sin salida, del cual no seremos capaces de salir a menos de que admitamos que las luminosas inteligencias extranjeras nos enseñen cómo.

Olvidan los avatares históricos de nuestro México. Crédulos de los farsantes que falsifican la historia nacional con leyendas negras cuyo único objetivo es sólo la redituable ganancia editorial por panfletos sensacionalistas con pretensiones de “historia”.

Olvidan, sobre todo, que México y los mexicanos hemos superado adversidades peores que cualquiera que pueda ocurrir hoy.

¿Alguien puede imaginar una hora más oscura que aquella noche de septiembre que la bandera de Estados Unidos ondeó sobre Palacio Nacional y la pérdida de la mitad de nuestro territorio como resultado de una injusta guerra?

jfonseca@cafepolitico.com