La poesía es la patria donde cabe todo el espíritu. Sobre esa nación varios escritores han arrojado su dardo, han intentado perpetuar el sello sobre esa razón que es la poesía.

Cierto es que cuando el amor hace un destrozo, es cuando el herido recurre a la poesía, como un sitio de catarsis, de abrir el grito, de exponer la sangre. Sin embargo, esa ocasión, donde todos se vuelven poetas, es muy posible que no se alcanza la pureza que exige, el lenguaje necesario de la estética en la palabra. La poesía es, pues, también, un instante de salvación o de alivio pero he aquí que se acude a la sensibilidad, lo que debiera anidar en todo ser pero que en estos tiempos es algo que se deja ver más lejano.

Federico García Lorca mencionaría sobre el género literario que “La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas”. Por supuesto, no todo brilla con la nitidez necesaria, ciertas cosas se guardan con ese misterio y también es claro que la poesía es una región abierta, un lugar en el que cabe todo y todos. La presencia poética es la mirada de la mujer que abriga a un ser querido al despedirlo, es el hombre que fija su atención en el eco de la noche, son los pasos que atraviesan por la calle pero si les ponemos atención a esa marcha de ajenos pasos, parecen que caen a los muebles y a los rincones de la casa, van más allá de transportar a alguien…, la poesía es lo que habita en los laberintos del día, es la noche y sus interminables cuevas.

Así por igual, las escenas cotidianas como la de una mujer mayor, de más de ochenta años de edad que se despedía en el aeropuerto de su hija, de entre cincuenta y sesenta años: la mujer mayor le acarició el rostro a la hija y ésta finalmente se despidió con una sonrisa que nadaba entre el dolor hasta perderse tras las paredes de cristal, la mujer mayor, al salir, acompañada quizá de su chofer, le negó que la tomara de la mano con la que había acariciado el rostro de la hija, entonces cerró el puño y se lo llevó al pecho. Tal escena describe la despedida pero acentúa el amor, la esperanza, el dolor, lo vivido y, también, lo que se espera del otro lado: extrañar, aceptar la negación de la convivencia física, sentir una fracción de muerte, como todas las separaciones.

La poesía es el verso del refugio, luz y fe, añoranza del sueño es, con toda la certeza, algo que debe perdurar, como una de las mejores armas contra la violencia.