[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h3″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=”#000000″ icon=” icon-quote-left” ]
Los funcionarios confían en que los ciudadanos carecemos de criterio propio y que basta maquillar las cifras.
[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]

Errores del INEGI

Un verdadero escándalo ha suscitado la decisión del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), de cambiar, supuestamente, el método de medición del ingreso de los hogares. No es para menos, porque salta a la vista que el fin último era proporcionar una información maquillada, como se dice en la jerga de los economistas, para mostrar una mejoría en los ingresos de los trabajadores mexicanos y una disminución de la pobreza y de la brecha de la desigualdad en el país.

Los argumentos del director del INEGI para justificar el cambio y que “no hubo dolo ni se actuó de mala fe” son pueriles, por decir lo menos, y no tienen ninguna justificación técnica, ni son congruentes con otros datos que publica el propio instituto ni tampoco con la realidad que todos podemos observar. Como le dijo alguna diputada, no es posible afirmar que los más pobres, que se ubican en el decil (un diez por ciento de la población) más bajo, hayan aumentado sus ingresos en 30 y hasta 50 por ciento en algunos estados, cuando el salario mínimo apenas aumentó entre el 3 y el 4 por ciento.

El problema no es menor, porque, en efecto, como se dice en el anuncio del INEGI, lo que aquí sucede alguien lo debe de contar. Habría que agregar que lo debe de contar bien, no con cifras maquilladas, porque la información es sumamente valiosa, no sólo, como se ha reiterado, para orientar las políticas públicas, sino también para que los ciudadanos tengamos una visión cabal de lo que está aconteciendo en la sociedad mexicana.

Desgraciadamente, no es el primer caso. Desde hace mucho tiempo, por no decir que siempre, las estadísticas en México presentan muchas incongruencias. Por ejemplo, muy con mucha fecuencia los datos publicados por el INEGI no coinciden con los del Banco de México, o con los que publican diversas Secretarías sobre un mismo tema. Además, también es habitual que cambios en la metodología, siempre argumentando una mejoría en la información, hagan imposible la comparación entre un año y otro, lo que significa que no podemos saber cómo se comportó una rama de la industria, o cómo se modificó la estructura de la economía.

3294-GALINDO

Si esto sucede con diversos rubros, hay que señalar que en especial la medición del empleo y el desempleo, así como la medición de los ingresos y la pobreza, parece que el objetivo es precisamente confundir al investigador. Por ejemplo, como ha señalado el experto en este tema Julio Boltvinik, para considerar la pobreza, las estadísticas consideran una canasta básica de alimentos, y si el ingreso del encuestado alcanza para comprarla, se considera que ya no está en la pobreza extrema; pero como en la canasta no se incluye el energético, sea carbón, leña o gas, se está asumiendo que la persona consume sus alimentos crudos.

Ese comportamiento en la elaboración de estadísticas da cuenta de que los funcionarios confían en que los ciudadanos carecemos de criterio propio y que basta maquillar las cifras para que a través del magnavoz de los medios, creamos que todo va mejorando en el país.