Madrid.- Dependiendo de la generación a la que se pertenezca, cabe hablar de Lampedusa o del Día de la marmota. Porque seis meses después los españoles nos encontramos de nuevo en la casilla de partida, con unos resultados de las elecciones generales que obligan a llevar a cabo pactos nada sencillos, es decir, que nos dejan en el mismo lugar en el que estamos desde diciembre del año pasado.
Sin embargo, sí que se han dado en las Cortes españolas cambios importantes que no permiten sostener que todo sigue más o menos igual.
Ya de entrada, el famoso sorpasso, la voluntad de la coalición de Podemos e Izquierda Unida de lograr más votos y escaños que el Partido Socialista convirtiéndose en el partido hegemónico de la izquierda, un objetivo que se daba por alcanzado en función de las encuestas, ha resultado un fiasco. ¿Por qué? la respuesta más fácil se había dado ya: en la política no existe la suma algebraica de los votos.
Pero al serle pedida a Íñigo Errejón, número dos de Unidos Podemos, una valoración con un 90% del escrutinio finalizado, éste dijo que eran unos resultados malos para España. Semejante prepotencia puede haberle hecho daño al populismo emergente.
También cambia la expectativa de las coaliciones necesarias para lograr un Gobierno. Ya que el conjunto de la izquierda, el PSOE más Unidos Podemos, no alcanza la mayoría necesaria, las alternativas se reducen a dos.
La primera supone reeditar la que se intentó ya en la legislatura anterior: un acuerdo entre los socialistas, Unidos Podemos y Ciudadanos, con la particularidad de que esas tres formaciones han perdido escaños respecto de los obtenidos el 20-D. Siendo así, ¿cabe pensar en que se pueda alcanzar un pacto dado que, en los pasados meses, ni siquiera se logró que sus supuestos socios estuviesen sentados más de una hora a la misma mesa?
Sólo queda, pues, la segunda posibilidad de acuerdo: la de un Gobierno en solitario del PP, o uno de coalición formado por el PP+Ciudadanos.
La suma de sus escaños roza la mayoría absoluta pero no la alcanza, con lo que sería necesaria la abstención de los socialistas en la segunda ronda de votaciones del debate de investidura. ¿Es posible que suceda eso? El candidato Sánchez, que por segunda vez ha llevado al partido socialista (PSOE) a los peores resultados de su larga historia, ha dicho por activa y por pasiva que no, que no pactará nunca con el Partido Popular.
Está por ver que va a suceder con el propio puesto de Sánchez como secretario general de los socialistas pero quien parece su relevo natural, la señora Susana Díaz —presidenta de la comunidad autónoma andaluza— se enfrenta al varapalo que supone el que el PP haya ganado en Andalucía.
Estamos de nuevo en España, pues, pasando por días tediosos y complejos en los que nos parece estar viviendo una vez y otra la misma historia. Con una diferencia: unas terceras elecciones se antojan imposibles. Porque no queda claro cómo se podrían disolver las nuevas Cortes. Y en particular porque parece obvio que los ciudadanos españoles están ya hartos.

