El panorama político – económico internacional ha dado un giro histórico en los últimos días, ya que con la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, se han sacudido los pilares del proceso de integración regional más avanzado en el mundo. La confusión es tal, que los promotores del Brexit están escondiéndose por su falta de estrategia para implementar la salida y están desapareciendo de la escena. Nigel Farange, principal promotor del partido nacionalista UKIP ahora niega algunos de sus dichos y ha dimitido de su cargo alegando haber cumplido su misión y de la misma manera el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, que recientemente renunció a la carrera por ser Primer Ministro. Muchas de las maravillas que vendieron eran mentiras, promesas irreales y en el mejor de los casos  inexactitudes, entre ellas que el ingreso de Turquía a la Unión Europea sería un gran riesgo para los británicos por el flujo migratorio, sin precisar que este país había solicitado entrar desde 1963 sin éxito.

Las falacias cargadas de miedo en el referéndum británico fueron apoyadas por personajes como Donald Trump, Marine Le Pen, de la ultraderecha en Francia, y Vladimir Putin, fervientes promotores del temor al exterior para fortalecerse al interior. Desafortunadamente no es nada nuevo y es algo que ya hemos vivido a nivel global y local, con repercusiones muy costosas para el mundo: en España con Francisco Franco, en Alemania con Hliter, recientemente en Venezuela con Chávez y en México con el partido hegemónico y su discurso de la soberanía con no intervención permeando en todas las esferas, desde la educación, la religión y los negocios.

Pero contrario a este clima, el pasado 29 de junio los líderes de América del Norte refrendaron la necesidad de profundizar la integración a 20 años del TLCAN. De igual forma el 1º de julio se reunieron en Puerto Varas, Chile, los mandatarios de la Alianza del Pacífico para fortalecer el proceso de vinculación regional y para discutir el panorama y las lecciones del Brexit.

Para la Unión Europea, la salida británica representa un duro revés, pero no un golpe definitivo que atente contra la solidez del bloque, ya que los 27 países que permanecen están convencidos del modelo; de hecho, con el paso de los días queda en evidencia el error del Reino Unido, la libra corre el riesgo de perder hasta el 15% de su valor, David Cameron se arrepiente de haber promovido el referéndum y anuncia su dimisión. A estas alturas ¿cómo pretende la Gran Bretaña mantener adherida a Escocia si para el Brexit se alegó la importancia de la independencia? Ya la Primer Ministra, Nicola Sturgeon, se reunió con el Presidente del Parlamento Europeo para encontrar el mecanismo que les permita quedarse en la Unión, considerando que el 62% de los escoses se pronunciaron por la permanencia, abriendo la puerta para que próximamente se busque un nuevo referendo para independizar Escocia del Reino Unido.

Cuando se exacerban los nacionalismos como lo hemos visto en el proceso electoral del Brexit y en Estados Unidos, se abre la puerta para la confrontación y la xenofobia en un mundo interdependiente, donde las mayorías apáticas que no manifiestan su opinión en las urnas se someten a una minoría radical que se moviliza con base en el odio y abren la puerta a la división y a la construcción de muros en todo el mundo.

El resultado final de esta histórica decisión británica es difícil de predecir, ya se han recolectado casi 3 millones de firmas que exigen un segundo referéndum. Para México y Norteamérica esto debe ser una llamada de atención para aprender rápidamente del ejemplo británico y alejarse de los actores que, buscando beneficiarse políticamente, atizan a la sociedad utilizando el miedo al exterior.

*INTEGRANTE DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES AMÉRICA DEL NORTE, DEL SENADO DE LA REPÚBLICA

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