¿Te imaginas caminando entre cientos de manifestantes, gritando consignas en apoyo de cualquier movimiento político o reivindicación social y, de repente, el compañero que marchaba junto ti detona un chaleco con explosivos del que nunca te habías percatado porque pensaste que todos los que estaban ahí comulgaban con un misma causa y no pasaría esto? Pues fue precisamente lo que sucedió durante una concentración de musulmanes chiitas, en la zona de Dehmazang en Kabúl, Afganistán. El atentado dejó al menos 80 personas muertas y más de 230 heridos. El Estado Islámico no tardó en reivindicar el atentado contra esta secta islámica que es rival de los musulmanes sunitas, agrupados en ese movimiento extremista proscrito.

La mayoría de las víctimas fueron, por supuesto, civiles, aunque en esta ocasión también se encuentran miembros de las fuerzas de seguridad afganas que vigilaban la marcha. El Ministerio de Seguridad precisó que fueron tres los atacantes suicidas que se inmolaron con bombas. Uno de ellos pudo detonar su chaleco explosivo, el segundo falló en su intento de explotarlo y el tercero fue abatido por las fuerzas de seguridad de Afganistán”.

El ataque se produjo durante una manifestación de miles de ciudadanos de Afganistán, la mayoría hazaras, que simplemente protestaban contra un proyecto eléctrico del gobierno, ni siquiera era una concentración con tendencia partidaria o política. La comunidad hazara afgana representan sólo el 9% de la población. Grupos extremistas como los talibanes, los han tenido bajo constantes amenazas y hasta los han secuestrado en grupo, al parecer, por órdenes del Estado Islámico en los últimos dos años.

Foto: Reuters