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En el PRI nadie se mueve, se escuchan rumores, chismes, intrigas.

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¿Sacará al expartidazo del hoyo?

Dos partidos heridos, el PRI y el PRD han cambiado de dirigentes. En el PRI, siguiendo la costumbre del dedazo o designación presidencial. En el PRD, como un resultado de los penosos acuerdos de las tribus, las que ya no tienen más reservas en el costal. La única ventaja que tiene Alejandra Barrales es que en su carrera política no ha saltado de un partido a otro.

En el pasado proceso electoral, el PRI fue borrado de varios estados merced a la alianza PAN-PRD. Extraño caso donde la derecha y la supuesta izquierda suman fuerzas para vencer un partido que carece de la facultad de sufrir modificaciones. El PRD fue sumido en la miseria política en el eje de sus ambiciones: la Ciudad de México, por Morena, la empresa electoral de López Obrador. Perdió delegaciones y desde luego posiciones en la Asamblea Legislativa. Dudo mucho de que ambos sean capaces de recuperar lo perdido.

El PRI es por completo reacio a ver la realidad, comete los mismos errores una y otra vez y lo peor es que trata de repararlos una vez que ocurrieron y no hay solución. Le cae perfecto al dedo el refrán de “ahogado el niño tapan el pozo”. De algo debe servir el presidencialismo a la mexicana. Peña Nieto tenía la obligación, para mantener en el poder a su partido, de quitar a por lo menos tres gobernadores que, además de padecer una ineficacia crónica, robaron dineros oficiales e hicieron negocios personales. Es ahora que Palacio Nacional les cierra la puerta a esos pillos, ya para qué. El daño está hecho. Y algo semejante está pasando con la reforma educativa. Tratan de llevar a cabo una transformación nacional, donde los sistemas públicos educativos padecen severos rezagos. Se les olvida consultar a los interesados. Algo peor, no consideran que la CNTE es furiosa enemiga del PRI y en especial de Peña Nieto y que saldrá a las calles a defender sus privilegios mal ganados. Para llevarla a cabo ponen a un señor, Aurelio Nuño, que nunca había pisado una escuela pública, todas tan llenas de carencias y miseria. No piensan que los maestros de primaria y secundaria tienen el peso de la educación pública nacional y que ganan salarios de hambre. Ahora, cuando el gobierno federal siente la combatividad del sector educativo público, decide empezar por el principio. Eso da risa.

El PRI y el PRD tienen enfrente a Morena y a su por ahora pequeño dictador, López Obrador. Como van las cosas, ni uno ni otro crecen en popularidad. El Peje resucita. De acuerdo: con simplezas, boberías, alardeando su grosero autoritarismo, regañando, con una desaforada egolatría, pero es el dueño de los tiempos electorales y de las agendas políticas nacionales.

En el PRD con timidez levanta el dedo Miguel Ángel Mancera, “yo quiero ser, pero independiente”. El caso del Bronco, otro error priista, parece ser un gran ejemplo, pero sólo parece. En el PRI nadie se mueve, se escuchan rumores, chismes, intrigas.

Y en este medio, aparece salvador Enrique Ochoa Reza. Nadie lo conocía, ya alguien lo impugnó, los demás partidos están contentos con la estatura del rival, ya que ignora los intríngulis de la política. ¿Sacará al expartidazo del hoyo en que está metido? Pocos lo creen. Y algo semejante podemos preguntarle a Alejandra Barrales: ¿recuperará lo perdido, tendrá un candidato presidencial de la estatura de López Obrador? No es un problema sencillo. Falta un PAN engallado por los triunfos que le dan apariencia de ganador nacional, ¿volverán las alianzas con el PRD? Barrales ha dicho que sí.

Las fuerzas parecen alineadas. Al nuevo titular del PRI sólo le queda lo que una mujer sabia dijo: “En vista de tu inexperiencia electoral, Enrique Ochoa, por favor, Reza”.

 

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