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El gran sismo de 1858 destruyó la mayor parte de los nichos y osarios del popular panteón de Santa Paula.

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Una cúpula octogonal dio pie al apodo

 

 

¡Mientras los civiles resistan!

Jean- Louis Forain

 

Tras la definición de la traza de la capital de Nueva España por Alonso García Bravo, en 1523 surgió el barrio de Santa María Cuepopan, en cuyo centro Fray Pedro de Gante fundó la capilla de Santa María de Nazaret, dependiente de la Basílica de San José de los Naturales y sujeta al convento de San Francisco.

Un año más tarde, y por mandato del propio Hernán Cortés, se estableció la parroquia de la Santa Vera Cruz y con ella una de las archicofradías más relevantes de la colonia española en la ciudad; dicho templo, entregado al clero regular, competía con la vecina y humilde capilla de indios y esta rivalidad provocó que, el 15 de agosto de 1569, cuando los francisanos en procesión de la basílica hacia el templo popular indígena llevaban en andas la imagen de la Virgen de la Asunción —patrona de la ciudad— fueran interceptados —a la altura de la calle de Tacuba— por los clérigos de la Santa Vera Cruz para obligarles a desviarse hacia la catedral, lo que desencadenó la ira de los parroquianos de Santa María, quienes enfrentaron a pedradas a sus detractores para que el cortejo llegase a su destino.

En 1735 la arquidiócesis determinó reconstruir la capilla original y su arquitecto desplegó una de las obras cumbre del barroco mexicano, logrando una extraordinaria cúpula en forma octogonal que popularizó el concepto de “redonda”, lo que bastó desde ese momento para que el barrio fuese conocido como el de Santa María la Redonda, imponiendo también esta identificación al tramo de la calzada de San Juan de Letrán que llevaba hasta el vecino barrio de La Lagunilla y a su Plaza del Baratillo.

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El gran sismo de 1858 destruyó la mayor parte de los nichos y osarios del popular panteón de Santa Paula, dependiente de la parroquia, entonces la municipalidad decidió cerrarlo dando paso al fraccionamiento urbano de lo que hoy se conoce como colonia Guerrero, la cual, sin rubor alguno, se “engulló” al barrio de Santa María la Redonda.

El fúnebre ambiente que distinguió la barriada se transformó en risas y alegría con la colocación del Circo Orrín en su Plazuela de Villamil. Años más tarde, en 1948, la empresaria Margo Su y su esposo, Félix Cervantes, recuperan el espíritu lúdico de ese alicaído espacio, edificando un emblema de la vida nocturna de la capital, el Teatro Blanquita, cuya popular cartelera logró reinsertar la Santa María la Redonda en el imaginario popular de la ciudad.

Por ello, es gratificante constatar, al igual que en su momento lo hizo el ilustrador francés Jean Louis Forain en 1914, que mientras los civiles —en este caso los vecinos— resistan, el espíritu de barrio pervive, lo que obliga a autoridades, empresarios y vecinos a apoyar este tipo de resistencias que sólo persiguen sostener el orgullo y calidad de vida de uno de los primeros barrios de esta “muy noble y leal ciudad de México”.