[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h3″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=”#000000″ icon=” icon-quote-left” ]
La militancia o no militancia de un ciudadano no lo descalifica para ocupar una posición en el sistema anticorrupción.
[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]
La paranoia de la corrupción
Un cínico es un hombre que, cuando huele
flores, busca un ataúd alrededor.
Henry Louis Mencken
José Fonseca
Uno entiende el escepticismo mostrado por tantos acerca de lo que hará el gobierno actual para poner en práctica el Sistema Nacional Anticorrupción.
Siempre he considerado un ejercicio en futilidad cuando uno se pone a lamentar la comisión de algún error. Es caer en el juego del “hubiera”. Y no olvidemos que el hubiera es la realidad imaginaria de los tontos.
Al gobierno actual, más claro, al presidente de la república sólo le queda seguir adelante, porque ni el gobierno se puede paralizar, ni las realidades nacionales y externas van a esperar a que terminemos de flagelarnos por los errores cometidos.
Por supuesto que uno está de acuerdo en la trascendencia de los nombramientos de quienes encabecen las instituciones clave del sistema anticorrupción, pues de la percepción que tengan los mexicanos y los ciudadanos de esos nombramientos dependerá la confiabilidad inicial en el sistema.
Pero el reto es no caer en las trampas tendidas por discusiones contaminadas por la sinrazón y la mala fe políticas, trampas que se tienden cuando se empieza a hablar de que todas las personas escogidas deben ser “apartidistas”, personas que nunca en su vida se hayan siquiera acercado a cualquier grupo político, a cualquier partido. Y, claro, que no tengan relaciones amistosas con nadie que esté en ningún partido, y menos en el gobierno.
La verdad, creo que esa pretensión refleja una maligna paranoia que corroe a la sociedad mexicana, resultado del cotidiano bombardeo de opiniones y comentarios que intentan convencernos de que en este país ya no hay hombres y mujeres honorables.
Cínica perspectiva que no comparto. Estoy convencido de que la militancia o no militancia de un ciudadano o ciudadana, su amistad o lejanía de cualquiera en el servicio público no lo o la descalifica para ocupar una posición en el sistema anticorrupción.
Estoy convencido de ello, porque estoy seguro que entre los mexicanos y mexicanas hay más personas honorables de lo que suponemos desde las ácidas críticas, tan lucidoras.
Lo del apartidismo es una vacilada. Muchos han probado que ni la militancia ni la amistad impiden a una persona honorable hacer lo correcto por las razones correctas.
Si no creemos eso, entonces el cinismo ha corroído, más de lo que creía, los valores de la sociedad mexicana y, sobre todo, el siempre esperanzador optimismo de los mexicanos.
jfonseca@cafepolitico.com