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El dragón representa muchas de las cosas que no desearía encontrarme en mi camino.

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Charla con Manuel Esquivel | Autor de El libro del dragón

Eve Gil

Sea uno creyente o no, las historias de santos brindan una fuente inagotable de imaginación y aventuras y pocos han sido los autores que aceptan el reto de trasladarlas a la literatura. Uno de ellos es Manuel Esquivel quien a través de El libro del dragón reconstruye meticulosamente el mundo de San Jorge, o Georgius, como se le nomina al protagonista, uno de los más populares y polémicos santos cuya leyenda ha seducido a fieles de muy variadas religiones y conserva su culto entre los católicos pese a sufrir una injusta expulsión del santoral por parte del papa Paulo VI.

“Musulmanes, ortodoxos, coptos, anglicanos, griegos… San Jorge está en todas partes, aunque que le hayan quitado el certificado de santidad, alegando que no tenía fundamento histórico —explica el también autor de Malverde, el santo popular de Sinaloa—. Fue eliminado porque decidieron que había demasiada fantasía un caballero enfrentando a un dragón, cosa paradójica tratándose de una Iglesia que se basa en la resurrección de Dios a través de su hijo. Lo cierto es que el dragón de la leyenda bien pudo ser un cocodrilo del Nilo, que es lo que más se le acerca. Arqueológicamente hablando existen posibilidades de una bestia semejante a un dragón haya enfrentado a San Jorge. Hace 5 mil años existían cocodrilos inmensos, y no descartes que en Medio Oriente existiera un reptil de estas características, magnificado por la oralidad y la leyenda. Personalmente pienso que los dragones nunca han dejado de existir, solo que ahora visten traje y corbata”.

 

Hechura de la novela

“Malverde es un santo de facto que no de dicto. Santo en funciones aunque no tenga el puesto. Malverde fue materia de mi tesis en la maestría de literaturas orales, donde por casualidad me tocó analizar su culto como pudo haberme tocado la Llorona. Respecto a San Jorge, siempre quise escribir un rollito de espadas y armaduras y esta era la oportunidad perfecta. Que ambos sean «santos» es mera coincidencia, aunque me haya hecho fama de hagiógrafo”, ríe el autor.

Manuel es un no creyente apasionado por las historias de santos, convencido de que todos, en algún momento, hemos perseguido la santidad y todos tenemos un dragón personal que derrotar. Vivió en Turquía donde subsistió dando clases y durante esa estancia tuvo oportunidad de realizar el recorrido que San Jorge emprende en la novela, a partir de su natal Capadocia.

“San Jorge —dice Manuel— es considerado santo patrono de los scouts en la Iglesia anglicana. Yo fui scout y conozco sus principios de honor y rectitud que eran propios de los caballeros, eso sin contar que en 2004 estuve en Medio Oriente y por mera coincidencia llegué al lugar donde nació, murió y fue sepultado. Recorrí prácticamente todo su mundo y creeme que es posible realizar ese recorrido y no ver al caballero con su armadura, montado en su corcel blanco y a punto de enfrentarse con un monstruo. Así fue como me enganché al personaje”.

No obstante contar con tanto material vivencial, reconstruir la vida de San Jorge no fue tarea fácil para Manuel: “Al momento de iniciar, contaba básicamente con el principio y el final de la historia. Fui tomando todas las versiones literarias que encontré, la más antigua se remonta a Jacobo de la Vorágine, aunque solo consta de 3 o 4 páginas, muy poco. Por supuesto me armé de todas las estampitas que encontré y busqué las fuentes de la versión musulmana y la de Cataluña, donde los catalanes afirman aconteció la verdadera aventura de San Jorge. Equiparé lo que tenían en común, eliminé aquello que carecía de sentido narrativo. Nadie dice cómo fue la transición del «niño bien» de Capadocia a militar de rango. Decidí que llenaría ese hueco con las motivaciones humanas que no han cambiado: enamoramientos fallidos, búsqueda de vocación, rebeldía ante lo impuesto. Se le educa para ser médico de almas pero parece diseñado para la guerra y aunque realizó sus mejores esfuerzos para complacer a Policroma, su madre, opta por dejarse llevar por su corazón. Los nombres de los padres de san Jorge (un guerrero pagano y una mujer cristiana) los consigna más de una fuente: Geroncio es un personaje histórico real. A Policroma la registra la leyenda pero no existen documentos que certifiquen su existencia histórica, pero el nombre me encantó porque significa «la de muchos colores», y yo quise hacerla más bien gris. Es mucho más rica la iconografía que la literatura”.

En gran medida, el interés de Manuel por este santo se origina en su propia pasión por las armas antiguas y su práctica con el esgrima.

Me persiguieron Amadís de Gaula y el Quijote

“Practico esgrima desde hace muchos años, estoy muy familiarizado con las armas y les pongo mucha atención. En todos los sitio de la ruta de San Jorge había gladiadores y la arqueología forense consigna el tipo de heridas que producían estas armas. Salvo el dragón que es mi dragón, no necesariamente el de las imágenes religiosas, la novela es cuidadosamente histórica, particularmente en lo que respecta a los rangos militares y el armamento. Sobre la época de Georgius existe mucha información: los romanos eran muy cuidadosos con los datos que consignaban tanto en papel como en piedra, donde la información se conserva para siempre”.

“Este deporte —recuerda Manuel— me ha permitido, por otra parte, estar en contacto directo con las armaduras. Las que describo en el libro —que son terribles al grado de causar la muerte de algunos personajes por desprendimiento de la carne— son absolutamente verídicas. Tuve oportunidad de colocarme una de ellas, así que sé perfectamente de lo que hablo”.

Imposible, por supuesto, le digo a Manuel, no asociar las aventuras de Georgius con los libros de caballerías.

“Durante el proceso de escritura —dice Manuel— me persiguieron el Amadís de Gaula, incluso el Quijote, a quien Georgius se parece tanto por momentos, pero lo cierto es que me gustan más las novelas modernas de caballería como las de Walter Scott, las distintas versiones del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, que se remontan al siglo XX, o el mismísimo Dumas, cuyos mosqueteros conservan mucho de la esencia de los caballeros medievales”.

El dragón de Georgius es, tal como supuse al abordar la novela, una materialización de los más profundos miedos del joven guerrero. No se trata de una serpiente gigante, como lo describen algunas leyendas, sino de un gigantesco gusano de muchas bocas que empieza a matar a partir de su pestilencia.

“El infierno —finaliza Manuel— es muy personal, el dragón también, por eso evité la serpiente con escamas o el dragón arquetípico de Hollywood. El dragón representa muchas de las cosas que no desearía encontrarme en mi camino”.

Manuel Esquivel nació en la Ciudad de México en 1968, y la novela El libro del dragón. La leyenda de San Jorge está publiada por JUS, México, 2016.