Entrevista a Dante Escalante Mendiola | Portadista de aniversario

Por Irma Ortiz

Admirador de ilustradores americanos como Hal Foster, Norman Rockwell, creadores de los cómics que buscaba todos los domingos en los diarios Excélsior o Novedades —que eran los que su papá compraba— o los trabajos de Jorge Carreño padre, a Dante Escalante Mendiola le brillan los ojos cuando asegura que si él pudiera parecerse a alguien, éste sería sin duda Ernesto el Chango García Cabral, por sus trazos limpios, casi perfectos.

En este número, la revista Siempre! presenta otra portada conmemorativa de su 63 aniversario, esta vez a cargo del ilustrador Dante Escalante, que asevera que, más que influencias, profesa una gran admiración por artistas como el Chango García Cabral, que más que un caricaturista “me pareció un ilustrador de primerísima línea. Cuando era niño, vi sus originales y me parecían excepcionales”.

Y es que nuestro portadista tuvo la fortuna no sólo de aprender el viejo estilo de los ilustradores sino que formó parte de la primera generación de diseño gráfico en la UAM Azcapotzalco, en una época en la que costaba trabajo explicar qué era el diseño gráfico, e incluso en su cartilla del servicio militar mejor le pusieron que cursaba segundo año de arquitectura, porque quien tomaba los datos no entendía qué era eso de la comunicación gráfica.

Otro factor que ayudó a su formación fue asistir a un atelier en el centro de la ciudad, en Mesones y Correo Mayor, donde “uno de mis amigos me enseñó a ver la vida, la pintura, el mundo, y después decidí ser diseñador gráfico”, además del conocimiento de la vida que le brindó la convivencia diaria en el taller de zapatos de su papá, que aunque originario de León, Guanajuato, tenía muchos amigos libaneses.

“Fui muy vago del centro, mi padre hacía zapatos, y la gente que se reunía en torno a estos libaneses era muy nutritiva; había gente que escribía, que venía de las artes plásticas; yo tenía 13 años, al oírlos hablar me enteré de un México que no conocí pero que viví a través de sus pláticas, de otro que sí vi, y otro que se fue transformando.

Esa herencia capitalina me dejó huella y muchas otras cosas. Uno es lo que hace todos los días, el trabajo cotidiano es lo que nos hace ser lo que somos, y somos lo que traemos puesto; eso es lo que pasó, porque de ahí a que me diera cuenta qué cosa era el diseño, pasó mucho.

 

Puente entre dos generaciones

“Desde que me acuerdo, dibujo, y eso le empezó a llamar la atención a la gente, ya que lo hacía desde los seis años; no me creían que yo lo hacía, pero es una cosa con la que se va uno acostumbrando hasta después de que llega uno a la edad que quiere tener y pone la mira en figuras mucho más grandes”.

Miembro de la Academia Mexicana de Diseño, Escalante Mendiola, que también es ilustrador de las revistas Nexos, Letras Libres y Algarabía, habla sobre el trabajo que realizan los nuevos ilustradores.

“Cuando se hizo la Academia me resistí un poco a que se llamara así, porque los propósitos de preservar las cosas, de cómo se pueden llevar a través de las Academias, no funciona con el diseño, que es una disciplina viva y que se transforma todo el tiempo. Soy como el puente entre dos generaciones y a lo mejor tenía cierta animadversión a todos los sistemas digitales, pero tenía la herencia de lo anterior; sé como se hacen las cosas antiguas y todavía no le entro completamente a lo que viene, al futuro, pero estoy abierto a las propuestas actuales.

“En las nuevas generaciones veo gente muy valiosa y hay unos que digo: cómo le entiendo a esto, pero es muy interesante; hay otros que veo con muchas ganas de decir algo. Para mí, la ilustración siempre ha funcionado como las vías de un ferrocarril, por un lado qué quiero decir y por el otro cómo lo digo; el contenido y la técnica con la que lo expreso, si me falla alguna de las dos, el tren no llega a su destino, y el tren es justamente lo que quiero comunicar.

“Si la comunicación no se da, se puede tener una pintura muy bella o una cosa muy bonita que es hueca, banal o vacía y por el contrario si la idea es muy buena pero está pésimamente realizada, es una desgracia, es una lástima que no se haya podido dar ese salto.

“Creo que muchas veces las nuevas generaciones se confunden un poco en esta cuestión de la realización porque se le deja mucho a la máquina, no se boceta lo suficiente; hay excepciones pero el virtuosismo inútil a veces no vale la pena, porque lo hace muchas veces mejor la máquina, y se descuida el contenido. Habría que tener cuidado en eso, porque tampoco soy de los que piensan que sólo yo trabajo mejor; es probable que haya gente muy valiosa en este momento o que venga gente muy valiosa”.

[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h3″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=”#000000″ icon=” icon-quote-left” ]

El ilustrador debe ser un gran seductor, ya que revela que las imágenes nunca son inocentes.


[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]

 

El Quijote de Siempre!

Dante Escalante considera que el ilustrador debe ser un gran seductor, ya que revela que las imágenes nunca son inocentes, tienen que provocar emociones que nos hagan guardarlas en la memoria.

Por ello, su visión sobre el Quijote en el mundo actual de ninguna manera es de bonanza, pero tampoco podía ser fatalista, “ya que poner el acento en una nota apocalíptica, sin alternativa posible, no va conmigo, ni con el espíritu que hay que tener en estos momentos”. Así, en su obra se ve un Quijote desafiante a punto de enfrentar en solitario un camino sinuoso, estrecho y sin retorno.

¿Por qué va el Quijote solo y no lo acompaña Sancho?

Porque es un trance que debe pasar en solitario. Como sabemos, el Quijote representa la locura, el idealismo, el arrojo, cierta irreflexión, cierta cuestión utópica; mientras que Sancho es lo concreto, lo práctico, lo real. No es un momento en el que la gente cruzaría un camino como el que aparece; si lo pensamos no nos aventamos, pudiéramos inventar que Sancho ni siquiera se acercó, por eso está solo el Quijote; o no se va a aventar, si lo piensa no lo hace, solamente con esa dosis de locura y de idealismo que tiene es lo que permite salir adelante.

 

63aniversarioSeguir adelante con gallardía

En un camino sin retorno…

Es tan estrecho que no puede regresar. Para empezar, Rocinante tiene una actitud, un instinto animal que está como un poco trabado, mientras que el Quijote —eso quiero representar— ve el camino resuelto y hay una meta, sin que esto fuera un optimismo bobo, ni banal. Sabe que es importante pasar porque al fondo se ve algo que no sabemos que va a ser, pero es posible que siga otro camino o que haya un valle. Lo que no podemos perder de vista es seguir hacia adelante con esa gallardía y con una certeza de que uno puede hacer mucho, todavía le quedan muchas cosas por hacer en lo que hace cada quien, todos los días.

¿Este Quijote representaría a la ciudadanía y ese camino el que México está viviendo…?

Ésa es mi intención, los primeros bocetos los había pensado en relación con una niebla, no encontrar el rumbo, una brújula, pero era confuso. En la obra se ve claro el rumbo que tiene que seguir, no hay esa cerrazón de decir como David Alfaro Siqueiros que no hay más ruta más que la nuestra, ya que a nosotros es la que nos toca vivir.

Claro, uno se puede sentar y decir qué desgracia de camino me tocó, mejor busco otra ruta o me doy la vuelta y me voy por otro lado. No, hay que continuar y hacerlo sin fatalismos, sin derrotismos, con ánimo suficiente y sobre todo con una certeza interior, con una confianza quizás un poco reflexiva y un poco utópica, pero no abandonarla. Es más, Sancho ni siquiera hubiera caminado; es un Quijote idealista que va a cruzar, eso es real y se puede despeñar, puede haber desconfianza y miedo, pero el miedo no hay que suprimirlo, puede ser una cosa útil.

Un acicate para salir adelante…

Una vez en un programa de radio un cronista taurino entrevista a un matador retirado y le pregunta: ¿cómo hacía usted para vencer el miedo? y contestó: al miedo no se le vence, se le asume. Eso me consoló mucho porque hay circunstancias en las que uno tiene miedo y parece que no hay que tenerlo, pero sí hay que tenerlo.

Hay que tener responsabilidad y no esperar mesianismos, ni redentores, ni gente que venga a solucionar las cosas. Es cuestión de cada quien y de mil propósitos y de una lucha social. Hay cosas que se han olvidado, lo vemos en incidentes menores, en el tránsito, en la cola de lo que sea, no pensar en el otro y hasta se aplauden esas cosas porque soy el audaz, soy no sé qué, esa falta de solidaridad con la consideración de otro, es un gran mal latente que hay que exterminar.