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De lo contrario, estaremos en un caso tan demagógico y reprochable como el de López Portillo en 1982.

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Mea culpa ante la historia

La disculpa ofrecida por el presidente Enrique Peña Nieto trajo a mi mente otro mea culpa presidencial.

Recordemos el famoso melodrama protagonizado por José López Portillo, quien durante su toma de posesión pidió un emocionado perdón a los pobres por el fracaso del Estado en acertar a “sacarlos de su postración”, lo que expresó que cambiaría durante su gobierno.

La promesa que hizo con lágrimas en los ojos, alentó en algunos sectores de la sociedad la esperanza de que eso se cumpliera a lo largo de su sexenio. Desgraciadamente eso se quedó en demagogia pura.

En el México de hoy, nuevamente otro mandatario ofrece una disculpa, el presidente Enrique Peña Nieto a punto de entrar en su último bienio de gobierno ofrece un mea culpa, el cual brinda a pesar de haber actuado dentro de la ley en la transacción de compra-venta de la Casa Blanca.

Camacho

No obstante, Peña Nieto reconoció que su acción causó una gran indignación, a tal grado que el rumbo de su gobierno cambió a partir de entonces, y por ende el combate a la corrupción se convirtió en la principal asignatura pendiente.

En el momento en el que el presidente Peña Nieto toma esta importante decisión, también recibe muchas críticas de sus muy conocidos malquerientes porque dicen que se trata de un arrepentimiento tardío, pero para la sociedad mexicana representa un mensaje de cambio.

Si el mensaje no se concreta con acciones y se produce un cambio a tiempo, la asignación no cumplida de combatir la corrupción corresponderá a un juicio de la historia. En medio de una crisis, el mandatario realiza un responsable acto de contrición.

Lo cierto es que existe en el ámbito nacional un estado de ánimo en contra de la corrupción —esta molestia es también internacional—, en nuestro país ha sido aprovechado por profesionales de la protesta, como por ejemplo Juan Pardinas, director del IMCO, que cuando sintió que la lumbre le podría llegar a los aparejos, cuando el Senado dispuso que la Ley 3de3 también le fuera aplicada a la iniciativa privada, colaboró intensamente para que finalmente esta disposición quedará descafeinada. Cosa que como sabemos consiguió.

El Presidente ya se disculpó, pidió perdón. La misión ahora es cumplir el diseño de una estrategia para que en los hechos se vea su compromiso hecho una realidad, de lo contrario estaremos en un par de años en un caso tan demagógico y reprochable como el de López Portillo en 1982.

Una de las tareas principales es la designación de un nuevo zar anticorrupción.

La semana pasada, un periódico de circulación nacional, en su columna de chismes, aseguró que la Presidencia de la Republica le propuso a Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana, ocupar el cargo que dejó vacante Virgilio Andrade, como secretario de la Función Pública. Sin embargo, según el texto, Bohórquez rechazó la invitación, por lo que ahora buscan un nuevo candidato.

Con esta experiencia, se podría deducir que quizás busquen un perfil similar, es decir, que quieran calmar las aguas colocando a uno de los “profesionales” de la transparencia que existen en México.

Pero no necesariamente tiene que ser un Eduardo Bohórquez o Juan Pardinas quienes ocupen tan importante cargo, en México existen innumerables personajes con sobrada capacidad moral y ética, y que además poseen los estudios y conocimientos idóneos para ser el nuevo zar anticorrupción

Uno de estos perfiles, es la exministra de la Corte Olga Sánchez Cordero, quien actualmente funge como consejera de Banorte.

Como ministra, Sánchez Cordero fue la incómoda, la que rompió paradigmas, la que con sus decisiones y votos abrió brecha, la que sin miramientos fue firme ante el conservadurismo, pero también llamó a “dignificar las instituciones” de México y recobrar el respeto por la condición humana.

Otro posible candidato a ocupar el cargo podría ser Juan José Bremer, quien hasta el pasado 25 de mayo ocupaba el puesto de embajador de México ante Cuba.

Bremer acompañó como nuestro representante en la URSS la transición en la Unión Soviética, y le tocó vivir también, desde nuestra sede diplomática en Alemania, la caída del Muro de Berlín. Según la periodista Marta Anaya, el diplomático es el mejor experto en transiciones que tenemos. ¿Por qué no aprovechar sus conocimientos en un cargo tan importante y que sea el encargado de la nueva fiscalía anticorrupción?

Otro interesante perfil es el de Heriberto Galindo, quien goza de una larga trayectoria política, legislativa y diplomática. Galindo fue en su momento una de las gentes más cercanas al ideólogo del nacionalismo revolucionario mexicano don Jesús Reyes Heroles.

Así como ellos, hay una interminable lista de hombres y mujeres que tienen los méritos suficientes para hacer un buen papel.