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La isla se había convertido en el tugurio de Estados Unidos. Florecían el tráfico de drogas, los juegos de azar y la prostitución.
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La historia lo absolverá
El pasado 13 de agosto, Fidel Castro, el estadista vivo que aún sobrevive al siglo XX, cumplió 90 años de edad. Poseedor de un carisma que hasta sus más acérrimos enemigos reconocen, si bien ha dejado el liderazgo formal a su hermano Raúl, continua siendo el principal referente del proceso revolucionario cubano y de su gobierno, que con tenacidad y perseverancia ha logrado sortear todos los escollos y obstáculos desde su llegada al poder en 1959.
Fidel, como afectuosamente se expresan de él mayoritariamente el pueblo cubano, es hijo de productores rurales de origen gallego. Abandona la casa paterna para estudiar y termina recibiéndose de abogado en 1950 y desde muy joven se involucra en actividades de oposición a la dictadura del “sargento” Fulgencio Batista. Y habrá que recordar a los desmemoriados que la isla se había convertido en el tugurio de Estados Unidos. Florecían el tráfico de drogas, los juegos de azar y la prostitución.
La desigualdad social era inmensa, la economía dependía de un monocultivo. El azúcar y las centrales azucareras, el comercio y la poca industria eran también de propiedad extranjera, señaladamente norteamericana. En ese contexto, los inconformes con esa situación, el 26 de julio de 1953, se deciden a luchar y, combinado un asalto armado al Cuartel militar de Moncada con un llamado a una huelga general, se enfrentan frontalmente al régimen, que a su vez era producto de un golpe de Estado.
Los rebeldes son derrotados y los asaltantes encarcelados. Su líder, Fidel Castro, al ser procesado cambia su derrota por victoria y su alegato final que denominó “La historia me absolverá” acrecienta su popularidad y a pesar de una condena de quince años, a los dos, el gobierno decide exiliarlo confiado en que fuera del país le ocasionará menos daño. Se produce entonces el episodio mexicano. Refugiado en nuestro tierra, recluta partidarios y los entrena, entre ellos al ya mítico Ernesto Che Guevara y mal armados se embarcan en el yate Granma y parten de Tuxpan, Veracruz, a la isla del Caimán caribeño.

En el desembarco en 1956, los 82 que partieron son recibidos a tiros por el ejército batistiano y sólo sobreviven doce, quienes se dirigen a la Sierra Maestra, donde se hacen fuertes y crecen militarmente, combinando su acción con otras fuerzas opositoras. En este apretado resumen diremos que derrotan al gobierno y entraron triunfantes a La Habana al despertar el alba del año 1959.
En un principio esta revolución tenía como eje principal, al igual que otras latitudes latinoamericanas, una reforma agraria, pero la cerrazón del capital estadounidense y el gobierno de Eisenhower rompe relaciones en enero de 1961 y en abril de 1962 se produce, ya en el gobierno de Kennedy, la invasión de Bahía de Cochinos, preparada y financiada con antelación por la CIA, lo cual termina por acelerar la radicalización del proceso revolucionario cubano.
En el marco de la Guerra Fría que libran Estados Unidos y la URSS, se descubre la existencia de plataformas de lanzamiento y cohetes con ojivas nucleares en la isla, lo que ocasiona la llamada “crisis de octubre” que puso en vilo al mundo. Por la entereza de Kennedy que desoyó a sus halcones y de Kruschov, se zanjó la crisis con el retiro de los misiles estacionados en Cuba y los emplazados en Turquía contra Rusia, así como la promesa de no invadir Cuba.
La geopolítica mundial alineó Cuba en la órbita socialista, lo que generó una economía dependiente otra vez del azúcar y del intercambio con el bloque socialista, lo que repercutió fuertemente para el pueblo cubano con el desplome del mundo socialista, con la caída del muro de Berlín de 1989 y la desaparición de la URSS en 1991. Cuba perdió así de golpe un tercio de su PIB.
A pesar de las penurias y del “periodo especial” Cuba se recuperó casi milagrosamente. Hoy después de más de cincuenta años de bloqueo económico, que aún subsiste, en 2015 aconteció lo que parecía imposible, la normalización de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Y Fidel lo ha podido testimoniar.
Las críticas a Fidel —hoy que está de moda hacerlas— se las dejamos a sus detractores, en especial a esos viejos revolucionarios que se solazan en vituperarlo. La última palabra la dirá la historia.


