[gdlr_text_align class=”right” ][gdlr_heading tag=”h3″ size=”26px” font_weight=”bold” color=”#ffffff” background=”#000000″ icon=” icon-quote-left” ]
Moción presidencial que sugiere a muchos la presión norteamericana.
[/gdlr_heading][/gdlr_text_align]

 

La guerra del ano/I-II

Hace muchos años, cuando doña Beatriz Pagés me invitó a colaborar en Siempre!, pese a que la política no es mi oficio, me asaltó el temor de no encontrar temas sobre los cuales escribir, un temor que resultó maravillosamente infundado ya que este país produce semanal o quincenalmente cuando mucho un escándalo, una catástrofe, un absurdo o un prodigio, que la vida en México podrá ser todo menos aburrida.

Y así me he topado, a través de un artículo de una periodista que leo con frecuencia, con un hecho prodigioso, sorpresivo que me ha puesto a pensar en muchas cosas. Me refiero a las declaraciones de la Arquidiócesis de México sobre —¡qué tiempos, señor don Simón!— sobre el ano y su uso correcto. Un tema que en el México de mis recuerdos hubiera sido absolutamente impensable, impublicable, tabú. Pero que se da muy lógicamente dentro de ese encontronazo político entre la presidencia de la república y la Iglesia católica (a la que había que sumar las otras Iglesias cristianas y a una importante sección de la opinión pública), de ese encontronazo provocado por la moción de Peña Nieto sobre el matrimonio igualitario completo con la adopción de niños por parejas homosexuales.

oropeza

Esa moción presidencial que sugiere a muchos la presión norteamericana, y de un poderoso “lobby” homosexual, se dio en un momento político preelectoral con las consecuencias que, ya sabemos, sobre todo con la rabia de la jerarquía católica que se siente traicionada por un presidente que con tanta devoción había recibido al Santo Padre y que era, visto por la oposición de izquierdas, como un mandatario demasiado católico y empresarial.

Lo curioso —iba a escribir lo divertido— es que lo que yo llamaría la vanguardia de la prensa de oposición, críticos eternos de Peña Nieto, sin convertirse al peñanietismo alabaron estruendosamente su postura frente a la comunidad LGTBTXYZ, o sea la que no es HM, a la cual, yo, primitivo y obsoleto que soy, pertenezco (confieso con pena que me gustan las mujeres aunque ya, pues, nada de nada).

Y esa vanguardia liberal, feminista, moderna, neomarxista, indignada, con la que siempre me había identificado, agarró pleito feroz con la Santa Madre y los obispos fundamentalistas, medievales, autoritarios, ignorantes y, sin decirlo abiertamente, hipócritas.

Eso parecería una victoria política de Peña Nieto, una inesperada alianza, sólo que me temo que resulta una alianza antinatural, inconfiable y que además ha despertado incomodidades en el mismo PRI, por lo que siendo horriblemente pragmáticos, contando votos, me pregunto si esa alianza tiene sentido, si no es un mal matrimonio, eso que los franceses siempre atinados llaman una “mésalliance”, o en México diríamos si no salió más caro el caldo que las albóndigas. Seguiremos con el ano, con el ortodoxo y el liberal y cómo debe usarse de acuerdo con los opuestos manuales de operación.