Dilma Roussef finalmente fue destituida. Tras pasar un proceso de casi cuatro meses, la mandataria de Brasil fue separada definitivamente del poder para dar lugar a su vicepresidente y enemigo declarado, Michel Temer, a sustituirla al menos hasta 2018. Durante una jornada difícil, de más de seis horas de interrogatorio a la ahora ex presidente brasileña, el comité de investigación del Senado recabó la votación final sobre este proceso, el primero que se abre en ese país sudamericano. La votación fue de tres a uno contra Dilma, es decir, 61 a favor de su destitución y 21 en contra.

Un grupo de personas coreó el himno nacional luego que se dio a conocer el veredicto. La medida establece que Dilma deja el cargo de presidente nacional de manera inmediata y que debe desalojar la residencia oficial de Brasilia en al menos un periodo de un mes.

_90986817_bf1262e7-7a9e-46d9-b1e4-2d50d70629b0Fue así como culminaron ocho meses desde que se iniciaron las acusaciones de corrupción en Petrobrás y el tan maquillado presupuesto con el que intentaba disfrazar un déficit en las finanzas públicas brasileñas. Temer juró servir en el cargo tras estampar su compromiso con una firma y con una sonrisa de par en par con la que recibió múltiples abrazos y felicitaciones por una acción que los simpatizantes de Dilma consideran como una traición y un golpe de estado, fraguado con ayuda del exterior. Por cierto que todo se realizó de manera rápida y fugaz.

A la ex mandataria sólo le quedó denunciar que en su vida ha sufrido dos golpes de estado: “El de la dictadura y éste”.

El comité senatorial, que unos instantes antes la había condenado a dejar el cargo, le impuso inhabilitarla de cualquier actividad política durante ocho años; con lo que quedaba impedida de detentar cualquier cargo público durante ese periodo.

Foto: Reuters