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La candidatura autoritaria de AMLO avanza aprovechando errores.
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Candidatos y partidos

La sucesión presidencial de 2018 no se va a adelantar, ya se adelantó, pues en los principales partidos y en la acción de los aspirantes se ha planteado abiertamente con mucha anticipación.

El que abrió fuego, desde siempre, es Andrés Manuel López Obrador, quien no cesa en su intento por obtener la presidencia, desde la fundación del nuevo partido Morena está definido y —dado el carácter de estructura vertical y autoritaria— es el único instituto político en el que no existe duda ni “fuego amigo”, lo que le da una relativa ventaja frente al resto de los partidos políticos nacionales. La precampaña no regulada por el Instituto Nacional Electoral está desarrollándose a plenitud.

En el PAN existen al menos tres precandidatos claros que se enfrentan internamente generando “fuego amigo”: Margarita Zavala, que aparentemente encabeza las encuestas, apoyada por su marido el expresidente Felipe Calderón; el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, tiene los recursos económicos y las relaciones para aspirar a esa candidatura; y, por supuesto, el joven maravilla, Ricardo Anaya, que ya se la creyó y está entusiasmado para lograr su postulación, después del triunfo en las gubernaturas, que más bien fue derrota del PRI.

En el PRD, a pesar de su evidente diminución en las preferencias electorales, participan claramente el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y el de Michoacán, Silvano Aureoles, aun cuando el no militante, pero sí aspirante, Miguel Ángel Mancera, no ha titubeado en demostrar su interés en esa candidatura; en el interior una parte de las tribus dominantes están pensando en una alianza con el PAN, especialmente en el Estado de México, como joya de la corona; y la otra parte reflexiona en la posibilidad de aliarse a su excandidato López Obrador, generándose mayor intensidad del “fuego amigo”.

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En el PRI, cuando el presidente de la república pertenece a este partido es quien dice las palabras mayores de la sucesión en el tiempo y forma que él decida; no obstante, la designación de Enrique Ochoa Reza como dirigente parece indicar que las preferencias están definidas a favor del grupo que ha impulsado las llamadas “reformas estructurales”, por lo que Luis Videgaray es considerado como el más sólido aspirante, acompañado de Aurelio Nuño, hoy disminuido por los temas magisteriales, y, con un perfil distinto, José Antonio Meade Kuribreña, quien puede convertirse en la carta más viable para ser el candidato del PRI; sin embargo, Miguel Osorio Chong sigue siendo una opción, a pesar de las graves crisis por las que atraviesa.

Con ello, se percibe un “fuego amigo” que se refleja en el resultado de las encuestas y en diversas manifestaciones, debajo de la mesa, por priistas que están dividiendo su partido. El PRI, más allá de las reformas protocolarias, tiene que definir con anticipación a su candidato; pues, de otra suerte, quedarían golpeados internamente sus precandidatos y sin tiempo para recuperar los daños producidos por las divisiones y las derrotas.

Es decir, los precandidatos se encuentran aprisionados y enfrentados en el golpeteo interno del “fuego amigo”, mientras que la candidatura autoritaria de López Obrador avanza aprovechando errores.