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Hasta ahora el Estado se ha negado a la represión, que así siga.

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Lanzan reto industriales y comerciantes

El ya prolongado conflicto entre las autoridades educativas federales y algunas entidades federativas donde tiene fuerte presencia la CNTE, en los últimos días, ha tenido un fuerte escalamiento por la respuesta beligerante de los organismos cúpula del sector empresarial.

El conflicto —como es de todos conocido— es efecto y consecuencia de la denominada reforma educativa que implicó una reforma constitucional y legal, además de una serie de acciones de política pública, para que el Estado recuperara la conducción de la educación que, por vía de hechos consumados y mala instrumentación de la descentralización, había quedado en manos de las organizaciones sindicales: el SNTE y la CNTE.

A mis lectores consta que, desde entonces, afirmé que la reforma tenía que hacerse con los maestros, que se requería de su interlocución y de un dialogo constructivo, lo cual se intentó y ante la cerrazón y resistencia irracional, hubo necesidad de defenestrar el liderazgo del sindicato e imponer la fuerza del Estado, porque resultaba impostergable cambiar el modelo corrupto de la organización en la enseñanza, finiquitar el modus vivendi de los líderes e impartir una educación de calidad a los niños y jóvenes de este país.

Los líderes de la CNTE se han empecinado en oponerse a cualquier cambio y, desde luego, a la perdida de canonjías, sinecuras y prebendas, arrastrando consigo a su clientela magisterial construida a lo largo de los años mediante la repartición de dádivas. Es cierto que su área de influencia es regional: Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Guerrero y la hoy Ciudad de México, pero su activismo les ha permitido encabezar la oposición a la reforma, expresando con toda falsedad que se pretende “privatizar” la educación y que su esencia es laboral, debido al tema de la evaluación de los docentes. Quienes tenemos el honor de impartir clases y en escuelas públicas no encontramos el porqué de la oposición a ser evaluados, a continuar capacitándonos, lo aceptamos de manera consustancial.

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Es cierto también que hemos expresado que en la búsqueda de solución del conflicto debe privilegiarse el dialogo, la construcción de acuerdos y que deben desoírse los tambores de guerra que llaman a la represión de los mentores. No hemos cambiado nuestra posición, entendemos el hartazgo de algunos sectores de la sociedad que han venido sufriendo las consecuencias de las marchas, plantones, cierre de carreteras, y de los reprobables actos violentos como secuestro y quema de autobuses, cierre de carreteras y aeropuertos, asalto y saqueo e incendio de edificios públicos y privados y, en general, la afectación de las actividades económicas y cotidianas de toda la población.

En semanas recientes, decíamos que los líderes de la CNTE estaban llevando su movimiento a una posición insostenible de voluntarismo político ciego, sordo y torpe del todo o nada. Que no confundieran la disposición al diálogo y la tolerancia con debilidad. Hoy testimoniamos que pese a las “mesas de diálogo” instaladas en la Secretaría de Gobernación, que por cierto han venido funcionando de manera recurrente desde 2013, no se vislumbra un acuerdo negociado para superar el conflicto.

Hoy las cúpulas empresariales han recurrido a vías legales —quizás inviables— para obligar al Ejecutivo federal al uso de la fuerza en contra del movimiento magisterial, precedido de un concertado accionar mediático para volver a las clases medias de la sociedad en contra del magisterio, y además amenazan con no pagar impuestos si no encuentran pronta respuesta a sus planteamientos. Ese reto al Estado busca colocarlo entre la espada y la pared. O reprimes o te enfrentas con industriales y comerciantes. Hasta ahora el Estado se ha negado a la represión, que así siga.

Por ello debe prevalecer la racionalidad en la CNTE y, consecuentemente, con el talante de apertura democrática del gobierno, avanzar en los temas posibles. Persistir en las posturas radicales de sus aliados que buscan ahondar la insurrección social, presente en varias ocasiones, los llevará a perder los avances logrados en la revisión de algunas aristas de la irreversible reforma educativa.