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La Iglesia está utilizando como elemento de confrontación el matrimonio entre personas de mismo sexo, lo que puede derivar en múltiples expresiones de fanatismo y especialmente en una tendencia homofóbica.
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Por Beatriz Pagés
La Conferencia del Episcopado Mexicano y diferentes organizaciones convocaron a los católicos a salir a las calles para manifestarse en contra de la iniciativa presidencial para legalizar el matrimonio igualitario.
Las marchas están previstas para el 10 y 24 de septiembre.
Lo que llama la atención es que estas manifestaciones se llevarán a cabo aún y cuando los grupos parlamentarios del PRI en la Cámara de Diputados y Senadores han declarado que esa iniciativa no será discutida en el próximo periodo ordinario de sesiones por considerar que no es prioritaria.
Lo que en lenguaje político significa que será archivada por no existir condiciones para su aprobación.
La Iglesia insiste, sin embargo, en salir para dar una demostración de poder y de inconformidad frente a un gobierno que, aseguran, está seriamente debilitado.
Los sectores más radicales del clero católico consideran, por ello, que este es el momento para que recuperen espacios perdidos de influencia. Sobre todo, después de haber influido en el resultado electoral de Aguascalientes.
Pretender dar una demostración de fuerza es muy peligrosa. Sobre todo porque se está utilizando como elemento de confrontación el matrimonio entre personas de mismo sexo, lo que puede derivar en múltiples expresiones de fanatismo y especialmente en una tendencia homofóbica que abra la puerta a la persecución y asesinato de homosexuales.
Lo que menos necesita en este momento el país, son más frentes de guerra. Ya es suficiente con el paro magisterial de la CNTE y la violencia generada por el crimen organizado.
Si agregamos al actual contexto de tensión y radicalización social, el enfrentamiento Estado-Iglesias, México puede entrar a un escenario de guerra civil de incalculables consecuencias.