La reciente visita a Israel de una delegación saudita encabezada por el general retirado Anwar Eshki, es una muestra más del canal de comunicación directa que se desarrolla entre los israelíes y los sauditas.
Anwar Eshki es una figura que tuvo una importante carrera en varias esferas, tanto dentro de las filas militares como en la diplomacia; fue asesor del príncipe Bandar bin Sultan, y alto oficial de los servicios de inteligencia sauditas. Hoy se dedica fundamentalmente al trabajo académico y de asesoría. El hecho que un personaje de tal envergadura haya visitado Israel al frente de una delegación, integrada además por hombres de negocios y académicos, es muestra clara de la importancia que otorga Riad a estos contactos e intercambios con un tradicional rival en la región.
Se ha comentado, que el tema central de discusión, fue analizar la posibilidad de relanzar el proceso negociador palestino-israelí según el plan Arabia Saudita/Liga Árabe del 2002, el cual llama a la creación de dos estados sobre la base de los territorios de 1967. Esto puede explicar que la delegación saudita también haya visitado Cisjordania para entrevistarse con el presidente palestino Mahmoud Abbas.
La realidad actual del conflicto, hace imposible imaginar que la recuperación de las fronteras del 67 para los palestinos sea un objetivo alcanzable. Pero no todo el proceso está perdido: se puede seguir trabajando para crear un estado palestino en territorios de la Franja de Gaza, varias áreas de Cisjordania, y lograr algún acuerdo sobre el tema de Jerusalén, por ejemplo, como capital común para los dos estados.
Durante la visita, la delegación saudita se entrevistó con Dore Gold, director general de la cancillería; con el coordinador de las actividades en los territorios ocupados, el mayor general Yaov Mordechai; así como con varios miembros del parlamento. Esta agenda pública debe haber estado acompañada de otras reuniones no públicas, más sensibles para las dos partes, y en las cuales seguramente se abordaron otra serie de temas que podrían ir desde los retos del Estado Islámico, hasta la política estadounidense en la zona y las percepciones sobre Irán.
Esta no es la primera ocasión en la que ambas partes tienen contactos directos e intercambios. Además de algunos ejemplos puntuales en los años 60 y 80, hay varios capítulos más recientes de esta relación que han incluido el intercambio de informaciones y estimados de inteligencia sobre Irán, Hizbulá y Hamás.
Irán ha sido la principal preocupación estratégica compartida entre Arabia Saudita e Israel. Ambos países han expresado preocupaciones con el programa nuclear iraní, los acuerdos firmados por las potencias con Teherán, y respecto a la participación de Irán en algunos de los conflictos de la zona como Irak, Siria, Líbano y Yemen.
Varios medios de prensa han reportado la celebración de encuentros secretos entre israelíes y sauditas desde comienzos del año 2014, lo que es muestra del avance del diálogo bilateral. Ello fue un buen antecedente que desembocó en otro hecho de alto simbolismo: la visita del príncipe Talal bin Walid a Israel en abril del 2016.
En esa ocasión, el príncipe declaró que el reino saudita reconocería a Israel (pues no existen relaciones diplomáticas bilaterales), si este país accedía a la aplicación de la fórmula de los dos estados, en concordancia con los puntos de la “propuesta saudita” del 2002. No obstante, luego de la firma de un Memorando de Entendimiento con la cancillería israelí que lo acreditó como “embajador honorario”, Talal declaró: “Estoy realmente orgulloso con ser el primer embajador saudita en este bello país. Israel es una isla de estabilidad en una de las regiones más conflictivas del mundo.”
Para muchos observadores y académicos, el nivel histórico de antagonismo entre Arabia Saudita e Israel es un caso que muestra una incompatibilidad total, debido a varios factores: la defensa oficial de la causa árabe y palestina por parte de Arabia Saudita, el fuerte discurso saudita contra Israel y sus acciones, así como las críticas de base islámica (unitarista o “wahabita”) que se generan en el reino ante el fenómeno de Israel.
Para un sector de la opinión pública árabe, —que aspira a la continuidad de la posición tradicional saudita—, los contactos secretos, la visita de Talal, y la más reciente de Awar Eshki, han sido criticados fuertemente, pues los ven como pasos claros sauditas para desarrollar una relación abierta con Israel; y aceptar la ocupación del territorio palestino, entre otros argumentos. Una nueva “traición” que hace recordar al proceso negociador entre Egipto e Israel que culminaría con los acuerdos de Camp David en 1978.
Riad está obligada a proteger su imagen y evitar las críticas. Para ello ha intentado explicar (sin éxito), que la visita de Eshki en julio, no representa el punto de vista del gobierno, y que fue realizada a título personal.
El mismo Eshki ha recurrido a este ardid diplomático declarando que su gobierno no le ha pedido negociar, y que no es un representante oficial, por lo que no requiere de permiso para efectuar visita semejante. El general insiste en que su visita no es ninguna señal hacia la normalización, pues “la posición saudita no va a cambiar”.
El sentido común indica que una visita así tiene que haber contado con la aprobación expresa de la cúpula del poder saudita, especialmente si consideramos que el Ministerio del Interior prohíbe específicamente los viajes a Israel, Irán, Irak y Tailandia. En entrevista al The Wall Street Journal el pasado año, Eshki había explicado que el principal propósito de su plan con Dore Gold era lograr la paz entre Israel y los países árabes. “Esto es personal, pero mi gobierno conoce el proyecto y no está en contra, pues necesitamos la paz.”
Una vez más se demuestra que en las relaciones internacionales lo que prevalece son los intereses, los cálculos de costo-beneficios y el pragmatismo estratégico, por encima de causas políticas, o motivaciones de índole étnico-religiosas.
*Catedrático del Colmex