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Filón de ganancias a través de los cobros de comisiones a cientos de millones de trabajadores.
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El mercado de los pobres
Ya he mencionado en estas páginas que a partir de la gran crisis estructural que se inicia en los años setenta del siglo pasado y continúa hasta nuestros días, la gran burguesía internacional, comandada por la fracción financiera, que es la que detenta la hegemonía, lanza dos grandes ofensivas, una contra los países subdesarrollados y otra contra los trabajadores de sus propios países y del mundo en general. Pues bien, en esa ofensiva, que incluye el descenso de los salarios reales, la precarización del empleo y el ataque a los sindicatos y los derechos laborales, uno de los terrenos en que se han dado los bombardeo más notables ha sido el de las pensiones.
Ahí se han establecido reformas legales para extender tanto los años de trabajo, como las edades para tener derecho a una jubilación, pero lo más grave ha sido la privatización. Esa privatización constituye el aspecto más lucrativo de lo que llamo el mercado de los pobres, ya que por ese medio se ha abierto un enorme filón de ganancias precisamente para esa fracción financiera a través de los cobros de comisiones a cientos de millones de trabajadores. Y a través, sobre todo, del uso de los fondos de pensiones para financiar las empresas privadas y el erario, por medio de su colocación en bolsa. Ciertamente, como se trata de un mercado financiero, con frecuencia se informa que por los altibajos que caracterizan a las bolsas, a menudo los fondos pierden miles de millones. Pero para los empresarios sigue siendo un negocio redondo, porque los riesgos corren a cargo de los trabajadores, mientras el financiamiento es utilizado por los capitalistas.
Naturalmente, por el drástico despojo que han significado las privatizaciones de los fondos de pensiones, los trabajadores se han movilizado en contra. Hace algunos lustros que en Argentina, las masivas protestas por la afectación de los “corralitos” determinaron la obligada renuncia de presidentes de la república, y en estos días, más de un millón de trabajadores chilenos marcharon en 50 ciudades de ese país para demandar la abrogación de la reforma establecida durante la dictadura de Pinochet, que obliga al descuento de 10 por ciento del salario para las administradoras, lo que ha significado que esas financieras manejen alrededor de 170 mil millones de dólares, pero que a los trabajadores sólo les significa una pensión que no rebasa el salario mínimo.
Como la ofensiva contra los trabajadores también se ha practicado en los países altamente industrializados, hace unas semanas presenciamos las protestas en Francia, y hace sólo unos días, el gobierno alemán se vio obligado a elevar en 4.5 por ciento las pensiones de los jubilados ante el acelerado incremento (46 por ciento) de la pobreza entre los adultos mayores.
En nuestro país, la privatización de los fondos de pensiones ha tenido enorme significación, ya que según el más reciente informe de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) los fondos de pensiones suman ya 2 billones 800 mil millones que equivalen a 15 por ciento del producto interno bruto, y el subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela, declaró que el Sistema de Ahorro para el Retiro se ha convertido en un factor para el crecimiento de la economía y la estabilidad macroeconómica del país. Pero en contraste, resulta que todo el mundo reconoce que las pensiones que reciben los trabajadores no son suficientes para garantizar una vida digna.
El colmo es que, siguiendo nuevamente los lineamientos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE, la misma que también diseñó la reforma educativa, lo que se pretende es que sean los trabajadores los que aumenten sus aportaciones a través del ahorro voluntario, para que en su vejez reciban una mejor pensión. Y desde luego, aunque eso no lo dicen, los empresarios tendrían más recursos para financiar sus inversiones, y las administradoras, la mayoría de ellas filiales de la banca extranjera, obtendrían más ganancias millonarias con el cobro de comisiones.
¿Verdad que la voracidad de los empresarios no tiene límites?