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El delirio y la apoteosis nos embaucan a creer que todos somos soberanistas, justicialistas, progresistas.

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Mercadotecnia marchanta

La ideología política mexicana, como la de muchos otros países, ha sufrido transformaciones que hoy la hacen aparecer como un holograma virtual. Ha sido sustituida por la mercadotecnia marchanta. No es extraño ver que muchas empresas serias tienen mejor cimentada su ideología que muchos partidos nos serios.

Quizá fue por eso que cierto día no lejano pensé en el trasvestismo político de nuestros días concretizado, fundamentalmente, en la trasmigración desde un ideario político hacia otro, hoy tan frecuente que casi se ve como normal. Porque no todos son lo que parecen ni son lo que dicen ser.

Por ese fenómeno, la ingenuidad nos sugiere que ya no hay centralistas y que todos somos federalistas. Que hemos llegado a la práctica del federalismo como los estadounidenses. Que nos complace que los congresos locales legislen sin pedir permiso a nadie. Que los gobernadores no tengan que reportarse con el Secretario de Gobernación. Que el federalismo simulado de antaño, hoy sea un federalismo real y verdadero.

Pero la prudencia nos advierte que, todavía, hay quienes anhelan los mandos centrales, los códigos únicos, los IFES nacionales, las conagos infiltradas, los comisionados federales, los protectorados de facto, el desafuero de gobernadores o la desaparición de poderes locales.

El frenesí nos insinúa que ya no hay autócratas y que todos somos demócratas. Que hemos arribado a la práctica democrática de los franceses. Que nos satisface el pluralismo ideológico, el pluripartidismo electoral y la convivencia tolerante.

Pero la mesura nos avisa que, todavía, hay quienes postulan la reducción congresional o su plena desaparición. Que reniegan de las elecciones “porque son carísimas”. O que acusan que la gobernabilidad presidencial sufre y fracasa, a diario, por culpa del contrapeso congresional.

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Así, también, la ilusión nos inspira que ya no hay déspotas conservadores y que todos somos republicanos liberales. Que hemos alcanzado la práctica liberal de los ingleses. Que nos embelesa el constitucionalismo, el garantismo, el respeto del gobernante hacia el gobernado, la evolución del sistema de amparo, la transigencia con las ideas de todos o la tolerancia con las preferencias de cada cual.

Pero la sensatez nos anuncia que, todavía, hay quienes solicitan el ajusticiamiento sin proceso, el interrogatorio con tortura, los escuadrones de la muerte, la resucitación de Durazo, la supresión del amparo, la instalación de autodefensas, la militarización de la policía, la centinelización de la justicia o la gendarmización de la política.

Así, también, el delirio y la apoteosis nos embaucan a creer que todos somos soberanistas, justicialistas, progresistas, equitativos o, por lo menos, racionales y sensatos. Que ya nadie quiere que nos subordinemos a las potencias extranjeras, ni que las concesionarias abusen de todos con la lenidad oficial, ni que haya tanta concentración de la riqueza, ni que exista tanta expansión de la pobreza, por citar algo y no todo.

Pero la madurez nos alerta que, todavía, hay quienes no viven en el siglo XXI sino que añoran el XX, el XIX y, desde luego quienes extrañan, quizá sin darse cuenta, la Edad Media o la Era de las Cavernas.

Nos tocó una era de ideologías bofas, guangas y, por lo mismo peligrosas.

 

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@jeromeroapis