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Churchill: “En la guerra se muere una sola vez, mientras que en la política se puede morir mil veces”.
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Campañas de desprestigio
Si usted desea hacer enemigos,
intente hacer un cambio.
Woodrow Wilson
Hace muchos años, en mi natal Ciudad Juárez, tuve oportunidad de ver un documental sobre los linchamientos de negros en el sur de Estados Unidos.
Las escenas de quienes disfrutaban haber participado en un linchamiento o cuando menos presenciarlo son el ejemplo de la inagotable capacidad para el mal y la barbarie que tenemos los seres humanos.
Aquel documental me marcó. Desde entonces me repugnan los linchamientos y me merecen desprecio quienes en ellos participan, aunque sean linchamientos mediáticos, pues destruir la fama pública, la honra de una persona puede ser más letal que colgarla de un árbol.
Quizá por eso Winston Churchill dijo que la política era mil veces más mortal que la guerra, porque en la guerra se muere una sola vez, mientras que en la política se puede morir mil veces, con el agravante de que también se mata a la familia.
Uno entiende que así es la política, despiadada, sin escrúpulos e implacable con cualquiera que es visto como adversario.
Con esa misma falta de escrúpulos se han montado campañas de desprestigio contra el presidente Enrique Peña Nieto. Las razones sobran, simplemente basta hacer una lista de los intereses afectados por las reformas aprobadas este sexenio.
O también revisemos con lupa cuántos intereses extranjeros, políticos, económicos y burocráticos se han indignado por las políticas públicas sexenales.
Sería ingenuo negar los errores cometidos por el gobierno peñista. También pueden enlistarse. Está la agresividad con que se rompieron los vínculos, casi de subordinación, de nuestras agencias de seguridad con las norteamericanas que se mantuvieron durante el sexenio calderonista.
O revisemos las multas multimillonarias impuestas a las más poderosas multinacionales norteamericanas que operan en México. O la subestimación de la magnitud del asesinato de los cuarenta y tres normalistas en Iguala, subestimación por la cual el gobierno peñista ha pagado tan alto costo.
Valdría la pena también consignar el escándalo por la inversión china en el tren rápido a Querétaro. Escándalo que bien se cuidaron los norteamericanos en disimular, pero disimular no significa olvidar.
Hay otros, pero bastan para explicar cómo floreció la cofradía que quien esto escribe ha denominado “la cofradía de Peña no sabe nadar”. Explica todo, hasta las obsesiones de algunos y algunas. Parafraseo una vieja historia al advertir lo siguiente: “Si el presidente Enrique Peña Nieto atravesara caminando sobre las aguas de la bahía de Acapulco, la cofradía gritaría indignada: lo ven, Peña no sabe nadar”.
jfonseca@cafepolitico.com