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El crimen organizado penetró corporaciones, impregnó gobiernos y secuestró la certidumbre.

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Batallas perdidas

Acaso ha dejado de ser noticia, tal vez la capacidad de asombro se encuentra en predicamentos sólo que la violencia desmedida en nuestro país continúa para dejar al descubierto la vulnerabilidad social; alcaldes asesinados en Guerrero y Chiapas, ejecuciones dantescas en Michoacán. El horror en una trama que parece no tener final.

El tema de la inseguridad se aborda por las autoridades, sí, pero en los discursos principalmente, no en la acción, además la autocrítica hace tiempo sucumbió ante el triunfalismo absurdo que no remedia nada porque suena, más bien, a burla.

Aún se recuerda aquella declaración de guerra del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, la guerra contra el narco que nunca se supo bajo qué tónica, táctica y estrategia se libraría y que tuvo como saldo descomunales daños colaterales. Al final la violencia se quedó, nunca se desterró. Batallas perdidas.

El crimen organizado penetró corporaciones, impregnó gobiernos y secuestró la certidumbre, a la fecha los focos rojos no se han apagado en diversas regiones de México. Los testimonios son múltiples, los actos consumados provocados por la violencia también.

La violencia parida por la inseguridad retornó recargada el anterior fin de semana en Michoacán, ejecutados, linchados, el hartazgo asomó para dejar constancia una vez más y de nueva cuenta el fantasma de Fuenteovejuna recorre nuestro entorno.

Promesas, discursos y un mar de tinta para decir que se aplicará la norma los tenemos a diario, aunque la realidad parece más bien hablar de la ausencia de autoridad, con ello los saldos negativos se incrementan en un país que vuelve a pintarse de rojo, o mejor dicho hace tiempo no se ha decolorado.

3295-BARAJAS

Los alcances de la delincuencia organizada y la anárquica hacen de las suyas, ésa ha sido la peligrosa constante, por ello los discursos triunfalistas son fulminados por la realidad que refleja signos de hartazgo que están llegando a niveles disparados, en Uruapan, Michoacán; se linchó a un par de presuntos asaltantes por un grupo de taxistas. La autoridad brilló por su ausencia. En el Estado de México los linchamientos casi se suscitan a diario, síntoma de esa notoria ausencia de ley.

Las estadísticas relacionadas a los delitos que publican los gobiernos son números sesgados porque muchos de los agraviados no acuden a presentar la denuncia penal porque hace un buen rato la fe se extinguió, como una frágil flama se apagó.

La antigua Ley del Talión parece regresar para clamar más que justicia venganza, con ello se podrían escribir más capítulos oscuros en las historias densas forjadas por la delincuencia junto al hartazgo, ello no presagia nada bueno, más bien se predicen actos desafortunados ante la ausencia de la autoridad.

El tema de la seguridad debe ser prioritario no sólo en los discursos, la autoridad no debe escamotear las respuestas sino que debe abordar seriamente el asunto porque no hacerlo implicaría ceder y, entonces, nos empujarán sin escalas al inframundo.

No deja de sorprender que la cultura sea desdeñada por el sector oficial, si bien es cierto que se requieren medidas coercitivas también se ocupa del terreno sensible de las artes en la recuperación del tejido social que ha sido siniestrado por la espiral de violencia.